Energía y Petróleo

Pdvsa sale de Argentina por la puerta chica ante fracaso de "imperio energético"

Durante 2005, Hugo Chávez desembarcó en la Argentina con enormes planes: convertir a Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en el principal referente energético local mediante la monopolización del mercado. Bombos, platillos y promesas de grandeza, era la fiesta para dar a luz a una criatura que antes de existir provocó tantas expectativas como temores: Pdvsur. Ahora se confirma el fracaso de esta campaña con la salida de la estatal venezolana del país austral.

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Texto: Luis Carías Toscano / Foto tomada de Static.panoramio.com

Pero en la Argentina todo cambia vertiginosamente. Hoy no resuenan más que los ecos de promesas vanas y surtidores vacíos.

Mientras se formaba Energía Argentina Sociedad Anónima (Enarsa) –la pata del gobierno kirchnerista en el negocio monopolizador-, Pdvsa iniciaba su excursión con la compra de 150 estaciones de servicio de la firma Rhasa, se hacía con los activos de la uruguaya Ancap y urdía planes para adquirir nada menos que la refinería y las 892 estaciones de servicio de Shell, que le permitiría ubicarse en el segundo puesto del mercado en óptimas condiciones para desafiar a la española Repsol, en ese entonces dueña del 100% de la argentina YPF.

Carlos Gold, presidente de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de Argentina (Cecha), recuerda perfectamente el acto en la Casa Rosada: “Estaba un Hugo Chávez sonriente y más delgado del que falleció en 2013. Los Kirchner montaron toda una parafernalia, pero al final fue pura cháchara”.

– El gran gasoducto del Sur –

La crisis energética argentina fue el disparador para grandilocuentes oportunidades de emprendimiento. El mejor ejemplo fue el gran gasoducto del Sur, obra de la imaginación de Chávez que, si se hubiera concretado, habría sido el ducto más largo del planeta: 8.000 kilómetros que proyectaban unir Puerto Ordaz (Venezuela), con el Río de la Plata, atravesando la espesa Selva Amazónica. «Era un sueño grotesco», rememora el exsecretario de Energía, Alieto Guadagni.

No había en ese entonces un Estado o empresa del planeta que pensara en un gasoducto tan extenso. La iniciativa más ampulosa por aquellos días proyectaba unir Kovikta (Rusia), con China y Corea del Sur, pero su extensión tenía un trazado de 5.000 kilómetros como máximo.

Era un proyecto muy poco evaluado, sin sustento técnico. De hecho, no se hizo nada. Sí, había la intención, pero de intenciones está plagado el mundo, ¿no?,- cavila otro exsecretario de Energía, Jorge Lapeña.

– ¡Shell go home! –

Los dos políticos con mayor proyección en Latinoamérica querían, sin embargo, un poco más. «Un negocio petrolero conjunto es un sueño que hemos conversado con firmeza», decía Kirchner en 2005.

El eufórico acto fue frente a la ex ESMA, un emblema de la dictadura que azotó al país entre 1976 y 1983, donde pasaron más de 5.000 detenidos políticos. El 90% de ellos murió o está desaparecido. En el lugar, se abrían un par de estaciones de servicio y se prometían 600 más con la marca Pdvsa-Enarsa y una inversión de 1.500 millones de dólares.

Chávez bajó del escenario, tomó una manguera y cargó nafta en una reliquia que se exhibía para la ocasión al lado de los surtidores: la coupé Chevrolet 39 que Juan Manuel Fangio utilizó en el Gran Premio de la América del Sur del Turismo Carretera, pero la gasolina vertida no era de Pdvsa ni de Enarsa, sino comprada a petroleras locales.

El suceso del día llegaría cuando Chávez tomó el micrófono para alimentar un rumor: Pdvsa no saciaría sus necesidades con las estaciones de servicio que compraba a Rhasa o a Ancap. Quería más: compraría los activos de Shell en la Argentina. «Estoy seguro de que aquí se puede tener una refinería», dijo.

En el acto sus palabras bastaron para encender a un público que coreó «¡Patria sí, colonia, no!». Fue suficiente para que al día siguiente las calles se empastaran con inscripciones «Enarsa sí, Shell no» o la bandera que rezaba «Shell go home», cuando días después transcurría el boicot convocado por Kirchner a la firma angloholandesa.

Lo que hizo Chávez fue prender el ventilador. Kirchner no la tuvo fácil después. La confusión hizo posible la versión de que pensaba reestatizar YPF. «¿Se propone sacarle YPF a Repsol? No. Es un delirio. Nunca se me ocurrió una cosa así», recoge el libro del periodista de La Nación, Joaquín Morales Solá sobre los primeros cinco años de gobierno. «Le pediremos más inversiones a Repsol. Punto. No hay ningún otro proyecto».

– ¡Piden 1.000 y valen 200! –

«No hay que aflojar. Hagamos un boicot llamando a la consciencia nacional contra aquellos que quieren quebrar las posibilidades económicas del país», atacaba Néstor Kirchner prendiendo la primera cerilla de lo que se convertiría en un incendio.

Del otro lado, Juan José Aranguren, entonces presidente de Shell -ahora secretario de Energía del presidente Mauricio Macri-, confesó que entre 2003 y 2005 la empresa evaluaba la venta de acciones en la Argentina. Kirchner tenía el respaldo financiero de Pdvsa y se lanzó a la caza, ya que en ese momento YPF estaba en manos españolas.

