Espectáculos

7 razones por las que debemos ver (y escuchar) Whiplash

Whiplash es la película más íntima de las nominadas al Oscar. A simple vista, se trata de un filme que narra el duelo entre un profesor con unos métodos de enseñanza que rayan en el sadismo y un alumno obsesionado por la excelencia. No posee la pausa reflexiva de Boyhood o la decadencia dramática de Birdman. Los personajes no son heroicos, como en La Teoría del Todo, Selma o The Imitation Game, entonces, ¿por qué está en la competencia? Siga leyendo.

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7- La obsesión

Cuentan que el director de orquesta Carlos Kleiber, considerado como uno de los mejores del mundo, era un obseso de los ensayos. Excéntrico como casi todos los genios, se exilió en Argentina cuando se suspendió el estreno de la ópera Lulú (aunque otros apuntan a su antagonismo al régimen Nazi). No dio entrevistas y cancelaba presentaciones sin dar motivos. Como suele suceder, ese comportamiento no hizo más que alimentar su leyenda. Los boletos se agotaban apenas se pronunciaba su nombre.

Sin embargo, Kleiber no fue un dictador con sus dirigidos, si bien no permitía que extraños asistiesen a las pruebas. “Era un hombre que no decía a los músicos cómo tenían que tocar, ni que tocases fuerte o más piano… Él siempre intentaba explicar lo que él veía en la música que íbamos a tocar. Kleiber era un soñador con el cual uno, tocando música, podía soñar. No hay que olvidar que los músicos tocamos muchas y repetidas veces las mismas piezas, las mismas óperas, pudiendo caer a veces en la rutina y eso es malo para la música. Por ello, si los músicos no tienen ese halo especial de buscar algo especial bajo cada obra, en cada compositor, carecen de lo esencial. Y Kleiber lograba hacer de esa obra una cosa muy especial”, explica el violinista Ángel Jesús García.

Cuando Kleiber falleció en 2004, Ioan Holender, director de la Ópera Estatal de Viena por 18 años, sentenció: “Ha muerto el más importante de los directores contemporáneos. Las actuaciones tan esporádicas de Kleiber se explican porque el director buscaba en el arte lo que nadie encuentra: lo absoluto”.

El diccionario de filosofía tiene una interesante aclaratoria al definir “Absoluto”: el término, literalmente significa suelto, desligado. Se define como lo que excluye toda relación, lo que es independiente, ilimitado y sin restricción alguna. Expresa también, en otro orden de cosas, el carácter despótico o dominante y lo que es general y terminante.

Whiplash es, precisamente, la búsqueda de lo que nadie encuentra, de una obsesión por la perfección a través de un orden despótico. Obviamente, como historia que explota un delirio, necesita saltarse la verosimilitud, exagerando los antagonismos de los personajes principales. Escribe el baterista Antonio Sánchez, quien firmó la banda sonora de Birdman: “Realmente la historia (de Whiplash) tiene muy poco de realismo. Si en estos tiempos hay un profesor que haga esas cosas lo correrían en dos segundos”.

6- Banda Sonora

Una película que narra la relación entre un aspirante a baterista de jazz y un profesor de un conservatorio está obligada a tener una buena banda sonora. Y en efecto, Whiplash no defrauda. Justin Hurwitz, músico que ya trabajó con el director Damien Chazelle en Guy and Madeline on a Park Bench, es el responsable. El sitio especializado enfilme.com despliega en detalle cada tema y además da la oportunidad de escuchar el soundtrack completo: http://www.enfilme.com/resenas/soundtrack/whiplash-musica-y-obsesion.

Como un aficionado muy inculto del Jazz, quedé atrapado con el tema que le da el título al filme y sobre todo con la del apoteósico final: Caravan. La primera pertenece al saxofonista Hank Levy y la segunda al compositor Juan Tizol, aunque quien la interpretó por primera vez fue Duke Elington en 1936.

El veterano Tim Simonec, director y compositor, complementa la titánica labor. Fue el responsable de la partitura de la serie de culto Lost, además de colaborar en Alias, Misión Imposible III, Los Increíbles y Ratatuille. En 1984 le descubrieron un tumor, fue operado y quedó parapléjico. Le habían dicho que no volvería a caminar. No solo lo hace ahora, sino que recuperó el movimiento de sus manos. La probabilidad de retomar la motricidad de las piernas, en esos casos, es de una en diez mil.

5- Conductismo contra determinismo

En el cine, la figura de la autoridad que utiliza recursos poco ortodoxos para conseguir la excelencia de un talento en ciernes tiene un largo historial. Son los filmes bélicos los ambientes donde mejor se desarrollan este tipo de relaciones. Quién no recuerda las palizas que el Sargento Foley (Louis Gosset Jr.) le propina a Zack Mayo (Richard Gere) en Oficial y Caballero. Las películas de acción también son territorio fértil. Las vejaciones de The Bride (Uma Thurman) en Kill Bill, son un buen ejemplo. Por supuesto, hay espacio para otros aires y propósitos: el pequeño Billy Elliot (Jamie Bell) encuentra en el baile un escape tras intensos duelos con Mrs. Wilkinson, la profesora de ballet que interpreta Julie Walters. Y hasta en parodias, como La Escuela de Rock o la delirante Dodgeball, el pretexto de la parábola entre el profesor y alumno funciona para acelerar la comicidad.

