Justo cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de incluir al yuan entre sus divisas de referencia, parecen extenderse las dudas sobre qué ocurrirá en 2016 con la moneda.
Pekín trata de mantenerla estable, pero según la consultora británica Capital Economics, cerca de 140.000 millones de dólares (128.534 millones de euros) salieron del país sólo en diciembre, lo que obligó a China a reaccionar para apuntalar el valor del yuan.
Según datos del Banco Popular de China (central), la reserva de divisas del país sufrió en diciembre pasado la mayor caída mensual registrada en el país (bajó en 107.900 millones de dólares), mientras que en todo 2015 anotó la mayor caída interanual de su historia, al recortarse en unos 510.000 millones de dólares.
Se calcula que, en efecto, el banco central tiene suficientes reservas de moneda extranjera como para seguir comprando yuanes, al ritmo de diciembre, al menos hasta mediados de 2018, pero parece probable que China tendrá que tomar otra decisión mucho antes de que eso ocurra.
Una de las preguntas clave en lo que está ocurriendo no parece tener una respuesta clara: ¿quién es el responsable de esta rápida fuga de capitales de los últimos meses? Esa salida se ha profundizado desde agosto, cuando Pekín devaluó casi 2% el yuan respecto del dólar, en su mayor revisión a la baja en dos décadas.
Los inversores también se preguntan si esta salida se debe más a empresas chinas o extranjeras, o incluso si puede atribuirse a los particulares, y aunque por ahora no hay respuestas claras, coinciden en que lo que ha cambiado es la percepción de lo que se puede esperar del yuan.
«Muchos vieron en los comentarios oficiales del mes pasado, que el valor del yuan debería medirse respecto de una cesta (de 13 divisas, del llamado CETS), y no sólo respecto del dólar, como un precursor de la devaluación», señala Capital Economics, que cree que Pekín se verá obligado a permitir una devaluación tarde o temprano.
Según explicó a Efe el economista jefe para Asia del BBVA, Xia Le, «la reciente depreciación es el legado de la reforma del cambio de divisas del año pasado», cuando se creó el llamado índice del Sistema de Comercio de Divisas Extranjeras de China (CETS), un «anclaje flexible» del yuan a una cesta de monedas.
El índice CETS, que recoge el rendimiento del yuan frente a 13 divisas, fue presentado en diciembre como continuación a las medidas de agosto, cuando el banco central renovó el mecanismo de fijación del tipo cambiario del yuan para tratar de acercarlo a su valor real.
Aquel paso facilitó la inclusión del yuan, tres meses después, en la cesta de divisas que componen los Derechos Especiales de Giro (SDR), la moneda interna del FMI, pero también sembró las dudas sobre qué esperar de su comportamiento en los meses siguientes.
«Tras la destrucción del ‘antiguo régimen’ (un tipo de cambio anclado al dólar), las autoridades no han establecido un ‘nuevo régimen’ o la credibilidad del ‘nuevo régimen'» (ligado a la cesta del CETS), explicó Xia.
«Cuando los inversores se enfrentan a un aumento de la incertidumbre en el tipo cambiario, se vuelven muy sensibles a cualquier mala señal desde los mercados financieros, como las recientes caídas bursátiles, lo que añade más presión para depreciar la moneda», añade, y resume: «para mí, es como un círculo vicioso».
Lo que ocurre ahora parece «el legado de los ajustes en la política cambiaria de agosto», pero con la diferencia de que entonces fue Pekín quien «devaluó el tipo de cambio de manera proactiva», mientras que ahora se teme que tenga que tolerar una amplia depreciación a manos del mercado.
Xia cree que el yuan se debilitará en 2016 y 2017, aunque eso dependerá también del desarrollo de la cesta de monedas a las que vincula su cambio.
Por José Álvarez Díaz