Una empresa gringa puede pasar a capitales nacionales. «Dicen que vale 1.000 millones de dólares, pero para mí no vale más de 200 millones de dólares», deslizó Chávez, frente a la sede de la ex ESMA en un encendido discurso ese día. Sin embargo, nunca hubo negociaciones con Venezuela.

La teoría nunca tuvo el aval del Ejecutivo: «No sabía que Aranguren tenía la capacidad de adivinar el pensamiento de otras personas», contestó irónicamente Julio De Vido, ministro de Planificación y emblema del kircherismo.

Cuando las conversaciones aflojaron, Shell decidió aumentar 2,5% sus precios e inició el boicot: «Sí, se desencadenó una guerra entre el gobierno y la compañía mediante una desacreditación pública para que no se le comprara ni una», recuerda Lego, gerente de Cecha.

– Inédita persecución –

Shell es la única empresa que recibió más de 100 denuncias de la Secretaría de Comercio Interior de la era K, que se tradujeron en multas millonarias para la compañía y 57 causas judiciales para Aranguren, convirtiéndolo en el empresario más perseguido de los últimos 12 años.

«No creo que fuera una venganza, sino una respuesta ante la idea que tenían de hacer una empresa nacional», sentenció Aranguren. No es el único con esa teoría en mente. Una fuente allegada a la última secretaría energética del gobierno kirchnerista coincidió en que las presiones del Estado iban dirigidas a que Shell vendiera sus activos… Por las buenas o por las malas.

– Sin contacto oficial –

La directiva de Pdvsur es un poco más que esquiva. Pocos la recuerdan y aunque sus integrantes son invitados a foros empresariales nunca asisten. De a poco su presencia se fue desvaneciendo y ahora vende la décima parte que hace tres años alimentando los rumores de su salida de la Argentina.

Durante el foro Argentina Oil & Gas Expo 2015, que reúne a todas las grandes empresas relacionadas con la energía, tanto locales como internacionales, el presidente del Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG), Ernesto López Anadón, reconoció que han invitado con insistencia a la filial venezolana, pero su ausencia siempre había sido la respuesta. «La empresa está prácticamente desaparecida, principalmente, creo, que se debe a que la empresa está muy mal en Venezuela y porque sólo se le observan pérdidas todos los años».

Las reglas de juego del mercado argentino consistían en precios de combustibles regulados, mientras la filial venezolana se veía obligada a importar gasolina a precios internacionales y venderlas localmente a cotizaciones pisadas. No había negocio. Sin embargo, desde el Gobierno continuamente se les prometía que las condiciones locales mejorarían, así que Pdvsa participó en condiciones adversas.

– Se desmorona un imperio –

También es cierto que el argentino, como todo mercado, tiene patrones de consumo predeterminados. Un automovilista, por ejemplo, no compra en cualquier lado, salvo que sean autos viejos. La nafta más cara la tiene Shell, pero le siguen comprando porque exhiben gran calidad en su producto. Empresas pequeñas como Rhasa, Dapsa o Pdvsa tendrían que hacer un descomunal despliegue de publicidad para lograr introducir su imagen, pero esto jamás sucedió, salvo cuando Chávez arribó con la idea en el año 2005.

Sea como sea, la fiesta montada por Chávez difuminó tan rápido como un parpadeo. En 2007, las estaciones de servicio Pdvsa-Enarsa eran todavía dos. Ambas expendían, en playas de una pasmosa soledad, combustibles que compraban a otras empresas.

No resistió mucho. En 2010, por la escasa cantidad de clientes y el alto precio que Pdvsa pagaba por esa esquina, se hizo inviable el negocio. Una versión adicional señala que el dueño del terreno prefirió venderlo para la construcción de un emprendimiento inmobiliario.

En su apogeo, Pdvsur alcanzó a tener 150 estaciones de servicio -100 compradas a Rhasa y 50 de Ancap-. Según el último reporte de Petrolera del Conosur la cifra descendió a 106 para 2013, pero Cecha ubica la cantidad en 45 para finales de 2015, cerca de 1% del mercado local.

El resultado era previsible. De acuerdo con Cecha, si en 1999 funcionaban 6.366 establecimientos, hoy existen 4.429. Como paradoja, el volumen de automóviles creció en más de tres millones en el mismo período. Por un lado, señalan en el gremio, se debió a una política de precios bajos y por otro, a una matriz energética deficiente.

– Salida del mercado – 

Según dos fuentes consultadas, entre ellas un trabajador de una estación de servicio y una relacionada al ámbito empresarial, ahora Pdvsa prepara su salida por la puerta chica. Será por la vía de la desinversión, pues las estaciones de servicio funcionan con concesiones. Los dueños de los terrenos esperan al vencimiento para pasarse a otra marca u operar en blanco. Se perdió interés en un negocio que no resulta rentable.

Según la fuente vinculada al gobierno macrista, el plan original era la monopolización del mercado energético argentino conjuntamente con Venezuela, pero una vez que no pudieron, se convirtieron en un fantasma que hoy ronda las estaciones de servicio.

Aranguren, otrora boicoteado, hoy es ministro de Energía y está al tanto de una oferta que podría poner punto y final a la historia de Pdvsa en la Argentina.

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