Una descoordinación macroeconómica en el país, la adopción de una política económica de acuerdo a los intereses ideológicos del gobierno, la destrucción del aparato productivo, el mayor financiamiento del Estado a través de la emisión monetaria y la crisis de divisas, son factores que han colocado a Venezuela en un escenario hiperinflacionario y de recesión, que juntos la han llevado a la llamada depresión económica.
Esta es la conclusión a la cual llegaron analistas reunidos en el foro Jungla hiperinflacionaria: ¿Qué hacer?, organizado el viernes 28 de abril por Cedice Libertad, en el cual agregaron que ante la escasez general de bienes y la caída de los recursos en dólares en Venezuela, con la consecuente alza del paralelo, el gobierno ha tenido que permitir la existencia de mercados negros para que surtan a una buena parte de la población y evitar un colapso económico.
«Hoy en Venezuela tenemos una economía socialista que sobrevive por la existencia de los mercados negros», en el cual incluso observamos competencia de precios, explicó el economista Guillermo Rodríguez, miembro del Comité Académico de Cedice.
La política de control de precios y de cambio que ya lleva 14 años ha generado una serie de distorsiones en la economía, además de hechos de corrupción, ilícitos cambiarios y la reventa de bienes (bachaqueo), generando un aumento sostenido de la inflación y desabastecimiento general.
Es por ello que -explica Rodríguez- al no poder cubrir el gobierno las necesidades de oferta de divisas y de bienes, deja que un sector de la población acuda al mercado no oficial. Este sector a su vez va asimilando los ajustes no oficiales.
«Por primera vez en la historia de Venezuela, el país no tiene la capacidad de importar lo que requiere porque no hay suficientes divisas, esto no es normal en una nación petrolera«, resaltó Rodríguez.
El economista y analista internacional, José Gonzáles, resalta que las malas políticas llevan a que los ciudadanos empiecen a buscar alternativas en los mercados negros.
«Existe algo llamado anomia que es que la gente comienza no a violar las leyes sino a ignorarlas, que es algo que ya está sucediendo en Venezuela, algo que ocurrió en Alemania en su época de crisis. Esto sucede cuando el valor del dinero se destruye».
Resalta que el gobierno mantiene las distorsiones para tratar de mantener un mínimo de consumo de la población, pero que ello no ayuda a reactivar la economía.
Ambos coinciden en que para recuperar la estabilidad monetaria es necesario anclar la moneda al patrón oro, anclarla a una divisa sólida y dejar de emitir dinero inorgánico.
– ¿Llegó la hiperinflación? –
Si Venezuela ya se encuentra en una espiral hiperinflacionaria es un tema aún de discusión entre analistas. Pero todos coinciden en las causas que la generan y que estas están presentes en el país. Para el economista José Gonzáles la inflación es definitivamente un problema monetario. «La masa monetaria crece para tratar de ejecutar gastos que no se pueden financiar y con la inexistencia de una contraparte de reservas internacionales o de producción que compense ese crecimiento de masa monetaria».
La liquidez en Venezuela presenta un incremento exponencial en los últimos años, lo que para muchos analistas ha impacto en los precios en el mercado interno. De acuerdo a cifras del Banco Central de Venezuela (BCV), la liquidez cerró en la semana del 21 de abril en 14 billones 317 mil 605 millones de bolívares versus los 4 billones 530 mil 214 millones de bolívares de abril de 2016.
Según datos enviados por el BCV al Fondo Monetario Internacional, la tasa de inflación del país finalizó el pasado año en 274%, muy superior al 180,9% de 2015. Sin embargo, cálculos de consultoras locales como de entes multilaterales prevén un alza de entre 700% a 900% de los precios en 2016 al tomar en cuenta el mercado negro de bienes. En el mundo, casi ningún país registra inflación de tres dígitos.
Recientemente el Ejecutivo aprobó un nuevo aumento de 60% de salario mínimo y de 25% de bono de alimentación. Gonzáles indicó que decisiones como estas solo alimentan la inflación. «El Estado siempre va a tratar de alcanzar la inflación y no la alcanza, pero la alimenta. El problema no es el gasto, sino de dónde viene ese dinero«.
Señala que Venezuela es un caso distinto de hiperinflación, porque sucede en un país que es una economía de consumo. «En los anteriores casos no se contaba con una dinámica de mercado como la entendemos hoy en día. En Perú que fue la última hiperinflación en la región, tenía una economía muy estatizada, 60% de la población estaba en la economía informal y no había un sector privado importante».
Guillermo Rodríguez señala que en un escenario de «gigantesca descoordinación» de la estructura económica se hace difícil medir la hiperinflación, «no tiene sentido, porque es un fenómeno cuantitativo, es un problema de la gran cantidad de circulante contra la producción. En Venezuela tiene que ver con un problema en el cual la destrucción del tejido económico va acompañada con una insuficiencia del Estado para completar su gasto. Es decir, porque no tengamos un sistema de precios que lo refleje, no quiere decir que no estamos en hiperinflación«.
Asegura que un país se encuentra en hiperinflación desde el momento en el que el dinero de curso legal comienza progresivamente a dejar de funcionar como dinero.
«Aunque los índices no indiquen que hay hiperinflación, comenzamos a tener los elementos cualitativos que así lo demuestran, como el que los bolívares que tenemos a la mano no son suficientes para cambiarlos por bienes de alto valor. Esto está ocurriendo desde hace 10 años, pero se profundizó en los últimos cinco, así que tenemos por los menos tres años en un escenario de alta inflación conjuntamente con depresión profunda, que se inició antes de la caída de los precios del petróleo. Por la medición tradicional que suelen hacer algunos de mis colegas, acerca de cual es la rata de inflación mensual en la que se inicia la hiperinflación, estamos ya entrando en este proceso».
Sostiene Rodríguez que esta crítica situación muestra que el grado de destrucción del tejido económico es irrecuperable en el corto plazo. «Venezuela sufre los efectos de la tormenta perfecta de destrucción económica y para salir de ella se requeriría cambiar todos los elementos causales que nos trajeron hasta aquí, son tantos y tan complejos que será un proceso largo y complicado. Pareciera que vamos a ir a un grado de destrucción muchísimo mayor aún antes de encontrar la posibilidad de cambiar el rumbo».
Gonzáles recalca que ningún país que ha tenido los niveles de inflación que ya vive Venezuela y las que puede vivir, ha resuelto ese problema solo con un ajuste de shock y estos, que son los ajustes macroeconómicos ortodoxos, tienen muy mala fama porque han hecho sufrir mucho a la gente, especialmente en América Latina, y agrega sin embargo que «la hiperinflación se debe acabar de golpe, no hay otra forma».]]>