Economía

Jose Manuel Puente: reparar desastre de Venezuela tardará al menos 20 años

Los chavistas van a los diálogos en México para dar algunas concesiones, ganar tiempo y tratar de preservarse en el poder. "Creo que la oposición tiene que ir dispuesta a negociar con la revolución, no puede pretender destruirla, eliminarla, pero tiene que estar clara en el juego", señala el economista. Optimismo sin información es estupidez, alerta en entrevista.

José Manuel Puente, economista venezolano de proyección internacional
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Si fuera un médico, José Manuel Puente sería uno de esos cardiólogos que no doran la píldora. No intentaría vender un optimismo irracional sobre el estado de Venezuela. Este economista, profesor del IESA y de la universidad de Oxford, consultor y cotizado conferencista, tiene claro que el deterioro estructural del país es tan fuerte que es imposible comenzar a revertirlo sin profundos cambios políticos.

Es profesor invitado del IE de Madrid, la más importante escuela de negocios en habla hispana, y también imparte en la Universidad de Salamanca, desde hace seis años de manera continua.

Esta ex potencia petrolera está hundida en la peor depresión económica en el mundo en casi medio siglo y con una de las peores tasas de hiperinflación en la historia económica mundial.

Y los cambios, advierte, serán imposibles bajo la llamada revolución, esa herencia de Hugo Chávez y los cubanos que mantiene postrada a Venezuela.

La encrucijada

Puente, dedicado a la economía política, macroeconomía, finanzas y presupuesto público, frecuentemente citado en varios ensayos, es uno de los pocos economistas venezolanos de proyección internacional que sigue trabajando desde su país. Pasa varios meses al año fuera de Venezuela para impartir clases presenciales en Oxford (donde se graduó con honores como doctor en Economía Política) y las demás instituciones donde trabaja.

En la primavera (boreal) pasada, Puente presentó en la Casa de América, de  Madrid , el libro «Venezuela en la encrucijada», sobre el colapso económico de este país y las posibles soluciones.

Este libro, coordinado y editado por Susanne Gratius y Puente, escrito por otros 22 autores, en 14 capítulos, «contribuye no solo al debate académico y político sobre el futuro de Venezuela, sino también a ofrecer un diagnóstico de la crisis múltiple que sufre el país y a encontrar vías de solución pacífica para salir de la espiral de violencia y colapso», señala la presentación.

¿Estado terminal?

Una de las premisas es estudiar si Venezuela, al contrario de estados fallidos bien conocidos en el mundo, todavía tiene vuelta atrás y qué podemos hacer todos para salir del despeñadero.

«Es una cantidad de retos gigantescos. Mi mensaje yo se que es duro, pero el que tenga prisa, que quiera milagros, soluciones inmediatas o fáciles, que se vaya de Venezuela porque este no es el lugar para eso», dice para cerrar este diálogo con El Estímulo sobre la economía y la política.

«Pero si hay una generación que quiera ser parte de la reconstrucción, de la reinvención política, institucional social de un país, como reto de vida, me parece extraordinario. ¿Qué cosa mas relevante puede aspirar una generación que ser parte de ese cambio?…ser el punto de inflexión y ser parte de esa generación que finalmente logró torcerle el brazo a la historia?. Pero necesitas 20, 30 y tal vez hasta 40 años para eso», advierte.

Por la mitad

Después de conversar con Puente parece claro que sobre el caso Venezuela no se trata de decir si el vaso está medio lleno o medio vacío. Tiene el agua que tiene, y se trata de medir ese volumen.

Además del tiempo, de cambios políticos, un programa de reformas económicas, y de acuerdos para devolverle las instituciones al país, hace falta dinero, mucho dinero.

«Todo el dinero del mundo, más de lo que el FMI y los mercado le pueden prestar», dice Puente sobre los costos de esa reconstrucción. Se han echado muchos números sobre un hipotético «Plan Marshal» que empuje a Venezuela fuera de este pantano como de post guerra, antes de una guerra, en el que está atrapada.

