Samir Aponte, el fotógrafo que llena de luz la vida de los niños de Anzoátegui
Samir Aponte siempre amó la fotografía y ese amor le llevó encontrar su propósito: ayudar a las personas en extrema pobreza a través del arte documental y la educación. Ahora es el maestro de una decena de niños fotógrafos y un apoyo para la comunidad warao en el oriente de Venezuela
En el estado Anzoátegui, un fotógrafo decidió usar su arte para ayudar a aquellas personas que retrataba a diario, sobre todo a los más vulnerables, los niños en situación de calle de su tierra.
Su nombre es Samir Aponte y es comunicador visual, aunque prefiere que le llamen reportero gráfico porque es la rama de la Comunicación que le permitió acercarse a las personas que viven en pobreza extrema. En su estado natal, el fotógrafo de 40 años se ha convertido en la luz de más de 20 niños que encuentran en la fotografía una inspiración.
Con una pedagogía que ha desarrollado con esfuerzo y tiempo, Samir hace de su trabajo un camino creativo para que los niños tengan un futuro más allá de las aceras de las avenidas de su región.
El reportero cuenta que su labor comenzó el día en que se preguntó: «¿Qué estoy haciendo yo por la gente?». Se cuestionó porque cada vez que salía a la calle la realidad era más cruda. El número de personas deambulando con hambre era mayor. En los rostros de los niños, tostados por el sol y sucios por el hollín, se notaba el hambre.
En ese contexto, concluyó que su aporte tenía que ir más allá de registrar imágenes para las notas de medios de comunicación.
El inicio: los sin techo
Su primer proyecto se llamó «Los sin techo». Se trataba de documentar la pobreza extrema de las calles de Anzoátegui. Sin embargo, sabía que el objetivo no era solo el retrato, sino retribuir a las personas registradas por su cámara. No quería sentir que usaba las necesidades de otros como una ventaja profesional.
Así comenzó una conversación para conocer las carencias y deseos de los retratados. Su promesa constante era que después de varias fotos, los volvería a ubicar para llevarles arepas rellenas y calientes y algunas ideas. Y cumplió.
Con el tiempo, la mirada y talento de Samir y de los niños fue tomando más impulso en las redes sociales y terminó por sensibilizar a otras personas. Ya no solo eran sus allegados los que colaboraban para la formación y alimentación del grupo, sino que de varias partes lo llamaban para donar insumos. De alguna manera, sus dos pasiones, la fotografía y las ganas de hacer «algo» por la comunidad, dieron paso a una red ayuda.
Una frase que le recuerda ese esfuerzo es: «Si quieres cambiar al mundo, empieza por tu entorno».
Trabajar desde adentro
Samir cuenta que a kilómetros de su residencia está la comunidad Las Bateas de Maurica, un caserío muy pobre donde el servicio que medianamente funciona es la electricidad. Allí, los vecinos carecen de aguas servidas y potable, pero a pesar de las condiciones, ese fue el espacio donde su trabajo evolucionó.
Los niños de la comunidad, no escolarizados y con grandes penurias, lograron intercambiar emociones con el fotógrafo como si fuera parte de su familia. La zona no solo llamó su atención por lo que representaba, sino porque había algo más por hacer. Así fue que las solicitudes para hacer fotos de los pequeños pasó a ser un vínculo para colaborar y educar.
Ellos tenían curiosidad de cómo se hacían imágenes con aquella caja digital y Samir el conocimiento, entonces nació un nuevo proyecto: enseñar fotografía y alfabetizarlos.
El fruto: talento y felicidad
Como un hermano mayor, Samir ve con orgullo los frutos de su guía. A su alrededor ya no hay tantos niños sin atención, sino pequeños reporteros que quieren retratar su cotidianidad e ir a la escuela.
Ese cambio de perspectiva lo hace feliz porque ellos están aprendiendo a ver su trabajo como un arte. Además le da sentido a sus convicciones de que la fotografía documental puede describir la vasta variedad de estilos visuales, géneros, compromisos y ventajas. Siendo una de ellas el acceso al punto de vista de las personas sobre el mundo.
Poder transmitir eso permite que no solo los niños sientan curiosidad, sino que puedan desarrollar habilidades para sostener una cámara y mostrar los diferentes entornos sociales.
De fotógrafo a Warao Blanco
Además de los chicos que aprenden fotografía, existen otras personas a las que Samir intenta hacer visibles: la población Warao que emigró de Delta Amacuro a Anzoátegui. Son grupos de personas que salieron de sus tierras por la crisis económica y la violencia que impera en esa comunidad indígena.
Samir cuenta que llevan un par de años asentados en la región y que dejaron su espacio natural con mucha tristeza pese a que su objetivo era buscar vivir mejor. Para entrar a su día a día aprendió a hablar warao con la ayuda de la familia Zapata Vargas. Su maestro principal fue Ismael Zapata: «Él nunca dudó, siempre estuvo dispuesto a enseñarme todo lo que se necesita saber». También le ayudó su compañera de vida, Rosaura Vargas: «Las cosas que él no sabía, yo se las preguntaba a ella».
Eso no es algo que solo pasa en físico, Samir y los Zapata Vargas están en constante comunicación por WhatsApp: «Yo les escribo y hablo en warao. Ellos me responden en castellano y en warao».
El reportero se siente agradecido con esta familia porque lo hicieron parte de ella: «Se creó una conexión. Con ellos el aprendizaje es mutuo y ahora me llaman «warao blanco que ayuda».
Pero no solo se trata de los Zapata, a su alrededor hay más población indígena vulnerable que recibe ayuda. A la comunidad van médicos que los asisten sanitariamente y ya varias mujeres han pasado por un proceso de ligadura de trompas para evitar embarazos no planificados.
También se hacen jornadas para cortar el cabello a los niños de la comunidad, donde Samir lleva su máquina y los afeita para así evitar que les salgan piojos, algo que es muy común.
Es en ese proceso cuando interactúan más e intercambian conocimientos étnicos.
«Crea, cuenta y cambia»
Una de las cosas que le genera más satisfacción a este creador de imágenes es ayudar a los demás. Su otra frase de oro dice «crea, cuenta y cambia» porque no solo se hacen fotografías, sino que también se cuentan historias y todos pueden formar parte de ellas.
Actualmente, este comunicador visual es parte de la reestructuración del Círculo de Reporteros Gráficos de Venezuela, seccional Anzoátegui, y trabaja para algunos medios informativos de la región. Para colaborar con las distintas comunidades, se puede visitar su cuenta en Instagram @samiraponteve
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