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Bergoglio, ¡lo requieren de urgencia en Nicaragua!

Bergoglio, mejor conocido como el papa Francisco, se muestra tibio frente a la dictadura de Nicaragua. La consideró "grosera", pero no ha tomado acción a pesar de su poder. Este es un análisis de cómo actuaron sus predecesores

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Muchos de ustedes, amables lectores, pensarán que «la tengo agarrada» con el señor Bergoglio. Y sí, es verdad. No me cabe en la cabeza, menos en el corazón, su pasividad, su indiferencia y hasta su necedad en asuntos que quienes lo precedieron jamás hubieran permitido.

La situación de la Iglesia Católica en Nicaragua requiere de la intervención inmediata del papa. Y no como jesuita, que también, sino como jefe de los católicos del mundo y como jefe de Estado, porque el Vaticano también es un Estado soberano con su propia jurisdicción, gobierno y relaciones internacionales.

Esa dualidad del Vaticano como un Estado y como la sede de la religión católica es compleja. Por un lado, el Vaticano como Estado proporciona a la Iglesia Católica una plataforma desde la cual puede ejercer su influencia y promover sus valores en el escenario mundial. Además, el estatus de Estado del Vaticano le otorga al papa una plataforma desde la cual puede abogar por cuestiones éticas, además de promover el diálogo interreligioso y temas como los derechos humanos, la justicia social y la paz mundial. Pero Bergoglio mira los toros desde la barrera…

¿Cómo es posible entonces que, si el papa desempeña un papel crucial en la doctrina y la dirección de la Iglesia y sus decisiones y pronunciamientos tienen un impacto significativo en los fieles católicos y no católicos de todo el mundo, no se haya pronunciado contundentemente en contra de lo que sucede en Nicaragua?

En marzo dio unas tibias declaraciones: «Es una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo, es como si fuera traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35… son un tipo de dictaduras groseras«. ¿Dictaduras «groseras», señor Bergoglio? ¡Dictaduras asesinas, sanguinarias, viles, inhumanas, malignas! Hay situaciones en las que no se puede ser tibio.

El 23 de junio de este año, monseñor Mirosław Wachowski encabezó la delegación de la Santa Sede en el 53º Período Ordinario de Sesiones de la OEA. Sus declaraciones fueron tan tibias o más que las de su jefe: «La crisis de Nicaragua es especialmente preocupante. Afecta tanto a personas como a instituciones, incluidos los católicos y la Iglesia católica».

La historia de la Iglesia Católica está llena de figuras notables y controversiales.

Entre los papas que han ocupado la silla de San Pedro, algunos se destacan por haberse involucrado en conflictos militares. Estos líderes religiosos tomaron decisiones que hasta los llevaron a participar activamente en la guerra. Puedo nombrar al papa Julio II (1503-1513), quien buscando expandir los Estados pontificios, lideró personalmente ejércitos en varias campañas militares para frenar el poder de las familias nobles italianas y fortalecer el dominio papal.

O al papa Inocencio XI (1676-1689), que apoyó a la coalición que se oponía a Francia, contribuyó financieramente a la guerra y envió tropas papales para luchar contra las fuerzas francesas que amenazaban los Estados pontificios.

Al papa Pío IX (1846-1878), quien se opuso firmemente a la pérdida de esos Estados pontificios y buscó proteger los intereses de la Iglesia, solicitando la ayuda militar de Francia para enfrentar a las fuerzas que buscaban la unificación italiana.

A Benedicto XV (1914-1922), quien se convirtió en papa al inicio de la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos más devastadores de la historia y aunque su postura fue principalmente la de mediador y pacificador, no pudo evitar que la Iglesia Católica se viera arrastrada por las consecuencias de la guerra y el papa se esforzó por brindar ayuda humanitaria y promover la paz en medio del caos.

Y más recientemente, imposible no citar al papa Juan Pablo II, quien desempeñó un papel clave en el colapso del comunismo en Europa del Este, siendo una figura inspiradora para los movimientos pro democracia en países como Polonia y contribuyendo a la caída del Muro de Berlín.

Pero Bergoglio… ¡Ay, Bergoglio! ¡Qué tristeza pasar a la historia como un ser tibio -por no decir pusilánime- que no supo enfrentar los desafíos y dilemas de aquellos que ocupan posiciones de liderazgo en instituciones religiosas en momentos de conflicto como los que experimenta el mundo actual! Haga como su predecesor y renuncie. Le hará un favor al mundo.

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