«Realmente lo que necesita es mucho más de lo que te pueden prestar. Pero tenemos que hacer lo que podamos con lo que consigamos. Solamente pagar la deuda vencida son cerca de 32.000 millones de dólares. Hasta que te pongas al día, los mercados van a estar cerrados para tí, para emisión de nueva deuda», explica.

Un moroso mundial

«La situación de Venezuela es extremadamente grave. Está en una esquina tan oscura que por sí sola no puede sair de ahí», dice al observar que el país está en default (mora, impagos) desde el año 2017.

«La deuda total, la documentada es la que puede estar está entre 150 y 160.000 mil millones de dólares. No hay manera de darte un número que sea irrefutable», por la falta de transparencia del gobierno en manejo de las cifras.

«La revolución no solo despilfarró, mal gastó, se robó, el mayor choque petrolero positivo de la historia, sino que
multiplicó por cinco la deuda externa», señala.

«Medido por Balanza de Pagos, a Venezuela le ingresaron solo por petróleo cerca de un billón de dólares (en español un millón de millones, US$ 1.000.000.000.000. Dos décadas y un billón de dólares eran tiempo y dinero suficiente para, con un mínimo de gerencia, convertir a Venezuela en la Dubái de América Latina, pero la convirtieron en una segunda Haití», dice.

Además hay deudas de montos desconocidos con el Fondo Chino; deudas comerciales de facturas no pagadas por Petróleos de Venezuela a sus proveedores; deudas de las quebradas empresas públicas de Guayana, del monstro estatal de electricidad Corpoelec, y de acuerdos bilaterales con gobiernos amigos del chavismo.

En estas circunstancias, Venezuela solo tiene $6.300 millones de reservas internacionales, el nivel más bajo en tres décadas, apunta.

Una montaña por delante

«Es un país que para salir del ciclo recesivo y de hiperinflación requiere de una importante ayuda financiera internacional, probablemente más que la que el mismo FMI y BM puedan darle», recalca.

Pero, este no es régimen que vaya a negociar con los organismos multilaterales de desarrollo, de los que Venezuela todavía es accionista.

«La reconstrucción económica, institucional, social de Venezuela va a llevar varias décadas y eso tenemos que tenerlo claro, muy claro. Olvidémonos de atajos, de milagros y de cortoplacismo. Va a llevar 20, 30, 40 años, así de sencillo», insiste.

«El español Felipe González decía que ‘el cementerio está lleno de políticos impacientes’.  Ahora mas que nunca nosostros debemos seguir construyendo con mucha resiliencia», añade.

“Si perdiste 75% del PIB, se muy optimista y piensa que Venezuela va a crecer en promedio cinco por ciento en los próximos 15 años…para llegar al PIB que tenías en  2013 vas a necesitar 15 años”.

«Imagínate cuanto vas a necesitar para llegar al PIB del 1977, que fue el ultimo año en que esta economía creció a altas tasas y con el ingreso per cápita más alto. Ahora, llegar al punto que deberíamos tener de haberse mantenido la tendencia de crecimiento del 77 sería un esfuerzo mucho más alto».

El bienestar como propósito

Varios autores abordan el colapso de la economía de Venezuela y de su quebrada industria petrolera para medir tamaño desastre y si sus consecuencias son irreversibles o no.

Está búsqueda es muy pertinente, tanto parta los venezolanos que permanecen aquí como para los que ya se fueron. Para empresas, familias e individuos que buscan donde invertir su futuro y planificar su futuro.

Más allá de los indicadores macroeconómicos, hay enormes desafíos en términos de bienestar.

«Para recuperar los índices sociales, en términos de informalidad, pobreza, inequidad necesitas muchos años de crecimiento, de política social muy efectiva de gran calidad. Mucho gasto social muy bien ejecutado, para poder resolver esos grandes desequilibrios sociales que se han acumulado en los últimos 21 años», dice.

Eso sin contar con otras deficiencias que solventar, como en educación, infraestructura, acceso a la tecnología, productividad.

El diagnóstico general

«Lo que ha pasado en los últimos siete años, según comparaciones de la base de datos del FMI, que comprende a 196 países, en pocas palabras es la peor crisis que ha vivido cualquier economía en América latina y en el mundo, al menos en los últimos 40 años», observa.

