El Estímulo

No hay nada que celebrar

Perdone que haga el papel de aguafiestas, pero no me cuenten entre los que celebran la maniobra de esta mañana en Suiza. Los culpables son los que son, pero las malas mañas se han multiplicado hasta el punto de que no son cuatro gatos los que nos han llevado hasta este escenario, sino la indiferencia y el desgaste moral de nuestra especie. Así estamos.

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(Carlos Garcia Rawlins/Reuters)

Alguno dirá que por algo se comienza, y que estos arrestos pueden ser el primer paso para un fútbol más sano, aunque también valdría pasearse por un escenario menos optimista en el que, por adoptar la vieja y mala consigna de que el fin justifica los medios, terminamos más hundidos que antes. Por ello insisto: no me alegra lo sucedido en Suiza, nos agarra sin base y sin un relevo que nos lleve por un camino distinto al que ya hemos recorrido.

El futuro inmediato puede ser aún más oscuro que el presente. En el caso de que Rafael Esquivel no pueda continuar al mando de la FVF, Laureano González, en su condición de Vicepresidente, completaría el mandato, para luego ir a elecciones, y es ahí cuando aparecen más nubarrones de los que ya hay.

Nuestra historia tiene mil ejemplos de casos en los que un salvador, un mesías, llega al poder aprovechándose del desconcierto general para después sepultar aún más a aquellos que creyeron en sus promesas. No hace falta repasar la lista porque hasta el más distraído puede asociar esto que expreso con cualquier ámbito de la vida. Y lo que viene, en el caso del fútbol venezolano, es más de lo mismo. O mejor dicho, puede ser hasta peor.

¿Acaso estas detenciones nos aseguran que quienes corrompen y compran conciencias para llegar al poder desistirán de esas conductas? ¿Qué han hecho de distinto quienes hoy celebran? ¿No le deben hasta su manera de caminar los santos de hoy –diablos de ayer y mañana- a quienes hoy cayeron en desgracia? Son todos lo mismo, y no se engañe, mi estimado lector, algunos ya superan a sus maestros, por aquello de la juventud, la ambición y los métodos.

El comediante norteamericano George Carlin explicaba en 1996 porque no creía en el sistema ni albergaba mayor esperanza respecto al futuro:

“Yo no me quejo sobre los políticos. Mucha gente me dice que son un desastre, pero ¿de dónde creen ustedes que vienen estos políticos? No caen del cielo, no llegan de otra realidad a través de una membrana. Vienen de padres americanos, familias americanas, hogares americanos, escuelas americanas, iglesias americanas, negocios americanos, universidades americanas y son electos por ciudadanos americanos. Entonces esto es lo mejor que podemos hacer. Es lo que podemos ofrecer; es lo que nuestro sistema produce: basura aquí y basura allá. Si tenemos ciudadanos egoístas e ignorantes pues tendremos líderes egoístas e ignorantes… Entonces puede, puede que no sean los políticos los que apesta. Puede que algo más apeste, como el público. Porque si realmente la culpa la tienen únicamente estos políticos, ¿dónde están todos los buenos y brillantes ciudadanos?”

Es jodido refutarle al difunto comediante y actor su pesimismo, cuando quienes aspiran al poder son hijos de los que hoy están acusados por el Departamento de Estado norteamericano de utilizar sus bancos y sus herramientas financieras, para enriquecerse y prostituir este deporte. Así como no es tarea de la prensa acusar o defender a Rafael Esquivel de los cargos que se le imputan, tampoco puede olvidar que las dos grandes corrientes que se disputanla sucesión presidencial, junto a Laureano González, y que han querido mostrarse como contrarios al hoy detenido en Suiza, han convivido y defendido las actuaciones de esta Federación. ¿O es que César Farías y Nelson Carrero, hoy rivales y enemigos, no han comido de la mano del Jefe caído en desgracia?

Entiendo a quienes ven un futuro prometedor y mejor que el presente, pero no lo comparto. Prefiero quedarme en mi pesimismo, motivado a que los nuevos, los que se presentan como alternativa a lo antiguo, ya mostraron su verdadera cara cuando fueron poder, y ésta no fue ni mejor ni distinta a la de sus enemigos de hoy; fue más de lo mismo.

Créame, hay que leer, releer y escuchar a Carlin. Vale la pena.

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