Internacional

Se rompe “silencio cómplice” internacional sobre Venezuela

 Durante más de una década, la capacidad de Hugo Chávez de controlar y someter ideológica o financieramente las opiniones de otras naciones lo nimbó de cierta impunidad diplomática. Sin la gruesa chequera petrolera ni el liderazgo, Venezuela comienza a sentir las reacciones de la comunidad internacional, aún discretas pero crecientes

Texto: Reyes Theis
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La lista que encabeza Venezuela no es digna del orgullo: según el Observatorio Venezolano de Violencia ocupa el primer lugar como el país más violento del mundo, también tiene la mayor tasa de inflación del globo terráqueo, no hay productos de primera necesidad en los anaqueles y en sus destartaladas cárceles hay gran cantidad de presos políticos. Además se calcula que 1,5 millones de habitantes, es decir el 5% de la población, ha emigrado del país.

En un controversial artículo publicado en El País de España, el columnista mexicano Enrique Krauze analiza lo que considera “el silencio cómplice” de la comunidad internacional. “Si la gravísima crisis económica, social, política y moral que hoy vive Venezuela estuviese ocurriendo en cualquier otro país latinoamericano (que no fuera Cuba, que la vive desde hace décadas), ¿sería distinta la reacción continental? Respuesta inmediata: por supuesto que sería distinta”, reflexionó.

Carlos Ponce es defensor de los derechos humanos y como parte de su trabajo ha tratado durante años de alertar a la comunidad internacional sobre la situación en Venezuela. Así, hace una precisión importante sobre el supuesto silencio. “Depende de lo que llames comunidad internacional, porque ves expresidentes, organizaciones, parlamentos y relatores especiales que sí están involucrados. Aunque no se ve tanta actividad de parte de los gobiernos”, reconoce el actual director para América Latina de Freedom House.

Las razones por las cuales los gobiernos, sobre todo los de América Latina, no emiten fuertes pronunciamientos sobre Venezuela tienen diversas causas. Para algunos es solo un tema de solidaridad ideológica y otros sucumben al temor a que se les juzgue de la misma manera como podrían hacerlo con Venezuela. La posibilidad de una reacción destemplada del gobierno venezolano con consecuencias en distintos planos y el agradecimiento por los aportes económicos durante la época de la bonanza petrolera son otras de las razones que privan en la ausencia de respuesta de las naciones americanas.

Precisamente a esa inacción tuvo que enfrentarse la exdiputada María Corina Machado. Mientras fue parlamentaria en el año 2014, haciendo uso del derecho de palabra que le había concedido circunstancialmente la misión panameña ante la Organización de Estados Americanos (OEA), no pudo dirigirse ante el Consejo Permanente. Venezuela con sus aliados continentales forzó, en primer lugar, a que la sesión se celebrara a puertas cerradas y finalmente impidió su derecho de palabra. Luego, la Asamblea Nacional (AN) con autorización del Tribunal Supremo de Justician(TSJ) terminaron desaforando a Machado de su condición de parlamentaria. “El episodio de la OEA es una de las hojas más oscuras de la Organización en su historia más reciente”, opina Machado, quien añade que hasta la llegada del actual secretario general, Luis Almagro, el organismo continental estaba funcionando como un club de Presidentes para protegerse y sentir que si hay una reacción o cuestionamiento a un régimen se podría dar pie para que ocurra con otro.

Machado narra una anécdota que podría ilustrar lo ocurrido en Washington el 23 de marzo de 2014. “El día que yo estaba en la OEA, en uno de los intermedios, se acercaron dos delegados de un país del Caribe —que votó en contra de que ella hablara— a presentarme excusas a nombre de su nación por lo que estaba ocurriendo. Fue para mí muy duro. Era la confesión de que todos sabían la monstruosidad que estaba pasando”, indicó.