El PIB, Producto Interno Bruto, (o riqueza en bienes y servicios que produce una economía), ha retrocedido tanto que ya es menor que los de República Dominicana, Costa Rica o Panamá, por separado.

Antes del chavismo, Venezuela era la cuarta economía de América latina, detrás de los más poblados Brasil, México y Argentina. Durante años, este país petrolero tuvo el ingreso per cápita más alto de la región.

Ahora todo eso es historia patria.

La depresión venezolana se complementa con que este país es es hoy el único en hiperinflación en el mundo y el segundo del siglo 21, junto a Zimbabue.

«El escenario macroeconómico social e institucional es devastador. Las consecuencias de este desajuste macroeconómico pueden ser verificadas en múltiples indicadores, pero implica una sociedad devastada económica, social e institucionalmente», resume Puente.

En los términos per cápita (cuanto del valor de la producción nacional se equipara en promedio por habitante), ese PIB llegó en 2020 a niveles de hace 80 años, en los años 30 del siglo XX, cuando el país salía de la dictadura de Juan Vicente Gómez.

José Manuel Puente explica que para superar la pobreza dejada por la revolución harán falta décadas. Foto: Daniel Hernández/El Estímulo

La inmensa mayoría de los venezolanos están en la pobreza y sufren hoy la peor parte de una confrontación sin salida. Foto: Daniel Hernández/El Estímulo

Cae más lento

«Las perspectivas de corto plazo para el cierre de este 2021 incluyen una leve recuperación. Hay una disminución de la tasa de decrecimiento, aunque igual sería el octavo año consecutivo de contracción, solo que a una tasa menor», prevé.

Es decir, la economía no cae a la misma velocidad, gracias a ciertos paracaídas.

Son tres tres factores que están influyendo hoy en positivo en la economía, explica Puente.

Uno es la dolarización de facto, que no fue una decisión de política económica, no fue por diseño.

«Los agentes económicos han perdido credibilidad en el bolívar por la hiperinflación y las múltiples devaluaciones del tipo de cambio y se han refugiado en el dólar. Eso ha generado dinamismo a algunos pocos sectores de la economía venezolana», aclara.

En segundo lugar, el gobierno, de una manera muy pragmática, ha flexibilizado los controles de precios y eso le ha dado margen de maniobra.

Tres, los precios del petróleo están en 70 dólares, «que son buenos y han podido haber ayudado a Venezuela a que su recesión no sea tan profunda este año 2021».

El problema es que la producción petrolera ha estado entre 500 y 600 mil barriles por día (bpd).

«Lo que ha habido es un cambio en la tasa de decrecimiento del año. Estás cayendo pero a una menor velocidad. Hay algunos de mis colegas que creen que la economía va a crecer, pero uno o dos por ciento. Yo todavía no lo veo. Veo la continuidad del ciclo recesivo, solo a que a una tasa menor a la de 2019 y 2020», dice.

Adiós petróleo, adiós

El último reporte mensual de la OPEP recoge una producción reconocida por el régimen chavista de 614.000 bpd. La cifra  contrasta con el millón de bpd al cierre de 2019 y los 569.000 bpd del anormal 2020.

Venezuela fue hasta la llegada del chavismo, el sexto productor productor dentro de la Opep. Pero hoy es marginal en el club de exportadores, con el décimo lugar entre 13 miembros. Solo supera a los socios Congo, Guinea Ecuatorial y Gabón.

La ilusión de Ferraris y bodegones

Hay, agrega, algunos sectores puntuales con buen desempeño, sobre todo los vinculados a importaciones, comercio dolarizado, artículos de lujo, los bodegones. Pero la economía en su conjunto muy probablemente se contraiga de nuevo en 2021, señala.

«Pero al no haberse implementado un programa de estabilización con políticas monetarias, fiscales y cambiarias consistentes, sobre todo con una abundante ayuda financiera que logre rescatarla, la economía venezolana no se va a recuperar en 2121, en términos de crecimiento ni de control de la hiperinflación», explica.

