Sumida en una grave crisis económica, con una inflación desatada y escasez de alimentos, la Navidad promete ser austera en Venezuela. Pero el gobierno de Nicolás Maduro decidió dar un gusto a los venezolanos, olvidando momentáneamente sus consignas contra el consumismo.
A inicios de mes, lanzó un ejército de fiscales y militares para imponer rebajas en más de 200 tiendas de ropa, zapatos y accesorios de Caracas, donde asegura que sus dueños habían aumentando los precios entre 300 y 500%.
«Nuestro presidente obrero nos ordenó garantizar los precios justos al pueblo y estamos cumpliendo. Estos sicarios económicos no podrán quitarnos unas Navidades felices», lanzó William Contreras, jefe de la Superintendencia Nacional para Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde), durante un operativo.
El pasado sábado fue el turno de la zapatería de Juan, en el centro histórico, donde la mayoría de tiendas ofrecen remates obligados del 30% con el sello del gobierno, a veces escrito a mano: «Oferta Sundde» o «Descuento del 30% Sundde».
Mientras dos militares custodian la puerta de la zapatería y sólo dejan entrar de dos en dos a los clientes, la cajera aplica el descuento para que el precio se ajuste al beneficio fijado por ley en 2014.
«Es arbitrario, es populismo puro. ¿Dónde está el remarcaje?», dice enojado Juan en la trastienda del negocio, que abrió en 1995.
El comerciante de 54 años explica que cuando los fiscales le revisaron los documentos, les mostró cómo los precios vienen marcados de fábrica.
Y angustiado, les confesó que está perdiendo dinero porque la reposición de inventarios siempre se multiplica por la alta inflación y el difícil acceso a dólares para importaciones bajo el férreo control de cambio.
«Si seguimos a este ritmo, este mes se acaban los zapatos. Esto es para quebrar y cerrar», lamenta Juan, que en 2010 perdió su otra zapatería porque el gobierno de Hugo Chávez expropió el edificio donde funcionaba.
– Colas que se hacen con gusto –
Pero el dolor de los comerciantes es la alegría de muchos consumidores.
En un país que vive en una cola perenne en busca de comida subsidiada, las filas para comprar ropa rebajada se hacen con gusto.
«Es lo mejor que ha podido hacer el gobierno este año porque para comprarse una camisa, hay que dejar de comer», asegura Yaroski Mendoza, una cocinera de 19 años que espera para pagar una camiseta con su bebé en brazos.
«Hay que aprovechar la oportunidad, porque al venezolano le gusta estrenar ropa el 24 o el 31 de diciembre. Es para darse un gusto», comenta Isaac Quintero, oficinista de 28 años.
Sin embargo, en una tienda donde las camisetas se venden a menos de la mitad de la mayoría de comercios, algunos clientes critican la medida.
«Esta tienda está muy económica, es un regalo lo que te estás llevando. La pusieron a quebrar sin necesidad», cree Anis Rodríguez, ama de casa de 50 años.
– ¿Una «bomba de humo»? –
El negocio, ubicado en una de las principales calles comerciales del centro, quedó «destrozado» cuando los fiscales llegaron el lunes a aplicar los descuentos, cuenta Mary, encargada del local, que prefiere reservarse su apellido.
Asegura que los funcionarios fueron «muy groseros» y que, sin siquiera revisar la documentación de la ropa traída de Panamá, pegaron los carteles aduciendo que las «órdenes venían desde arriba».
«Es una bomba de humo porque, como no hay nada en el país, con algo hay que distraer», lamenta Mary, temerosa de que su jefe cumpla la advertencia de cerrar el negocio si las rebajas forzadas siguen.
No es la primera vez que Maduro -con una baja popularidad- ordena remates de productos en temporada prenavideña.
En 2013, obligó a una cadena de electrodomésticos a aplicar descuentos de hasta 70%, desatando avalanchas de compradores compulsivos.
«Es lo que estamos viviendo en la actualidad, porque se está obligando a los comerciantes a vender por debajo de los costos. El comercio irremediablemente va a la quiebra», advierte la presidenta del gremio Consecomercio, Cipriana Ramos.