La diplomacia sigilosa

Hay gobiernos que prefieren acciones con sigilo. Uno de esos es el colombiano. “Lo que prevalece es la defensa del orden constitucional. Colombia en el marco de Unasur participó en el diálogo de cancilleres para tratar de conseguir un acercamiento entre el Gobierno y la oposición. En el caso de Leopoldo López ha abogado por un juicio justo. Pero no nos corresponde hablar sobre las situaciones de inseguridad y desabastecimiento. Colombia tampoco aceptaría un pronunciamiento de Venezuela sobre su situación interna”, explica un diplomático del Palacio de San Carlos.

Añade que no se trata de temor “sino de actuar dentro de lo que nos corresponde” y comenta que la clave es que la comunidad internacional interpreta que en Venezuela hay una democracia y por eso no se pronuncia. “Se estaba muy pendiente de ese tema con las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015 sobre las posibilidades de un fraude y no ocurrió nada. Sin embargo, ya las alarmas se han encendido de nuevo ante el desconocimiento del Gobierno, a través del TSJ, de las disposiciones del Parlamento recién electo”, indicó.

Un miembro de una misión europea en Caracas comenta —también bajo condición de anonimato— que su país está muy preocupado por el caso de Leopoldo López y el resto de los presos políticos, así como del deterioro de las instituciones venezolanas “pero no podemos dejar expuestos nuestros intereses en Venezuela”, argumenta. Se refiere no solo a acuerdos comerciales, sino a los miles de ciudadanos de ese país que viven en Venezuela y que podrían ser afectados por una posición desagradable para el gobierno de Nicolás Maduro.

El diplomático explica que los países de la Unión Europea (UE) comparten las mismas preocupaciones sobre el caso venezolano y han decidido que la vocería sobre Venezuela la lleve el Servicio Europeo de Acción Exterior, de tal forma que no se pueda cargar sobre un país en particular la responsabilidad por las posiciones que allí se tomen. Eso explica por qué el silencio de las naciones del viejo continente contrasta con el discurso de la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini. Esta última ha expresado su “profunda preocupación por las continuas persecuciones y detenciones arbitrarias de dirigentes opositores y estudiantes en Venezuela, especialmente por el caso de Leopoldo López”.

El giro

Las jornadas de protestas vividas a principios de 2014 bajo la convocatoria de “La Salida” generaron una represión desmedida que centró las miradas en Venezuela. María Corina Machado dice que los sucesos «fueron un hito a partir del cual comenzó a producirse un cambio a favor de la lucha por la democracia y los derechos humanos en Venezuela a nivel internacional y en todos los sectores, no solo en las organizaciones de derechos humanos, sino también en organismos multilaterales, intelectuales, medios de comunicación y entes del Gobierno”.

Pero además en el continente las cosas van cambiando. Por una parte, la chequera que impulsaba a la diplomacia petrolera está menoscabada por el derrumbe de los precios del crudo y el derroche nacional. Por otra, ya no existe el liderazgo continental de Hugo Chávez. Su sucesor no calza tales zapatos. Y, en tercer término, se está produciendo una serie de giros políticos en el continente, como el triunfo electoral de Mauricio Macri en Argentina, la derrota de Evo en el referendo constitucional en Bolivia para poder buscar de nuevo la Presidencia de su país cuando termine su período en 2020, la limitación de Rafael Correa de perpetuarse en la primera magistratura y la impopularidad a los gobiernos de Dilma Rousseff en Brasil —afectada por grandes escándalos de corrupción— y de Michelle Bachelet en Chile. Además, la posición de la Caricom —comunidad que agrupa a varias naciones del Caribe— de respaldar a Guyana en su reclamo territorial sobre el Esequibo en vez de a Venezuela, a pesar de Petrocaribe, es otra muestra de ese cambio.

“Venezuela no puede comprar más votos. Hay un debilitamiento de sus aliados naturales y Maduro no tiene la capacidad de Chávez para mentir sistemáticamente de que su movimiento de trata de una lucha regional de las izquierdas por los menos favorecidos”, sostiene Carlos Ponce, director para América Latina de Freedom House.

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