«Creo que a Venezuela le queda todavía un desierto que atravesar en ciclo recesivo, de altas y persistentes inflaciones o de hiperinflaciones», agrega.

Según la literatura especializada, la  hiperinflación se expresa cuando los precios suben más de 50% mensual en promedio durante más de seis meses.

En el caso de Venezuela, el promedio de alzas se ha mantenido por encima de esa tasa al menos desde finales de 2017. Esto ubica la hiperinflación en el podio de las más de la historia económica mundial.

Por estos días, algunos entusiastas han querido ver una esperanza en las negociaciones entre la cúpula del chavismo de Maduro y una parte de la oposición.

Otros se preguntan si hay nuevas oportunidades de negocios a partir de ese diálogo.

José Manuel Puente explica que la hiperinflación de Venezuela es una de las más largas d ela historia mundial.
Lo que comenzó hace ya tiempo, se prolonga: Venezuela se empareja con récords mundiales de hiperinflación larga y sostenida

Las trompetas de México

Puente señala que en efecto en Venezuela es necesario dialogar y buscar salidas, pero es comedido en sus expectativas, por razones determinantes.

«En lo político muchos pueden estar en desacuerdo conmigo. Por su puesto nadie sensato puede pensar que este conflicto, este quilombo, este desastre político social puede arreglarse sin que en algún momento haya diálogo, acuerdo entre las partes», dice.

«Yo sí creo que Venezuela está en un empate catastrófico, un equilibrio inestable. La oposición no puede derrocar al gobierno ni el gobierno vencer a la oposición» advierte.

No son dos proporciones iguales de país, porque todas las encuestas indican que el 80, 85 y 90 por ciento de los consultados quiere un cambio político.

«El gobierno sigue teniendo control de las instituciones, de los recursos del Estado, de los ingresos petroleros, y el control de la fuerza, de los militares, de mecanismos clientelares. El gobierno tiene control de partes importantes del país. Es un choque de dos trenes, dos boxeadores agotados en el que ninguno de los dos tiene la fuerza para derribar al otro», argumenta.

Antes de que sea más tarde

«Tiene que haber en algún momento acuerdos y diálogos. Sin embargo, yo no creo que pueda haber una reinstitucionalización del país, una reconstrucción de su tejido económico si no hay un cambio político. Si no hay un cambio político no va a haber un cambio económico», remata.

«Lo que pasa es que tengo que reconocer que términos estadísticos las probabilidades están en nuestra contra. La Revolución no va a México sin tener en uno de sus escenarios su salida del poder como consecuencia de unas “elecciones competitivas”.

«El reto que tiene Venezuela es poder conseguir una transición en medio de este terrible desequilibrio económico, social . No sé si lo vamos a lograr».

Y, observa, la revolución no puede ni quiere emprender un cambio, mucho menos aplicar reformas que hace tiempo son urgentes.

«No tiene la idea, no tiene a la gente, no tiene la credibilidad. Ni Nicolás Maduro, ni ningún sucesor del chavismo tiene la credibilidad para salir a los mercados internacionales, invitar al FMI y Banco Mundial ni a la comunidad internacional para que ayuden con recursos a la estabilización y recuperación del crecimiento. Mucho menos para un programa de cambio estructural. La primera parte de estabilización y la segunda de cambio estructural, creo que que es imposible en revolución», señala.

Solo para resolver la crisis energética crónica del país hacen falta enormes inversiones. En proyectos de electricidad nunca ejecutados, funcionarios de la revolución y sus amigos «bolichicos» robaron miles de millones de dólares, según investigaciones periodísticas, como las de Armando.info.

Un equipo sin ideas ni inspiración

«No niego la necesidad de negociar y llegar a acuerdos son la revolución, porque creo que no tenemos el pulso para derrotarlos. Pero si ellos siguen en el poder, este país va a seguir teniendo un desempeño macroeconómico muy pero muy mediocre. Porque simplemente no tienen el equipo, no tienen las ideas, no tienen la credibilidad y además ellos no creen en las ideas de modernidad», sentencia.

