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La hora del espanto de la Vinotinto

La selección venezolana fue superada fácilmente por Chile, que solo apuró un ratico para conseguir los tres puntos que había contabilizado antes de jugar. Con la meta conseguida, dejó que su rival hiciera lo que mejor sabe: ponerle corazón. Pero,claro está, eso no basta en la alta competencia.Todos sabemos cómo se llegó al barranco. Y no hablo del último lugar de la clasificación en las eliminatorias. La creencia de que un país es capaz de enderezar su camino con los buenos deseos -y sobre todo el discurso- de una sola persona, fue el inicio de esta perversa narrativa política que pareciera no tener fin. El error se traslada a cualquier ámbito y es muy evidente en el deporte.

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FOTOGRAFÍA: Martin BERNETTI | AFP

Richard Páez, César Farias, Noel Sanvicente y Rafael Dudamel fueron designados para conseguir lo que, por fallas estructurales, debería ser imposible: clasificar a un Mundial. A unos les ha ido mejor que a otros. Con estilos y propuestas diferentes, sin embargo, han fracasado en tan elevada meta.

El fútbol, como cualquier actividad competitiva, requiere de una profesionalización de todas sus áreas. En Venezuela se recorre el camino inverso, a la espera de que la conectividad emocional del entrenador con los jugadores resuelva los miles de problemas existentes, entre ellos el de formación.

Voy a detallar uno: la proyección y el regreso de un lateral y la incorporación de volantes o defensas para auxiliar cuando ese espacio, clave en la estrategia para la defensa y el ataque, queda vulnerable.

¿Cómo se pretende que Venezuela mejore en una de las zonas que más dificultades tiene si el único jugador natural de esa posición no fue convocado? La culpa no debe recaer en Alexander González, o al menos no solo en él.

El técnico es el responsable de las convocatorias y así como ya una vez que suena el silbato, el fútbol es de los jugadores, que en el banco no haya opciones como la de Roberto Rosales es una consecuencia directa de ese llamado.

Jugar fuera de posición, en el caso de González, es una moneda al aire. Una corazonada. De eso viven muchos estrategas. Y el movimiento puede salir una, dos o tres veces, pero el fútbol -y quiero insistir en ello- siempre deja en evidencia que el éxito prolongado es consecuencia del conocimiento, la preparación y la planificación. En Venezuela estas palabras generan alergia; son desechadas porque compiten con el milagro, el resultado heroico y la satisfacción inmediata.

Dice con mucha claridad la escritora Elisa Lerner que «el venezolano sigue creyendo en actos de magia y muchos han querido olvidar; les conviene para la lucha por el poder, para su provecho personal. La memoria es también como un rezo interior. Nosotros hemos estado mucho en la posesión, en adquirir esto, lo otro; en la anécdota, en el espejismo. No sólo en los espejismos de la sabana de los que hablaba nuestro gran escritor (Gallegos), sino de los espejismos históricos. Y eso nos ha llevado, creo yo, a no ver con claridad, a ver menos claro. La memoria te sostiene como una familia interior. Es como una parentela que está dentro de ti. Te estructura, te mantiene. Y sin ella, tu historia y la de tu país se tambalean. Y por eso tenemos a gente aparentemente muy inteligente, muy equilibrada. Vemos al país desde una nocturnidad delirante.».

Dejemos lo anecdótico del partido contra Chile y ese costado por el que desfilaron impunemente Beauseajour y Alexis Sánchez. En párrafos anteriores hablábamos de los técnicos más mediáticos que han pasado por la selección nacional. Si revisamos las propuestas, encontramos que no hay hilos conductores entre estos protagonistas.

Para una selección como la brasileña, la continuación de una propuesta táctica no es prioritaria debido al talento y la cantidad de nombres que pueden ser citados. Aún así, es obvio el entusiasmo que Tité ha generado. Dicho de otra forma, no es un disparate que Dunga haya pasado por allí antes y haya cosechado éxitos con maneras diferentes. Brasil, no obstante, es sólo uno.

Entendiendo la diferencia con los que regularmente clasifican, otras selecciones apostaron por procesos que definieran claramente un método una forma de hacer, de vivir y de actuar. La Roja es un ejemplo, con el camino que trazó Bielsa, también Uruguay con Tabárez y Colombia con Pékerman tras agotarse la fórmula Maturana-Bolillo. ¿Cuál es el estilo de Venezuela?

La pregunta no debería responderla Dudamel. Sí en cambio la Federación Venezolana de Fútbol y específicamente Laureano González, el presidente reelegido por atletas, asociaciones y jugadores.

En su momento, la mano derecha de Rafael Esquivel, explicó que Dudamel era el escogido porque no cobraría en dólares y porque no había puesto como requisito un sueldo. La declaración, además de desafortunada, no acorde a la carrera profesional del brillante arquero, establece claramente las prioridades de la FVF y lo poco de fútbol que allí se habla.

Lo anterior genera la tragicómica situación de exigirle resultados a un técnico que no fue escogido por su trayectoria o visión, sino por su disponibilidad. Ese estratega se convierte en el rostro de un equipo que acumula problemas de funcionamiento desde el cierre de la segunda vuelta de la última etapa de César Farías, y que hizo implosión bajo la conducción de Noel Sanvicente.

Podemos guardar esta columna y en 10 años estaremos analizando por qué no se le dio continuidad a José Hernández (su sub 17 jugó con un estilo no visto antes en estas categorías) y seguramente tendremos otra revuelta de jugadores. ¿Por qué? Porque se siguen haciendo las cosas mal, porque mientras se le dice a los jugadores que los bonos deben reducirse, los hijos del tesorero, Jesús Berardinelli, obtienen cargos que no existen y para los cuales no están preparados. ¿Cómo no va a existir tanta diferencia entre Venezuela y el resto de contendientes si la federación es la suma de la improvisación?

Francisco Suniaga, uno de los escritores que mejor nos acerca a nuestra cotidianidad, afirmaba en una entrevista al periodista Hugo Prieto lo siguiente: «Yo creo que vivimos la hora del espanto. Sí pudiéramos reducir este momento a una hora, sería eso, nuestra hora del espanto. El infortunio cotidiano, el deterioro físico del país, el empobrecimiento, el hambre, la gente que busca con que alimentarse entre las bolsas de basura, son tantas las cosas horribles que uno vive o de las cuales es testigo, que es inevitable pensar en una pesadilla, es lo que dice la gente en la calle de forma recurrente… hasta cuándo, hasta cuándo, hasta cuándo, es un poco la sensación del que tiene una pesadilla y quiere despertar. Lo que pasa es que esto no es un mal sueño, es la realidad. Si nos concentráramos en transformar la realidad, que es una tarea humana, quizás los resultados serían mejores».

El fanático venezolano se pregunta «¿hasta cuándo?», cada vez que presentaciones tan lamentables como la que ocurrió en Santiago suceden. Y las respuestas suelen estar cargadas de una pasión irracional, incluso infantil. Tal vez eso sucede porque no se termina de comprender el peso que tiene la Federación Venezolana de Fútbol en lo que se refleja en la cancha. Sobre todo ahora que también es Gobierno, tras el triunfo de la plancha que incluía al presidente del IND Pedro Infante.

Con 123 votos, de 128, estarán hasta 2021.

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