¿Qué hubiera ocurrido si Fred Fleet, la persona encargada de avistar posibles peligros en el Titanic, no hubiese olvidado la llave del casillero donde se encontraban los binoculares que servirían para ver el iceberg contra el que se estrellaría el gran barco? Es difícil descifrarlo, pero lo cierto es que un error es previsible y en el fútbol, hay algunos que hasta normativas expresas permiten que se eviten. Hago referencia aquí al gol fantasma que se convalidó a Lara en el partido de vuelta de la semifinal del Torneo Clausura y que terminó por ser trascendental en la eliminación de Monagas.
El reglamento FIFA (Reglas de Juego de la International Board 2017 – 2018) expresa claramente qué debe hacer el árbitro asistente cuando exista duda con respecto a la convalidación de un gol en las circunstancias que aquí se refieren: “Cuando resulte claro que el balón ha atravesado completamente la línea de meta dentro de la portería, el árbitro asistente establecerá contacto visual con el árbitro sin dar ninguna señal adicional. Cuando se haya marcado un gol pero no exista la certeza de que el balón haya atravesado la línea de meta, el árbitro asistente primero deberá levantar su banderín para atraer la atención del árbitro y después confirmará el gol”.
En la jugada, el primer asistente (Rodolfo Salmerón) no está bien posicionado para determinar si la pelota traspone la línea de gol. Está al ras de la jugada. Su reacción inmediata es de convalidar el tanto, sin siquiera consultar con el principal Juan Soto, lo que permite pensar de que estaba convencido en que había traspasado completamente la raya el balón. Difícil de dilucidar, por lo rápido del movimiento del rebote de la pelota. Se equivocó. Un error humano.
No obstante, existen elementos que pueden disminuir el margen de estos errores. Hay algo importante que faltaba en el cuerpo arbitral el día domingo. No, no es el VAR, un sistema realmente lejano a las posibilidades del campeonato local y que sigue sin ser la panacea justiciera del fútbol. Los intercomunicadores, que han sido utilizados ya en varios choques del fútbol nacional, no estaban disponibles. Quizá en esa jugada el dispositivo hubiera sido clave para que Salmerón le dijera a Soto que no estaba seguro o sí. Quizá el principal con su experiencia, un juez que ha pitado Libertadores, Mundiales de categorías menores, le podía haber preguntado por el interno si estaba completamente seguro de la decisión. Luego fue difícil entre los jugadores que reclamaban, tratar de conversarlo. Un fallo prevenible.
Son condiciones básicas para la realización de un partido de semifinales de un torneo de Primera División. La FVF y la Comisión Arbitral no han asumido la importancia de evitar este tipo de situaciones. Y aquí están las consecuencias.
Otro detalle: en estas instancias, los cuerpos arbitrales deben ser los más destacados del país. Hay varios asistentes en Venezuela que han participado en competiciones internacionales y que, ante tanta suspicacia, debían ser utilizados en las instancias decisivas del torneo. Juan Soto ha compartido con Salmerón como terna, pero en esta fase no es momento de brindar tamañas responsabilidades a quienes todavía se están formando.
El hecho ahora no es condenar al juez de línea por el fallo errado. Es determinar dónde están las carencias que pueden evitarse para reducir los márgenes de que sucedan situaciones similares. Manejado a la antigua, a la vieja usanza, seguro vendrá un “castigo” (que no se hace público) del asistente. No darle más partidos por un buen rato, el llamado “congelador” será más que seguramente, la solución, como ya pasara con Adrián Cabello, Marlon Escalante, Freddy Guarín, Mayker Gómez y otros árbitros reconocidos de Primera División. Medidas represivas que no corrigen. Por ningún lado se hace el esfuerzo de brindar dotación de elementos imprescindibles para el mejor desempeño en sus labores.
La esperanza en que esto cambie es corta. Mientras, la Comisión de Árbitros seguirá ocultando la información sobre las designaciones “para prevenir” amaños. Es decir, admiten que existe un cáncer que tienta a sus agregados y son incapaces de encontrar una solución real al tema. Una manera, como otras tantas, de lanzar el polvo bajo la alfombra.
El problema no es el error. El problema es quien puede prevenirlo y no lo hace.]]>