«Para que la economía vuelva a crecer a tasas robustas tienes que tener una opción de política económica donde respetes los incentivos de precios, los equilibrios de los mercados, respetes la iniciativa privada, atraigas inversión privada nacional e internacional».

«Mientras haya revolución esta economía o se contraerá o tendrá un desempeño muy mediocre, a pesar de que pueda haber cierta estabilidad política y ciertos acuerdos que hagan que las penurias de Venezuela no sean tan agudas como son en este momento», añade.

El universo paralelo

Para Puente tampoco es realista el escenario donde Maduro logre encontrar ayuda en el universo paralelo de sus amigos, otros gobiernos autoritarios.

«Ese es un escenario, pero no es realista. Cuba por supuesto no tiene pulso financiero, Rusia tampoco. Rusia tiene un rol preponderante en el mundo por razones geopolíticas, pero es una pequeña economía. El pasado grandioso de la Unión Soviética quedó atrás. Los chinos, que sí tienen el pulso, no están interesados en invertir su dinero en un rescate de la economía venezolana», señala.

«Entre otras cosas porque ya invirtieron mucho en Venezuela y Venezuela cayó en default desde el 2017», inclusive con los prestamos que vinieron de China.

«Junto con toda la ayuda financiera y técnica que le pueda dar el Banco Mundial, Venezuela tiene que ir a la comunidad internacional y utilizar el colateral del petróleo para buscar recursos adicionales. Lo necesita para poder apalancarse en un programa de estabilización y después de cambios estructurales y comenzar a crecer a altas tasas», dice.

Petróleo se acaba sin acabarse

El petróleo despierta hoy menos interés que hace 10 años, y sabemos que tiene sus días contados, pero todavía hay 10 a 20 años que será fuente importante de energía que mueve el mundo, señala.

«Todavía es un colateral importante para salir a los mercados a pedir dinero prestado, entre ellos dinero para poder recuperar la propia producción petrolera y utilizar ese ingreso petrolero para potenciar el modelo de desarrollo alternativo que tendríamos que generar», dice.

«Lo que creo es que la revolución no puede ni quiere llevar a cabo las reformas que esta economía pide a gritos durante muchos años. Pero además lo que yo quiero es que sea la democracia, la regla de las mayorías la que decida el destino de Venezuela. Es decir, que se llegue a un acuerdo, que se respete la otra parte y se les permita tener vida después de la vida», dice sobre la necesaria reinstitucionalización.

¿Qué esperar?

«El gobierno esta yendo a una negociación pero de ninguna manera está dispuesto a abandonar el poder. Entonces ahí no hay ninguna posibilidad de que la negociación sea exitosa», resume.

«Yo esperaría en términos de económica política, un nuevo gobierno que tenga un piso político muy amplio, electo por el 60, 70 por ciento de la población, con credibilidad», con el equipo y el programa para buscar la ayuda técnica y financiera del Banco Mundial, del FMI y la comunidad internacional, explica.

Senderos que se bifurcan

«Por cierto, hay que ir a los organismos multilaterales y sentarse con ellos a negociar, pero no a poderse de rodillas ante ellos. Es negociar como vamos a instrumentar e implementar reformas y sobre todo pensar en la economía política de las reformas», advierte.

¿Debemos preparamos para más pobreza, más depresión económica y mas inflación?

«Lamentablemente si. No me gusta ser el economista vendedor de desastres, pero el optimismo sin informaciones es estupidez. El punto es que mientras haya revolución esta economía va a seguir teniendo un desempeño muy pobre. Puede ser que recupere crecimiento de uno a dos por ciento, que la inflación baje a 500 por ciento, pero en revolución a Venezuela le espera un pobre desempeño macroeconómico muy por debajo de su potencialidad», dice.

«La única posibilidad que tiene Venezuela de volver a explotar con un crecimiento a altas tasas, con inflaciones de un digito y atracción de inversión nacional e internacional es llevar a cabo la reinstitucionalización del país. La revolución no cree en las instituciones ni en la independencia de poderes, ni en los equilibrios de mercado, los incentivos de precios ni en una política económica sensata. Eso solo va a ser posible cuando haya un cambio político en Venezuela», dice.

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