Cultura

Desaparición en el Hotel Cecil: el peligro de los "detectives" de Internet

La docuserie sobre la desaparición de Elisa Lam, que está maravillando a la audiencia, toca de refilón un tema cada vez más preocupante en nuestra sociedad: el linchamiento público en las redes sociales, a partir de supuestas pruebas, que pueden acabar con la vida de personas inocentes

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Hotel Cecil

Los conocimos en la fantástica serie «Don’t F**k with Cats: Hunting an Internet Killer», que estrenó en 2019, con mucho éxito, Netflix. Son los «detectives» de Internet, personas con mucho tiempo libre, que se dedican a hurgar y revisar cuanto dato disponible existe (fotos, videos, archivos), para, en teoría, ayudar a las autoridades a resolver casos difíciles.

Resaltamos lo de «teoría», porque a veces el resultado es completamente diferente o, peor aún, irreparable. El lunes 15 de abril de 2013, durante el maratón de Boston, furon detonados dos artefactos explosivos de fabricación casera (ollas a presión rellenas de metralla). Tres personas murieron y 282 resultaron heridas. De inmediato, en foros como Reddit, 4chan y redes sociales como Facebook y Twitter, los «detectives» acusaron a varias personas de ser las responsables del crimen, usando como «pruebas» fotos y videos registrados por los medios de comunicación y ciudadanos. ¿El resultado? No solo ninguno de los señalados era responsable, sino que la mayoría respondía a características físicas de emigrantes. Incluso uno de los supuestos culpables, Sunil Tripathi, había sido declarado oficialmente desaparecido por las autoridades antes del suceso. Aún así, se hizo tendencia en las redes sociales. Un mes después, apareció muerto.

Cuando los verdaderos sospechosos fueron identificados por el FBI, los moderadores del grupo que señalaron a Tripathi dijeron a sus miembros que las publicaciones que señalaban a otras personas serían eliminadas de inmediato.​ Pero ya la vida y la manera en la que eran vistos algunos de los supuestos culpables, había cambiado para siempre.

Los riesgos de creerle a los detectives en línea y cómo sus acciones pueden terminar en ciberacoso, no es nuevo. En 2014, el profesor David Wall de la Universidad de Durham, uno de los principales criminólogos del Reino Unido, aseguraba a la BBC que las comunidades en línea podían echarle una mano a la policía en determinados contextos, pero advertía que la tentación de involucrarse en delitos que requieren de una seria investigación, podría acabar muy mal.

“El problema surge cuando deja de ser un hecho y pasa a ser una cuestión de opinión”, explicaba. “Con el caso de Boston Bomber, la persona equivocada fue señalada por las razones equivocadas. Hay que tener mucho, mucho cuidado con la forma de gestionar este tipo de comunidad», decía Wall a la BBC.

En el caso de la nueva serie de Netflix, «Desaparición en el Hotel Cecil», vemos como un aficionado al death metal, llamado Pablo Vergara y que usaba el nombre artístico de «Morbid», se convierte en la segunda víctima tras la desaparición de Elisa Lam. Debido a algunas coincidencias, varios usuarios de Internet creyeron que él había asesinado a Elisa y lo que en principio comenzó como una teoría, terminó en un acoso en las redes sociales que llevó al músico a un intento de suicido.

Antes de seguir con el tema, te advertimos que si no has visto la serie, es mejor que abandones estas líneas y regreses después de conocer la historia, porque los siguientes párrafos contienen spoilers.

¿Cuáles eran la supuestas «pruebas» que los usuarios de Internet encontraron tras hurgar en cualquier cosa que les sonara sospechosa? Veamos: días después de conocerse la muerte de Lam, Slitwrist, banda de Morbid, publicó en YouTube una canción llamada «Died in Pain» (murió dolorosamente). El video era protagonizado por una joven que corría hasta que un agresor la alcanzaba. Otro tema, titulado «China», hablaba de restos de una víctima reposando en el agua (Elisa era de ascendencia china). Y entonces, los «detectives» encontraron la justificación final: un video en el que se veía que el cantante estuvo hospedado en el hotel.

Así que por unas letras que coincidían vagamente con la desaparición de Lam y por haber pasado unos días en el mismo hotel, Vergara recibió cientos de ataques de personas que lo acusaban de haber cometido el crimen. Nadie, absolutamente nadie, tomó en cuenta el siguiente detalle: el músico había pernoctado en el Cecil un año antes de que ocurriera la tragedia.

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El descuido no solo fue de los usuarios de Internet con mucho tiempo libre. La Policía mexicana, que trabaja con el FBI, lo interrogó, haciendo énfasis en unos supuestos ritos satánicos. Incluso un noticiero de Taiwán habló de él como el “principal sospechoso” del suceso. Después de todo esto, era obvio que la salud de Vergara se iba resquebrajar. De hecho, toda su actividad artística fue borrada de un plumazo en YouTube y otras plataformas, por las acusaciones. Y a pesar de que fue rápidamente desechado como sospechoso, no pudo retomar su carrera, como lo cuenta en el siguiente extracto de la serie:

En el fondo, el problema que nos plantea la labor que realizan algunas personas en Internet, buscando pruebas y acusando a otras, nos lleva a la vieja discusión de si la justicia, y todo lo que tiene que ver con un proceso de investigación formal, debe dejarse en manos de los especialistas o si la aparente democratización de la información exige un compromiso de la comunidad.

Un buen ejemplo fue lo que recientemente sucedió con el asalto al Capitolio de Estados Unidos, por parte de algunos fanáticos de Donald Trump. Muchos de los asistentes fueron despedidos de sus trabajos después de que los detectives de Internet publicaron sus identidades. En este caso, el FBI había pedido apoyo a las personas para la identificación de aquellos que no eran tan fáciles de detectar por las cámaras y fotografías. ¿Bien hecho?

La agencia de noticias Reuters publicó un reportaje, el 7 de enero, en el que informaba que dos personas, que igualmente habían sido despedidas, simplemente creían estar cumpliendo con su derecho a manifestarse, en este caso a favor de Trump. Esos dos individuos, Libby Andrews (una mujer de 56 años) y Rick Saccone, un profesor, aseguran no haber formado parte de la turba que actuó violentamente, aun así, perdieron sus trabajos.

Independientemente de los estándares morales, lo cierto es que poco se está reflexionando sobre los daños de hacer juicios en Internet sin contemplar toda la información o ver la famosa «foto completa»; sobre todo para los detectives de Internet, que creen manejar la herramienta para un bien público. Y aún si se hiciera de la manera correcta, suplir a las autoridades puede generar un impacto no deseado en la vida de los investigadores-ciudadanos. Fue el caso de Kellie Howarth y Josh Blakely, dos británicos que creían haber encontrado su misión de vida: desenmascarar pedófilos, hasta que ellos mismos fueron acusados de este delito. Tales acusaciones resultaron ser falsas, pero en Internet ya se había dictado sentencia.

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