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Simeone logra lo que Mourinho no pudo: que agrade el fútbol defensivo

El equipo del Cholo Simeone cae en Alemania, 2-1, pero por la ley del gol de visitante, clasifica a la final de la Champions League. Luego de un primer tiempo dominado por el Bayern, el Atlético capitalizó un penal detenido por Oblak.

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Es curioso lo que puede generar un director técnico. Con una propuesta muy parecida, José Mourinho no se ganó el respeto del que hoy sí puede presumir Simeone. Probablemente la sinceridad del argentino gane más adeptos, también su humildad para expresar, sin tapujos, que hay equipos mejores que el que dirige. Tampoco pasa desapercibido los presupuestos de cada representante. Chelsea y Real Madrid han derrochado fortunas, mientras que los colchoneros recién empiezan a competir por los fichajes más apetecibles. Tal vez lo que más genere solidaridad es su pasado como jugador. «El Atlético juega como jugaba el Cholo», se suele decir. Y aunque la sentencia no es completamente cierta, sirve para generar una épica que satisface al fanático.

Genaro Gatusso, campeón con Italia y figura con el Milan, en Gazzeta dello Sport realizaba una interesante análisis. Bajo la sentencia «Pep Guardiola ha creado muchos monstruos», hablaba sobre la vieja discusión de los estilos: «Últimamente, todo se ha distorsionado. Hemos copiado a otros y hemos perdido conceptos de nuestra cultura defensiva y los marcajes. Necesitábamos cambiar, eso está claro, pero ¿por qué no mantener los que nos había ido bien durante tantos años? Tenemos cuatro Mundiales, hay muchos buenos entrenadores, así que no creo que lo que hemos estado haciendo en los últimos 50 años sea una basura». Remataba así su exposición: «¿Qué pasa con el fútbol de Mourinho y Simeone? Es válido. Guardiola ha convertido en monstruos a muchos entrenadores jóvenes».

¿Por qué aspirar por un juego de posesión, con el cual puedas establecer diferencias, puede considerarse un defecto? Guardiola se marcha de Alemania sin poder repetir lo logrado con el Barcelona, cierto pero también mostrando que su propuesta es válida y que no depende de Messi, Xavi o Iniesta para trasladarla a otras ligas. No es casual que los tres equipos que le eliminaron sean de España: Real Madrid, Barcelona y Atlético. La calidad del rival evidencia lo difícil que significa llegar a una final de la Liga de Campeones. Por otro parte, los duelos históricos, entre españoles y alemanes, en partido de doble vuelta refrendan una tendencia incontestable:

En todo caso, el primer tiempo demuestra la validez de la propuesta de Pep. Bayern fue muy superior al Atlético. En toda la Champions, y en la propia Liga, no se había visto a un equipo colchonero tan superado. El bullying de los alemanes era tal que se daban el lujo de jugar con sus dos centrales, Javi Martínez y Boateng, más adelante de la mitad de la cancha. El asedio tendría recompensa en un tiro libre que cobró Xavi Alonso. El balón tomó otro camino tras dar en una pierna de José María Giménez.

Corría apenas el minuto 31 y ni el más optimista podría imaginar que el Atlético se iría solo con un gol en contra a las duchas. Mucho menos cuando Giménez confirmaba su papel de villano al agarrar por la cintura a Martínez. El penalti, inobjetable, abrirá la eterna discusión si en realidad hay momentos de inflexión en los partidos de fútbol. Muller dibujó mucho su tiro y Oblak repelió. Simeone aseguraba, después en la rueda de prensa, que esa parada le permitió a su equipo crecer. En el campo, sin embargo, no fue así. Bayern siguió machacando en búsqueda de una mayor diferencia. Así terminó el primer tiempo, con Xavi Alonso arengando a su tropa y con una sola noticia de la oposición visitante: un disparo de Gabi que no despeinó a Neuer.

El segundo tiempo, no obstante, inició con un pequeño cambió que impactaría en el desarrollo de la historia. El ingreso de Yannick Ferreira Carrasco por Augusto Matías Fernández, ofreció una solución para desahogar al Atlétic0 cuando Bayern presionaba. El extremo belga sabía que hacer con cada balón. Lo protegía, si era necesario, para recibir la falta y así bajarle decibles al concierto de rock que proponía Vidal. Además, cuando su asalto en el territorio enemigo se prolongaba, aparecían los centros al área o los tiros de esquina; extraordinarias noticias para Oblak, que por primera vez podía ver cómo sus jugadores se alejaban de su territorio.

De ese despertar, salió la típica jugada que le ha permitido noquear  al Atlético. Griezmann fungió como pivote a un balón aéreo. Su cabezazo fue una caricia. Bajó el balón con la delicadeza de Rudolf Nuréyev y luego emprendió una carrera a lo Flash. Agradeció, también, una preciosa asistencia de Fernando Torres. La definicón del francés fue tan exquisita como su testarazo: apuntó el cuerpo hacia afuera y la pelota fue por adentro. El empate fue un golpe seco. Aturdidor, como los que reciben los campeones mundiales de boxeo en una defensa rutinaria. El 1-1 colocó el partido donde quería Simeone. Por una parte, Bayern estaba obligado a golear y por otra, sus dirigidos se convencían de que el rival no era de hierro, como Superman, sino muy vulnerable, como Batman.

Lewandowsky, tras una gran asistencia de cabeza de Vidal (el que más obsesionado parecía en querer ganar el juego), convertiría para darle el toque dramático que necesitaba estaba obra. 2-1 y quedaban 16 minutos del tiempo reglamentario. Una eternidad. Sin embargo, el que pudo sentenciar el partido fue el propio Atlético, luego de que el árbitro Cüneyt Çakir viera adentro del área una falta que sucedió un metro antes. El derribo de Martínez a Torres significaba el 2-2, pero «El Niño» cobró débil y también al medio. Con menos intensidad, Neuer mantuvo en el partido al Bayern aunque el esfuerzo no tuvo recompensa en la otra área. En parte porque Coman (ingresó en el minuto 73 por Douglas Costa) nunca estuvo muy seguro de sus posibilidades. Sus disparos eran dudas en lugar de cohetes y sus centros no encontraron destinatario.

En rueda de prensa, Guardiola volvió al tema que le obsesiona: jugar bien. Se refirió a ello cuando le preguntaron si estaba decepcionado y respondió que no, porque la decepción se produce «cuando no se ha jugado bien y hoy no tengo esa sensación». Lo mismo podría decir el Atlético, que de nuevo se agarró de un gol para encontrar el tesoro al final del arcoíris.

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