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Argentina vs Ecuador: pánico en las calles de Buenos Aires

A pocas horas del esperado encuentro el estado de crispación de los hinchas argentinos a llegado a su punto máximo de presión.

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Los gritos vienen de la verdulería “El Canastón” que queda justo en el cruce de la calle Billinghurst con la avenida Santa Fe en pleno corazón de Buenos Aires:
-Usted no puede venir a faltarle el respeto a los peruanos !Bancátela que sos un forro…!
Dice desde el mostrador el dueño de la verdulería con fenotipo inequívocamente Inca, de marcada impronta peruana. La discusión con uno de sus clientes es por fútbol como en la mayoría de los casos. Resulta difícil, por no decir imposible, ver a un argentino discutiendo en la calle por otra cosa que no sea fútbol. La política, en todo caso va en segundo lugar dentro de los tópicos coloquiales del día día.
La controversia venía desde el juego que ocurrió el pasado jueves en donde Perú dejó a un paso del naufragio a los colosos albiscelestes para la clasificación del mundial. La enorme comunidad peruana que vive en Buenos Aires nunca ha sido muy bien vista por los porteños pero en estos días, desde que se dio el funesto resultado en el terreno de La Bombonera del pintoresco barrio de La Boca, las relaciones “bilaterales” por así decirlo y la diplomacia se están perdiendo por completo. Y en este punto es preciso señalar que los venezolanos- que llegan por miles a la semana. 900 para hablar de cifras certificadas- no son muy populares tampoco últimamente luego del empate con el seleccionado vinotinto que fue el inicio de un espiral en caída libre. Un descenso insospechado que ha llevado al seleccionado argentino a colocarse al borde del abismo en unas horas cuando se de el esperado encuentro contra Ecuador en Quito. Cabe destacar además que Argentina no le gana a Ecuador en su casa desde hace por lo menos veinte años.
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Crispación. Angustia. Rabia.
La ciudad siente el impacto de lo que se vive en la cancha. Aun entendiendo desde mi óptica de venezolano la pasión que produce el fanatismo deportivo, la dependencia emocional que tiene la sociedad argentina con su deporte rey trasciende incluso del orgullo patriotero para transformarse en algo que se parece más a una cuestión religiosa.
Y no se trata solo del seleccionado nacional sino de la devoción que existe por los clubes locales en donde la atención de la opinión pública permanece los 365 días del año debatiendo en torno a las posiciones de los equipos, sus conquistas y sus errores. De igual modo, la nube informativa en los medios de comunicación está dominada por las noticias relacionadas al fútbol. Desde los sucesos: “Mató a su amigo porque era de River” o “Detenidos todos los miembros de la barra brava de Independiente” hasta los boletines económicos y políticos: “El presidente Macri vio el juego en su casa con su perro” ó “El presupuesto nacional se rige por la AFA”, las páginas de los diarios dedican más de diez pliegos a los análisis futboleros y los canales de televisión sobre el deporte ocupan casi toda la parrilla de programación.
Y es que hasta los aparatos electrodomésticos fabricados en el país -en los campos industriales de la Tierra Del Fuego- poseen teclas y botones que tienen el ícono de un balón. No importa si es un radio de transistores o un Smart Tv de última generación, si usted oprime el botón designado, su aparato entrara en “modo-fútbol”.
Un tachero (taxista) en la avenida Callao casi atropella a una anciana que lleva un perrito con sueter cuello de tortuga. Se lamenta de la posibilidad de que la selección no vaya a jugar en el mundial:
-¡Messi es rosarino pero su corazón está en Barcelona…! Me dice enfadado antes de que me baje del vehículo.
Dos pibes que no pasan de lo veinte se miran extrañados mientras están sentados en el Starbucks del shopping de Alto Palermo: “Chabón, !Sampaoli los cagó, los cagó!, los tiene remando en un mar de dulce de leche… no tienen nada que buscar»,  comentan decepcionados buscando respuestas.
En el colectivo 152 que cruza la capital desde Retiro hasta Olivos las caras largas son propias de los asistentes a un funeral y puedo ver por el rabillo del ojo, como una chica se rie con la pantalla de su smartphone mientras ve un meme del último DT de la selección, el desafortunado Sampaoli, quien durante el último juego por poco sufre un infarto de tanta desesperación. Los memes sobre fútbol colman las tendencias y el siguiente chiste es el más popular en las redes sociales argentinas:
-Vamos a llevar al seleccionado a la fábrica de autos de Volkswagen
-¿Y para qué?
-Para que vean como se fabrica un GOL.
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La prensa no es nada condescendiente con sus jugadores y predomina la crítica descarnada. Al titular que cometa un error en el terreno de juego lo crucifican en lo alto del Obelisco de la Avenida 9 de Julio. No hay espacio para equivocaciones. Para la duda. Pero sobre todo no hay espacio para perder. Para perder el juego de hoy.
Las calles están a punto de quedar paralizadas. Es fácil darse cuenta que el fútbol es el principal factor determinante del estado anímico de la sociedad argentina. La emotividad que afecta a sus ciudadanos es más que evidente.
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Hay poca gente en el subte y cierta atmósfera fatalista se respira por todas partes.
Lo del fatalismo y la idiosincrasia argentina es de vieja data. Y no hablamos de tango y milonga. Tampoco del cadáver embalsamado de Evita ni del hecho alarmante de que las leyes de tránsito, por decir algo, en este país, exigen que uno lleve un par de bolsas mortuorias en el baúl del auto. No. Hablo del fatalismo que cubre como una sombra los pronósticos futbolísticos. La prensa lo dice a su manera: “Vamos a perder más de 50 millones de dólares en sponsors” pero la gente lo dice de otra forma:
Si no ganan que se vayan a la reputa que los parió.]]>

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