Financiero

Las opciones de Venezuela para afrontar el pago de deuda externa

El desplome de los precios del petróleo desde junio de 2014 ha colocado a Venezuela en una complicada situación financiera, que los mercados internacionales interpretan como una alta posibilidad de incumplir con el pago de deuda externa hacia el último trimestre de 2016, si el gobierno no acomete medidas radicales en el manejo económico.

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Aunque desde 2014, los expertos han advertido de una cesación de pagos o default, el gobierno de Nicolás Maduro no ha faltado a sus compromisos y ha recurrido a varias opciones que le dieron el oxígeno necesario para cumplir con los tenedores de bonos en 2015 y lo que va de 2016. Sin embargo, la merma en los ingresos petroleros que entraron al Banco Central de Venezuela en febrero -70 millones de dólares, según el propio jefe de Estado- es una señal más para alimentar la desconfianza de los agentes económicos sobre el futuro del país.

En diciembre, el presidente de Pdvsa y ministro de Petróleo y Minería, Eulogio Del Pino, dijo que la empresa buscaba refinanciar su deuda. Dos meses más tarde lo ratificó: «Eso está en discusión, por supuesto que estamos interesados en refinanciar nuestra deuda siempre, pero no vamos a estar diciendo públicamente en qué condiciones”.

El swap (canje) de oro, el retiro de recursos del FMI (Derechos de Giros Especiales), la venta de activos petroleros como la refinería de Chalmette (Estados Unidos), una emisión de bonos de Citgo y la venta de facturas por cobrar por el el suministro de crudo a Petrocaribe, fueron algunas de las estrategias utilizadas por el gobierno para cumplir a cabalidad con el pago de la deuda hasta ahora.

Pero este año los precios del petróleo han mantenido la caída y el promedio del barril de la cesta venezolana que se ubicó en 24,44 dólares al 4 de marzo, está muy por debajo de los 40 dólares presupuestados por el gobierno para 2016.

Esta realidad en el contexto internacional y la ausencia de un conjunto de medidas que cambien la dirección de la política económica causan preocupación entre los inversionistas que -ante el poco margen de maniobra que observan- otorgan cada vez más una cierta probabilidad de que Venezuela caiga en default o elija otro mecanismo que lleve al país a otro evento de crédito.

Tanto Del Pino como el presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, señalan que se está trabajando en eso. A juzgar por los hechos, el gobierno actúa para evitarlo. Prueba de ello son las recientes negociaciones con la petrolera rusa Rosneft que aumentó su participación de 16% a 40% en Petromonagas y con la canadiense Gold Reserve, a la que otorgó la concesión de las minas Las Cristinas y Las Brisas, luego que la compañía le ganara un arbitraje internacional.

¿Cuáles son las opciones que tiene un país ante la imposibilidad de honrar sus compromisos crediticios? Existen tres escenarios: Reperfilar la deuda, reestructurarla o dejarla de pagar (default).

El gobierno habla de refinanciar deudas por unos 5.000 millones de dólares, según han informado algunos de sus voceros. Sin embargo no abundan detalles.

Cada vez que se acerca una fecha de pago del vencimiento de un papel, el fantasma del default aparece. José Ignacio Guarino,  profesor universitario y analista de mercados de valores y financieros, explica que además del riesgo país (percepción de los inversionistas en la capacidad de pago de obligaciones financieras) para medir la prima por riesgo de incumplimiento, están los credit default swap (CDS), que «son instrumentos financieros que funcionan como una póliza de seguro al tenedor del bono, es una protección frente a este evento de crédito» y que a la fecha otorgan una probabilidad de incumplimiento de 78%.

Reperfilar es la primera opción para un país y no es otra cosa que sentarse a negociar con los tenedores de bono o algunos de ellos, un intercambio del papel que no se puede pagar por otro con vencimiento más lejano y un cupón más alto que haga atractiva la negociación.

En el caso de que no se logre un acuerdo con los acreedores se va a una reestructuración. Aquí el emisor debe buscar un acuerdo con todos los acreedores para una renegociación de términos, que pueden ir desde una reducción del capital principal a pagar, el cambio en la tasa de interés y/o la modificación de los plazos.

En algunos casos la reestructuración es vista como un default, pero ello dependerá de la legislación del país en el que estén registrados los bonos, precisa Guarino.

Para que los inversionistas acepten un reperfilamiento o reestructuración, el país tiene que acometer una serie de medidas económicas contundentes, claras, precisas que sean accionables y tengan resultados en el mediano y largo plazo, dice Guarino.

Boris Ackerman, analista financiero y profesor de la Universidad Simón Bolívar, indica que eso puede lograrse con el respaldo del Fondo Monetario Internacional o con apoyo de los chinos. De otra manera, no cree probable que puedan conseguirse condiciones favorables para que los acreedores acepten las condiciones.

En última instancia se recurre al default, que es la negativa del emisor a pagar la deuda y a negociar con los acreedores. Este es el escenario más radical y costoso para la futura capacidad de endeudamiento.

Guarino explica que en un supuesto de declaratoria de cesación de pago de Venezuela o Pdvsa, existen cláusulas sindicadas en los contratos que aclaran que si uno de los dos emisores deja de pagar no se trata de un default que alcance al otro. Sin embargo, para los mercados internacionales estas cláusulas tienen poco valor, como ocurrió en 2001 con los llamados fondos buitres en Argentina.

Si bien un evento crediticio es un tema financiero, la variable política juega un papel importante, de acuerdo con Alberto Cárdenas, asesor de inversiones de la firma Bendio AG. 

La manera cómo se dé un default «dependerá del liderazgo político y la capacidad de llegar a acuerdos creíbles. Si es de esa forma, pienso que no sera tan maligno y que a la vuelta de 2 años podemos estar en mejores condiciones», observa el analista.

«El tema grave es si ocurre en un escenario de confrontación política y caos en el país. En ese caso habrá mucha destrucción de riqueza y un fuerte enfrentamiento con los acreedores. Puede haber todo tipo de demandas y congelamiento de activos», adelanta Cárdenas.

Pero para Merentes el problema de Venezuela no es tanto la posibilidad real de entrar en default, dijo al diario brasileño Valor Económico, sino las expectativas al respecto. «Venezuela va a hacer un esfuerzo importante para bajar su riesgo país de modo que todo facilite el ir a los mercados internacionales», indicó. Para él, el problema de Venezuela «no es de solvencia a mediano y largo plazo, sino coyuntural debido a la caída del petróleo».

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