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Vinotinto Sub 17: El cuento no tuvo un final feliz

Venezuela encaró su penúltimo partido del Sudamericano Sub 17 con una presión inevitable: debía ganar para seguir con posibilidad de acudir al mundial de la categoría. Pese a la tranquilidad que José Hernández siempre imprimió a su grupo y confiar en el juego de sus muchachos, las cosas no terminaron por funcionar. 3-1 fue el marcador final y el adiós a cualquier posibilidad de estar en India en octubre.

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Fotografía: EFE

Cualquier aspiración que se podía tener se amparaba en el buen juego que había mostrado Venezuela en las primeras presentaciones. En el hexagonal final el gol se había esfumado, pero el partido mostrado ante Chile y el remate final del choque ante Colombia, brindaba luces de esperanza partiendo de esa misma premisa: el equipo tiene cómo competir, desde su capacidad futbolística.

Decíamos en este espacio hace poco que en estas categorías tiene una ventaja mental y futbolística el equipo que abre el marcador. Sicológicamente, los jóvenes de 16 y 17 años aún están en etapa de maduración y el recibir un gol en contra es algo que están aprendiendo a asimilar. Así pasó contra Paraguay. El gol del extraordinario central Roberto Fernández apenas a los dos minutos de partido trastocó cualquier planificación adelantada, que no era otra que manejar el partido con prudencia.

Pareció que el baldazo de agua fría con el madrugonazo del gol rememoró recientes fantasmas de lo que pudo ser y no fue: el gol de Chile, el tanto recibido ante la propia Paraguay sobre el final del partido en la fase de grupos y que la pelota se haya negado a entrar en el arco de Colombia, se juntó con este 1-0 abajo y el derrumbe fue una consecuencia. Venezuela perdió la pelota, las ideas y el esfuerzo que hacía cada jugador se diluía en el querer y no poder. Psicológicamente el equipo se desvaneció.

Ha sido constante en el hexagonal final: los chicos que ganaron a pulso la titularidad, no cumplieron cuando José Hernández confió en ellos desde el vamos. Pronswell Fernández, de gran actuación ante Colombia, hoy no estuvo al mismo nivel, al igual que Palmezano, que se estrelló con una escalinata de marcas que le impuso una virtuosa Paraguay. La albirroja asfixió todos los conatos de ideas que Venezuela pretendió generar a lo largo del partido. Tanto, que un cerebro como Christian Cásseres se alejó del territorio rival y no tuvo oportunidad de generar peligro.

Hurtado y Barragán pelearon batallas aisladas contra la imponente zaga paraguaya. Y aquí hay que hacer un aparte: si recién alabamos el espectáculo que ofrece Brasil con su fútbol, lo de Paraguay va por lo mismo. Una selección muy bien trabajada y guerrera, que añade a la trillada garra de los nativos de ese país, un juego perfectamente calibrado que derrocha ganas y preparación durante los noventa minutos de cada partido.

Venezuela lució cansada emocionalmente. Lo bueno se ausentó en los momentos cumbres, lo que hizo que el equipo no estuviera al mismo nivel que mostró en la mayor parte del torneo. La ansiedad se tragó a la paciencia y las imprecisiones en el momento de dar el puntillazo, eso que llaman efectividad, fue el elemento que más se extrañó durante el hexagonal final. Además, la concentración falló en los momentos defensivos puntuales, sobre todo a pelota parada.

La disección final se hará luego de enfrentar a Ecuador, porque aún el equipo tiene delante un reto que merece un análisis global. Lo cierto es que el equipo no pudo sostener su buen juego durante el hexagonal final, pero pudo competir partiendo del buen fútbol. Ahí se debe hacer el énfasis, en mantener la actitud y la personalidad, que no se someta a ráfagas e intermitencia, sino que la misma sirva de punto de partida para alcanzar resultados y metas. Que la identidad que poco a poco se ha ido rescatando se siga trabajando para darle tiempo. Este grupo se extenderá ahora hacia la Sub 20 para 2019 y si se rescata lo mejor (que es mayoría de lo hecho), habrá una buena cosecha de frutos.

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