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Dudamel tiene un plan y la Vinotinto Sub-20 cree en él

Venezuela derrotó a Japón y logró una clasificación histórica a cuartos de final del mundial Sub-20. El 1-0 conseguido en la prórroga se coció en medio de un movimiento pocas veces visto en el fútbol: Rafael Dudamel no cambió a ningún jugador tras finalizar los 90 minutos.

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Fotografía: AFP

Un equipo que gana los cuatro partidos que enfrenta, que marca 11 goles y que no recibe alguno es un equipo que debe permitirse soñar. Con los tacos pegados a la grama, claro está. Y eso parece tenerlo muy claro Rafael Dudamel, que ha ido acomodando sus decisiones tomando en cuenta al rival de turno. Le podrá salir bien o mal, pero el técnico de la selección venezolana escoge caminos y le pone fe. Después, son los jugadores los que se encargan de llevar a cabo lo que el estratega solicita o, al menos, lo intentan.
Se sabía que, una vez superada la etapa de grupos, cualquiera que fuera el rival en la siguiente instancia sería durísimo, con una gran probabilidad de que todo se definiera por pequeños detalles. Y así fue. La victoria de Venezuela se explica por los problemas en definición de Japón, la calidad en el uno contra uno del portero Wuilker Fariñez, los volantes de recuperación vinotinto y los recursos a balón parado cuando la creatividad no aparece.
¿Y los cambios? El técnico de la selección nacional movió su primera ficha en el minuto 96, cuando sacó a un agotado Adalberto Peñaranda por Ronaldo Chacón y la última cuando quedaban apenas 20 segundos de juego: Jean Hurtado por Ronaldo Peña. De todas las sustituciones, la que pareció tener mayor efecto fue la de Samuel Sosa por el goleador Sergio Córdova. Dos incursiones por el costado derecho del joven con nombre de beisbolista demostraron que la retaguardia de Japón estaba fundida, sin embargo tabién lo estaba Córdova, cansado de batallar durante 119 minutos.
La diferencia, no obstante, se estableció gracias al talento que encierra esta buena generación de futbolistas venezolanos. Ronaldo Lucena, que paradójicamente le ha robado protagonismo a Yangel Herrera, cobró de manera perfecta el tiro de esquina. Si se observa con detenimiento, se advierte que ya en el córner anterior, Lucena había ordenado la jugada mediante diferentes silbidos. Como la complicidad entre Kroos y Sergio Ramos en el Real Madrid, Herrera, capitán de la selección, fue exactamente al lugar donde debía y ahí se sentenció el choque. Con 13 minutos por jugarse y un desgaste evidente de su mejor carta, Doan, la suerte de Japón estaba echada.
Además, no había sido un encuentro de muchas opciones. En mi libreta de anotaciones tengo poquísimas apuntes al respecto. Peñaranda remató tras un error de los defensas al inicio del partido; luego lo hizo Yeferson Soteldo tras una gran asistencia de Ronald Hernández (el mejor de Venezuela) y después Doan la estrelló en el travesaño y fallaron en la segunda jugada. La secuencia siguió así: un cabezazo de Iwasaki, un formidable achique de Fariñez ante remate de Takagi y un disparo de Córdova tras un fenomenal rescate y asistencia de Williams Velázquez casi en el medio de la cancha. No más.
No varió el guión en el segundo tiempo. Me refiero a la cantidad de jugadas cerca de las porterías. Eso sí, empezó a verse que la apuesta de Dudamel por mantener el mismo 11 tenía sentido. El rival lucía cansado y Venezuela martillaba con sus individualidades. Pero no fue el día ni de Peñaranda ni de Soteldo, dos de los jugadores que podían desbaratar el histórico orden nipón. Tal vez si Sosa hubiera entrado antes, las jugadas de desborde y centro hacia atrás, que forman parte del A-B-C actual del fútbol, se habrían incrementado. Pero esto no es más que una especulación. «El destino es algo que se debe mirar volviéndose hacia atrás, no algo que deba saberse de antemano», dice el escritor japonés Haruki Murakami.
A medida que estos torneos definen a sus protagonistas, los partidos empiezan a hacerse más estrechos, más toscos, menos hermosos. Prevalecen, regularmente, quienes pueden sobreponerse a los errores. Venezuela emparejó los duelos después de un primer tiempo intermitente. Sobre el cierre del segundo se intuía una ventaja física, individual y de recursos, sobre todo de altura. Probablemente porque estamos acostumbrados a los desenlaces fatales, era un peligro dejar que los 12 pasos decidieran el futuro de estos muchachos que han conseguido resultados muy importantes en el peor momento económico del país. Es toda una paradoja, porque los éxitos deportivos suelen ser la consecuencia de un superávit. Aún así, la preparación a fondo, la calidad y esta pequeña inversión en un grupo que cree en su cuerpo técnico están muy cerca de grabar el 2017 como un año que no se recordará solamente por los muertos durante las manifestaciones en las calles venezolanas.

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