Deportes

La diáspora del periodismo deportivo venezolano

Caracas celebra 450 años. Suelo ir temprano este día (25 de julio) a El Ávila a disfrutar desde arriba de la enmarañada planificación estructural capitalina, como una tradición. De regreso, justo cuando pasaba por debajo del tan tristemente recordado Puente Llaguno vi una fila muy larga de jóvenes que bajaba por las escaleras desde la parte superior, desde la Cancillería. 

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Unas 300 personas aproximadamente esperaban ser atendidas para obtener el apostillado “express” de sus documentos. En esa taquilla atienden a los que por un viaje inmediato, no pudieron hacer sus trámites con el debido tiempo. Nunca vi esa acostumbrada cola, tan larga.
Hace algún tiempo elevaba mi preocupación acerca de la extinción de la opinión, del análisis y de la investigación periodística en el fútbol venezolano. “Las letras se mueren en el fútbol venezolano” se titulaba y desde ahí analizaba que ya pocas plumas quedaban para, desde la escritura, darle al balompié criollo un concienzudo análisis crítico, que aportara en el crecimiento de la disciplina. Hoy, apenas unos meses después (no es casual que en nuestro país todo cambie con una velocidad inusitada, un tanto “inflacionario”), la preocupación se expande porque poco a poco, ya no solo escasean las letras al fútbol: el periodismo deportivo en Venezuela, en general, se escapa del país.
El éxodo es dramático, como supongo debe ocurrir en todas las especialidades o profesiones de los venezolanos. Leía recientemente que según datos estadísticos de la Federación Médica Venezolana, entre 2002 y 2016 han emigrado 16 mil profesionales de la medicina con títulos universitarios entregados en Venezuela.  En el caso específico del periodismo deportivo escrito, la locución, la televisión, la radio, en todos los medios, en menor medida, pasa lo mismo. Cada vez hay menos profesionales con experiencia y trayectoria que hagan vida en el país. La grave crisis económica, política y social que atraviesa la nación es la causa única, que se deriva de una serie de situaciones particulares que han provocado que hoy no podamos contar con el ejemplo de muchos notables periodistas que, con su aporte, crearon escuela e hicieron más grande la profesión.
Marco un ejemplo: el staff de narradores y comentaristas de fútbol de hace dos años en Directv Sports estaba compuesto por seis personas, de las cuales solo quedamos dos ejerciendo en territorio nacional: Jaime Ricardo Gómez y mi persona. Del grupo de cinco que conformábamos el programa radial “11 Titular”, en Unión Radio Deportes, hace año y medio, solo quedamos dos (Humberto Turinese y yo). Y así, si revisa las redacciones de los diarios, los equipos de los programas de radio y televisión, se encontrará con el mismo panorama. Es lógico que pase en una situación como la actual.
La crisis es avasallante. La publicidad, sustento único de los programas radiales, se ha reducido a lo mínimo. Las empresas comprimen sus gastos y la mayoría prefiere recortar en desembolsos publicitarios. Aquí, salvo contadas excepciones, el periodismo deportivo radial se hace por pasión. Algunos pocos, sobre todo en el interior del país, reúnen un gran número de pautas para pagar espacios. Muy pocos pueden sostenerse con ese ingreso. En el caso de las redacciones de los periódicos, la falta de papel minimiza los espacios destinados al deporte y son escasos los que se mantienen en las redacciones por largo tiempo. El salario, mínimo en su mayoría, espanta.
En la televisión, la brecha se cierra y las pantallas que ofrecen deportes son cada vez menos. La exposición mediática en los monitores como sustento de vida es solo en contados casos: el pago por pauta es una nueva oferta empleadora que redujo al mínimo los staffs fijos en las plantas televisivas, motivado, como no, a la reducción de costos por la grave situación económica.
Así, el espacio de crecimiento es mínimo. Las oportunidades son menores y la formación del periodista deportivo se hace a semejanza de lo que llega por las cadenas internacionales, donde las oportunidades para el talento criollo ha sido bien aprovechado. Sin embargo, fuentes de saber y conocimiento nacidos y formados en Venezuela aportan su talento para otro público o, sencillamente, por obligación y escasas oportunidades, hoy se dedican a otra cosa.
Fernando Arreaza, Edgardo Broner, Daniel Chapela, Bruno Gómez, Jean Paul Daolio, Michele Giannone, Carlos Mauricio Ramírez, Francisco Blavia, Walter Roque, Fernando Petrocelli, Richard Méndez, Maximiliano Cordaro, Erasmo Provenza, Milena Gimón, Carlos Daniel Avilán, Alejandro Álvarez Camino, Pablo García, Federico Rojas, Gilberto González, Meche Celta, por solo hacer mención a los que se abrieron paso en las tres últimas décadas, y una larga lista de destacados periodistas deportivos, están hoy fuera de nuestras fronteras. Muchos no se han ido por una mejor oferta económica; el grueso, la mayoría, lo hicieron porque en Venezuela, lamentablemente, el trabajo no se le ha valorado.
El talento emergente es amplio, interesante y la camada aún mantiene el interés por privilegiar la información relacionada al deporte criollo, pero las oportunidades para hacerse de un lugar fijo, con esperanzas de hacer carrera y crecer, se extinguió. El espejo, el modelo y la formación para el progreso no es de la casa, de ahí que el sello criollo, una marca distintiva en el periodista de aquí, se vea cada vez más poco.
El futuro, como todo, es incierto.]]>

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