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La mentira del mundial de clubes

River Plate no es ni de cerca uno de los mejores equipos de fútbol del planeta, y el Barcelona hace que se separen todavía más las placas tectónicas en lo que va de siglo XXI. Mejor que se juegue una caimanera entre europeos y sudamericanos que buscan mejores condiciones de vida

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Nos gusta ponerle nombres rimbombantes a las cosas: “mundial de clubes”. Los mejores del mundo, frente a frente. La realidad es que el River Plate de Argentina no es mucho más en la cancha que el Guangzhou Evergrade o el Sanfrecce Hiroshima: en la final en Yokohama, hizo honor a una valla que decía “Shimbín”. La realidad es que el Barcelona actual —con seis sudamericanos de titulares—separa todavía mucho más la placa tectónica de Europa de nuestro continente.
¿Mundial de clubes? Una pachanga. Vacaciones pagadas a Japón en el avión más grande del mundo, el hotel volador Airbus A-380. Retire su título.

Mundial de clubes. Argumentos del campeón de la Copa Libertadores: ir a correrle pelotas al arquero chileno Claudio Bravo, para demostrar que le echamos pichón. Confiarle al jet-lag del Barcelona. Confiarle al marco ambiental de 20 mil aficionados que viajaron a Japón a entonar cánticos pop. Perdemos 3-0, pero la pasamos bomba. Meter la piernita. Calentar la cosa. Ganancia de pescadores. Eso que llaman garra, o ser canchero.

Realidad: la verdadera y efectiva presión se la hace Neymar (con look en fase de proyecto) al lateral de River, Gabriel Mercado. Le roba la cartera y lo demás sale automático: Messi, centro de Dani Alves, de nuevo Neymar baja de cabeza, el 10 argentino se acomoda y 1-0, minuto 36. Segundo tiempo. Sergio Busquets le ensucia el balón al uruguayo Carlos Sánchez, Iniesta completa la recuperación y devuelve al 5 del Barcelona, que le manda un gran pase a Luis Suárez. 2-0, minuto 49. Mejor no hablamos del 3-0. El marcador dice: Messi y dos de Suárez. El marcador no dice nada de lo que hicieron Neymar y Busquets.

Realidad: el Barcelona tiene una delantera con Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar. River Plate tuvo una delantera con Lucas Alanio y Rodrigo Mora.

Desde que se disputa de manera continua en 2005, Europa ha ganado 8 mundiales de clubes contra 3 de Sudamérica (Sao Paulo en 2005, Internacional Porto Alegre en 2006 y Corinthians en 2012). Europa ya lleva tres Mundiales en fila: el de Italia en 2006, el de España en 2010 y el de Alemania en 2014. No siempre ha sido así: la Copa Intercontinental, que se disputaba antes de mundial de clubes, se despidió con balance 13-12 para la orilla de acá.

Vivimos un momento de particular desequilibrio entre fuerzas que en algún momento estaban más o menos parejas. ¿Razones? Ellos tienen más dinero, nosotros presuntamente más talento, pero ellos se llevan el talento. Hay una canción de Paul Gillman que dice: “Si sumamos lo que se llevaron en estos 500 años / No lo podrían pagar ni en 500 años más / Y si además le calculamos / Todo el baño en sangre / Deberían pagar entregándonos a Europa”.

Ajá. Chévere. Pobres de nosotros, ahora quién podrá defendernos. Pero el problema más complejo que eso. ¿Deberían equipos sudamericanos como River Plate apostarle a la genialidad de las caimaneras, más que a la camisa de fuerza del orden táctico? Suena fácil decirlo cuando tienes enfrente al Barcelona. ¿Estamos produciendo menos talento en las canteras presuntamente inagotables de los barrios depauperados de nuestro subcontinente? En principio, mejor tengamos menos barrios depauperados. ¿Usted vio en la Copa América una explosión de los talentos que presuntamente sucederán en algún momento a Messi, Neymar o Suárez, sobre todo en Argentina o Brasil? Creo que no. ¿Es la consecuencia indirecta de una generación particularmente nefasta de directivos seniles y corruptos? Probable. Aunque los europeos no pueden jactarse tampoco. Pero al menos las investigaciones empezaron en Estados Unidos y allá. No acá.

También es cierto que a veces los países y las regiones pasan por malos ciclos históricos, que luego dan paso a otra cosa. En todo caso, más que mundial de clubes, deberían jugar una caimanera navideña entre los europeos y los sudamericanos que buscan mejores condiciones de vida. Hablando de Barcelona-River: comparemos cómo terminan las elecciones de este 20-D en España y las 22-N de Argentina, sobre todo en las relaciones y negociaciones entre los sectores democráticos en los días posteriores. A lo mejor ganaremos más mundiales de clubes cuando nuestras Cristinas Kirchner o nuestros Diosdados Cabello aprendan a jugar limpio.

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