Por eso, empresarios, trabajadores y consumidores pugnan por capturar la mayor tajada de la misma y así lograr un ingreso superior al que en rigor les corresponde por su propio esfuerzo productivo.
El rentismo, la especulación cambiaria y la corrupción tienen su causa principal en los incentivos perversos que ofrece tanto el anclaje cambiario como el régimen de cambios múltiples. Mientras el tipo de cambio se mantenga fijo en un contexto inflacionario, y la cotización en el mercado paralelo supere por más de 125 veces la tasa de cambio oficial, esta creciente brecha seguirá estimulando la insaciabilidad de un dólar subsidiado.
En la locura del paralelo, los especuladores encuentran el caldo de cultivo perfecto para amasar grandes ganancias, al disparar su precio muy por encima de la tasa oficial. Este enorme diferencial del régimen de cambios múltiples estimula una de las más perniciosas patologías inherentes a la lógica parasitaria de una economía rentista, la cual se expresa en los fraudes que se cometen en contra del interés nacional.
En su afán por obtener y revender los dólares preferenciales, los especuladores y corruptos incurren en las más asombrosas formas de delitos e ilícitos cambiarios. Así, la sobrefacturación de importaciones, la subfacturación de exportaciones, las importaciones ficticias por empresas de maletín, la reventa del cupo electrónico de divisas, los “raspatarjetas” son expresión de los perversos mecanismos que se ponen en marcha para captar el mayor porcentaje de renta.
– El régimen de cambios múltiples arruina a Pdvsa –
Ante la debacle de los precios del petróleo, la irracionalidad de las tasas Cencoex y Sicad recaen con toda su fuerza sobre Pdvsa. Obligada a vender su menguado ingreso en divisas a las bajas tasas de 6,30 y 13,50 Bs/$, la compañía no logra recoger suficientes bolívares para pagar una nómina de más de 140 mil trabajadores, honrar sus deudas con proveedores y contratistas, transferir aportes a los programas sociales y mantener al día las obligaciones con el fisco.
Unificar la tasa de cambio en torno a Simadi ayudaría a sanear las finanzas de Pdvsa, evitaría que la compañía tenga que endeudarse con el BCV y así éste no se vería presionado a emitir dinero sin respaldo para financiar el déficit fiscal, práctica que ha colocado al país a las puertas de una hiperinflación sin precedentes.
En 2015 la contracción estimada del PIB será mayor de 8 %. Muchas empresas cerrarán el ejercicio fiscal con pérdidas, lo cual sentencia una baja recaudación de ISLR para el año 2016. Por su parte, quienes viven de un ingreso fijo, ante la urgencia de estirar sus menguados ingresos, protagonizarán un proceso de des-informalización de la economía a través de un creciente número de operaciones de compra-venta que harán sin factura para abaratar la compra al eludir el cobro del IVA. En tales circunstancias, la unificación cambiaria parece inevitable, toda vez que es la única alternativa viable en el corto plazo para aliviar el enorme déficit fiscal del gobierno.
– ¿Y ahora qué hago sin Cencoex ni Sicad? –
Debido a las dificultades para importar materias primas, insumos, maquinarias o equipos, los voceros del sector privado consideran la escasez de divisas como el principal factor que inhibe la actividad económica. La propuesta empresarial siempre es la misma: que se apruebe una programación para las asignaciones de Cencoex y las subastas del Sicad. Pero en lugar de empeñarse en reclamar los dólares baratos de la menguada renta petrolera, el movimiento empresarial venezolano debería plantear más bien la inminente unificación del régimen de cambios a un nivel que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional, como condición básica para transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador.
La transformación productiva requiere una tasa de cambio competitiva que facilite la sustitución eficiente del enorme volumen de importaciones que el gobierno sigue haciendo a una tasa de cambio subsidiada, ante la cual no es posible que germine y crezca la producción nacional. La unificación cambiaria en torno a la tasa Simadi convertirá en un gran negocio la sustitución de importaciones por producción nacional y estimulará el crecimiento y desarrollo de las capacidades productivas y tecnológicas que se requieren para transformar materias primas nacionales en insumos básicos, bienes intermedios y productos de consumo final que ya no se podrán importar con un dólar cada vez más escaso y caro. Adicionalmente, una nueva tasa que respalde la competitividad cambiaria de las exportaciones no petroleras, permitirá generar un creciente ingreso en divisas privadas que ayudará a superar la tradicional dependencia que ha tenido el sector empresarial de la renta petrolera.
Convertir la escasez de divisas en una oportunidad requiere un cambio de mentalidad. En lugar de seguir reclamando asignaciones de Cencoex y subastas del Sicad, es hora de enfocar el debate en torno a la definición de una tasa de cambio competitiva, como decisión clave para impulsar la transformación de la economía rentista e importadora en una nueva economía productiva y exportadora.
La definición de una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad de la agricultura e industria significa todo un reto para el movimiento empresarial venezolano no rentista, toda vez que implica invertir, innovar y competir en los reñidos mercados internacionales para generar nuevas fuentes de divisas que rompan el monopolio gubernamental de la renta petrolera como un instrumento de dominación económica, política y social. Es así como se podrá poner fin a la falta de divisas como causa de la caída de la producción, el desabastecimiento, la escasez, el acaparamiento y la especulación que azotan a la sociedad.