El tipo de cambio en el complejo mercado paralelo de Venezuela sube con fuerza en las últimas horas, para cerrar esta semana de noviembre muy cerca de los Bs 700.000 por dólar. Economistas advierten que mientras se mantengan las razones estructurales de fondo esta carrera alcista no se detendrá.
En lo que va de noviembre, este tipo de cambio referencial acumula un alza superior al 25%, si se considera la cotización con la que comenzó el lunes 2 de noviembre y el cierre de la semana en la tarde de este viernes 13, cuando cerró en casi Bs 692.000 por dólar.
El tipo de cambio oficial que reporta el BCV también sufrió una importante corrección, para cerrar en 646.322,88 este viernes, con fecha valor para este lunes 16 de noviembre. La brecha se cerró a solo 6,64% con respecto al promedio del precio del mercado paralelo al cierre del día.
El jueves, la tasa del paralelo superaba en 14 % a la oficial reportada por el Banco Central de Venezuela, según el promedio de operaciones de los diferentes bancos comerciales del país. La fecha valor de esa referencia estaba en Bs 571.622 para este jueves.
En el mercado venezolano de bienes y servicios, la principal referencia de precios para todas las transacciones es el tipo de cambio paralelo, al llamado «precio de página», tomado de los reportes de redes sociales y páginas en internet que recopilan información de compra-venta.
En todas las transacciones menudas y grandes. El papel moneda más común es el dólar, que pasa de mano en mano en desgastados billetes. El país está tan quebrado que ni siquiera tiene suficientes especies de su malogrado bolívar «soberano».
Pero en algunos comercios grandes, como redes de farmacias y supermercados, más fiscalizados por agentes civiles y militares de control de precios, así como para la liquidación de remesas llegadas al país, el gobierno obliga a usar la tasa oficial del BCV.
Como no es posible ir a comprar dólares a la tasa oficial para operaciones particulares, quien necesite la divisa debe pagarla al precio del mercado paralelo.
Con una industria manufacturera semiparalizada y una agricultura arruinada, millones de venezolanos dependen de una forma u otra de bienes importados para abastecerse, por lo que la constante alza del dólar también es más combustible para la hiperinflación (y viceversa).
Un alza esperada
En los últimos días el régimen de Nicolás Maduro ha pagado algunas bonificaciones y liquidaciones de fin de año. Pero el salario real en bolívares es prácticamente inexistente (el mínimo referencial es de unos dos dólares ($2) por mes y es el usado por el gobierno para pagar pensiones y jubilaciones), por lo que este impacto es limitado en el circulante y el consumo.
No obstante, el gobierno parece estar pagando facturas vencidas a proveedores e incrementando sus gastos de cara a la elección legislativa prevista para el 6 de diciembre. En ese evento electoral espera atraer la mayor cantidad posible de votantes, en un esfuerzo por legitimar un régimen que es cuestionado nacional e internacionalmente, porque surgió de unas elecciones no competitivas, en las que estaba proscrita la oposición.
Las reservas internacionales totales del país apenas suman los 6.453 millones de dólares, uno de los niveles históricos más bajos, según data del Banco Central.
Las exportaciones petroleras a su vez están en niveles mínimos históricos de 359.000 barriles por día (bpd), según reportes de Reuters y la mayoría de los clientes a largo plazo de Pdvsa detuvieron sus órdenes de compra.
Buena parte de esas exportaciones se destina a pagar deudas del pasado con Rusia y China, por lo que no suponen ingresos de moneda dura.
Además, las sanciones impuestas por el gobierno de Donal Trump a Pdvsa y a altos funcionarios del régimen de Maduro y a la deuda de la República limitan el funcionamiento de la estratégica industria petrolera y la importación de combustibles para abastecer el mercado interno.
Dólares no hay
La falta de moneda dura también le dificulta al gobierno la importación de combustibles, por lo que ha recurrido a oscuros negocios con aliados complicados, como Irán.
Tras años de mala gerencia y corrupción el sistema venezolano de refino, que era uno de los más grandes del mundo, está semiparalizado desde antes de que arreciaran las sanciones.
Venezuela, además, está en moratoria total de su deuda externa, que supera los $140.000 millones, sufre una depresión económica que ha liquidado cerca del 80 % del tamaño de su economía desde que Maduro asumió el poder en 2013, y acumula un déficit fiscal estructural. Ese enorme hueco entre lo que recibe y lo que gasta el Fisco es financiando con la constante emisión de dinero sin respaldo, básicamente para pagar nóminas de millones de empleados públicos y tratar de mantener el funcionamiento mínimo del Estado.
Solamente en el segundo semestre de este año, el tipo de cambio se ha devaluado en 70,5 %, si se toma en cuenta la tasa con la que comenzó julio este mercado paralelo.
Las constantes alzas del dólar ocurren en una economía semiparalizada por años de depresión económica, lo cual se agrava ahora por las restricciones impuestas por el combate al coronavirus. También, el sistema eléctrico ha colapsado, lo que conlleva constantes apagones por racionamientos y accidentes; la industria petrolera ya no aporta divisas duras al Fisco.
Pero otro factor importante que determina el alza del dólar es una virulenta hiperinflación, que está entre las más largas de la historia económica mundial.
En lo que va de año, los precios han subido casi 1.800 %, muy por encima de la velocidad de depreciación del tipo de cambio. Esto supone que en términos reales hay mucho espacio para que siga subiendo el precio del dólar hasta llegar a un punto más cercano a su equilibrio.
También significa que todavía está por verse nuevos repuntes en la inflación, por un proceso de corrección de los precios.
De esta forma, aunque ya esta devaluación constante y sostenida golpea con furia especialmente a los venezolanos más pobres y sin acceso a divisas, resulta que el dólar sigue siendo un bien relativamente barato en el mercado local, lo cual puede sonar como una ofensa a millones que no tienen como llenar ni sus alacenas ni sus estómagos.
Por encima de todo este problema inflacionario subyace un hecho más preocupante: el régimen de Maduro no ha aplicado ninguna estrategia encaminada a atacar las razones macroeconómicas que explican la hiperinflación. Por el contrario, se limita a ofender la inteligencia de millones de venezolanos y afirma que todo es culpa del imperio, de Estados Unidos. No hay en marcha ningún plan de ajustes estructurales para enfrentar esta tragedia económica y social, y ni siquiera hay un economista de quilates en el gabinete, que pudiera hacer algo.