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El raro caso de una andaluza que vence en bádminton a las "dictadoras" asiáticas

Es una de las historias más asombrosas de Río 2016: la andaluza Carolina Marín se tituló este viernes campeona en bádminton, un primo del tenis que se juega con un objeto volador no identificado hecho con 16 plumas extraídas obligatoriamente de la misma ala de un ganso, y en el que Asia había ganado 97% de las medallas doradas. La joven de 23 años es más famosa en China que en su país. 

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Fotografía: AFP

Es como si un tachirense le ganara a un chino en la final del tenis de mesa. Los reflectores de Río 2016 han apuntado hacia Usain Bolt, Michael Phelps, las voleibolistas de playa e incluso a unos nadadores parranderos, pero una de las historias más extraordinarias es la de Carolina Marín: una española de la localidad andaluza de Huelva que a los 8 años eligió entre las clases de flamenco y un deporte muy raro. Este viernes la devota de la Virgen del Rocío le ganó a la india Pusarla Venkata Sindhu (19-21, 21-12 y 21-15) en la final individual de bádminton, una disciplina similar al tenis en la que el Lejano Oriente había ganado 28 de 29 (97%) medallas de oro antes de Río 2016.

El título de Carolina, que es una estrella en China pero sigue siendo casi desconocida en su país futbolero, no es estrictamente una sorpresa, porque ya ha sido dos veces campeona mundial en 2014 y 2015. Pero en el contexto olímpico, su hazaña tiene un valor comparable al oro de tenis de mesa en Barcelona 1992 del sueco Jan-Ove Waldner, el único no asiático de la historia que ha ganado una final de una especialidad que parece diseñada para chinos de reacciones veloces. Uno de los tantos misterios de la genética en el deporte, como la de los velocistas negros y los nadadores blancos.

“Esto es como si un tío de las islas Maldivas le gana a Usain Bolt en los 100 metros. Los asiáticos se sorprenden de que un país sin tradición haya sido capaz de construir esto que hemos hecho en España con Carolina. Yo digo que lo hemos logrado precisamente por esto. Porque no tenemos unos patrones marcados y hemos construido el camino como nos ha dado la gana”, declaró  Fernando Rivas, el entrenador de la onubense de 23 años, en el diario El País de Madrid.

Hablar del objeto volador no identificado con el que se juega el bádminton ya exige una introducción enciclopédica. No es una pelota. En inglés lo llaman “shuttlecock”. En español, volante, gallito o plumita. Puede alcanzar velocidades de 130 kilómetros por hora o descender tan sutilmente como un gol de “vaselina” de Lionel Messi. Está hecho con 16 plumas de ganso o en todo caso pato que obligatoriamente deben ser seleccionadas de la misma ala del ave (todas del ala izquierda o todas del ala derecha), para que tengan una orientación similar. El impredecible volante además debe ser humedecido unas horas antes del juego para que vuele de manera ideal. Por supuesto, hay gallitos de material sintético, pero en la alta competencia se exigen los originales plumíferos. En Mercadolibre se venden por casi 4.000 bolívares la unidad. Físicamente, el bádminton es considerado un ejercicio hasta cinco veces más extenuante e intenso que el tenis.

“El bádminton es una actividad intelectual. La paciencia es importante en este juego y en la vida en general. Fue importante desdramatizar mis fallos y concentrarme en la estrategia. Tenía que mostrarle a la china en todo momento que yo venía a ganarle. No venirme abajo, porque está claro que los chinos dominan el bádminton. Y sobre todo, lanzar un mensaje a los entrenadores chinos. Cuando les demuestras que no te rindes los pones nerviosos. A pesar de mis fallos, que son inevitables, debía mantener el lenguaje corporal de luchadora”, dijo Marín a El País después de derrotar en semifinales a la monarca olímpica reinante, Xuerui Li. Sus graznidos en cada punto ganado han sido comparados con los gemidos de María Sharapova.

El oro de Carolina Marín fue la sexta medalla de oro en Río 2016 para España, cuya historia olímpica puede ser dividida en cuatro etapas que muestran el salto de un concepto más bien parroquial a una potencia deportiva mediana. Antes de la Guerra Civil se obtuvieron dos oros más bien anecdóticos, uno en pelota vasca en París 1900 y otro en ecuestre en Ámsterdam 1928. En los años del franquismo (desde Londres 1948 hasta Múnich 1972), atraso total: cero oros, dos platas y dos bronces. El período de la transición democrática (desde Montreal 1976 hasta Seúl 1988) presenció un ligero avance, con tres títulos de velerismo. La explosión llegó junto con la oportunidad de organizar los Juegos Olímpicos Barcelona 1992: entonces se ganaron 13 oros, gracias a la implementación del Plan ADO, un programa de becas con apoyo de la empresa privada. Aunque esa cifra tan elevada nunca se ha repetido, España nunca ha dejado de ganar al menos 3 títulos por edición desde esa ocasión. En la prensa ibérica hoy con frecuencia se lee que el modelo está agotado y que los triunfos de Río 2016 han llegado sobre todo por heroísmos de individualidades solitarias como Carolina Marín. Y sin embargo, hay que verle la cara a seis oros: ¡acá se los compramos! Son el resultado de la aplicación de una visión gerencial al deporte.  

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