En la otra esquina se encuentran las figuras paternales, que acogen a los descarriados para enseñarles un nuevo mundo. La sociedad de los Poetas Muertos, Good Will Hunting o Descubriendo a Forrester funcionan en esa línea. Esto nos lleva a la gran pregunta: ¿la letra entra con sangre? ¿Está en la sangre el secreto del éxito? ¿Es el medio ambiente el que el moldea al talento? Dicho de otra forma, aplicando el contexto de Whiplash, el músico ¿nace o se hace?
Burrhus Frederic Skinner, el galardonado sicólogo que inspiró al personaje del profesor Seymour Skinner de Los Simpsons, desarrolló un concepto que llamó “Condicionamiento operante”. Como firme creyente del conductismo, su postulado asegura que las respuestas que se refuerzan tienden a repetirse, mientras que las castigadas no, o al menos disminuyen.

Skinner plantea que no existe el individuo autónomo. De hecho, ve en la Libertad una amenaza para el aprendizaje. Sin profundizar ni aburrirlos en este punto, es interesante –según esta línea de pensamiento- la posibilidad de que toda conducta humana sea producto del reforzamiento y se fundamente en el aprendizaje durante la educación y la vida diaria.

Si lo anterior fuese completamente cierto, el propósito de Fletcher (J.K Simmons) es loable, independientemente del método (tirar una silla cuando interpretas mal una nota, por ejemplo). Ahora bien, ¿qué pasa si no hay manera de cambiar lo que ya viene defectuoso? En determinado momento de la película, el maestro saca a relucir la herencia genética del aspirante a músico para predecir su fracaso.

El genetista Richard Lewontin, un crítico de la propia rama que estudia, explica en su libro “Genes, organismo y ambiente: las relaciones de causa y efecto en biología”, que la historia del desarrollo de un organismo es la consecuencia única de dos factores: sus genes y las incidencias de los entornos que se ha encontrado a lo largo de su vida. Pero –y he aquí el detalle- esas dos influencias están condicionadas a su vez por eventos que suceden a nivel celular.

Julio Llamas, escritor, articulista, musicoterapeuta, profesor y educador musical, intenta responderlo en su artículo “Recomendación bibliográfica sobre la cuestión: el músico nace o se hace”. Citamos: “La Psicología de la Música ha llegado últimamente a la conclusión de que no se puede considerar “genio” a un buen instrumentista (por ejemplo), sino más bien un “experto”: una persona que ha empleado numerosas horas de estudio para llegar a un nivel de excelencia, pero cuyos mecanismos cualitativos no difieren de los del resto de personas. Otra cuestión importante es ver que la pericia musical depende del contexto social en el que tiene lugar”.

Añade Llamas: “Pero habría que remarcar también que las condiciones innatas (genéticas) sí que van a tener su peso en diferentes músicos (intérpretes, compositores, directores). Sin negar el gran peso sociocultural, hay multitud de factores que van a influir a incidir en que una persona llegue a ser un “experto”, “Virtuoso” o como se le quiera denominar”.

En el sumario de esta nota escribí que Whiplash se trata “a simple vista” de un duelo, vean, ahora, hasta donde nos ha llevado esa aparente simplicidad.

4- Milles Teller

Milles Teller es la revelación de Whiplash. Por supuesto que J. K Simmons está insuperable, pero quien le ha seguido su carrera sabe de lo que es capaz. En cambio, este joven actor, que hasta ahora había mostrado talento para la comedia romántica y la ciencia ficción, impide que esta película sea un monólogo. Muchos otros jovenzuelos, pienso en Shia Labeouf por ejemplo, habrían sucumbido ante la fuerza despótica del interlocutor.

Haber tocado la batería le da mayor credibilidad a su personaje. Sin embargo, es en las pequeñas escenas donde encontramos la complejidad de lo que Teller interpreta. Cuando decide romper su timidez para invitar a una chica a salir o cuando, bombardeado por el aparente éxito del resto de comensales, logra aminorar su pena en base a ironías, son pinceladas de su repertorio.

3- Damien Chazelle

La carrera de Chazzelle es bastante extraña. Firmó los guiones de dos fracasos: El último exorcismo 2 y Grand Piano. Mientras que como escritor de las cintas que dirige, se ha llevado todos los elogios. La primera es la ya mencionada Guy and Madeleine on a Park Bench (2009) y ahora Whiplash. Ambas tienen al jazz como protagonista y no es casualidad.

Chazelle intentó ser baterista de jazz, pero a diferencia del protagonista de su película, entendió rápidamente que no tenía el talento suficiente. Al parecer, el personaje de Simmons está inspirado en un profesor que tuvo en la secundaria. Como sea, con apenas 30 años, su carrera promete. Hasta ahora, experimentar con la cámara no es su fortaleza. Digamos que sus planos son correctos y sabe tomar exactamente lo que quiere para expresar lo que quiere. Eso no es cualquier cosa.
Chazelle no es original y no necesita serlo. Al menos no para la historia que desea contar. Ya muchos han comparado a Whiplash con Blacks Swan de Darren Arobofsky y tiene sentido. El ambiente opresor, el backstage, los detalles sobre la garganta, la espalda, el sudor, la sangre… La tensión inunda la pantalla y salpica a los espectadores, que terminan encalambrados y con necesidad de un relajante muscular.

2- Montaje

Una película se hace realmente durante el montaje. Aquí se corta y se desecha lo que no se desea. El ritmo de un filme se consigue en esta etapa. Y es aquí donde Whiplash sobresale por encima de sus competidoras, incluso supera a Birdman, de cuyo falso metraje continuado tanto se ha hablado. La manera en que los instrumentos entran y salen de primer plano, las confrontaciones, los planos detalle. Todo está mezclado de una manera espectacular hasta llegar al clímax, un real orgasmo visual-musical.

1- J. K. Simmons

Dice el famoso baterista de jazz y fusión, Peter Erskine, que él no existiría ni sus colegas Paul Motian ni Jon Christensen, si un tipo como Fletcher se hubiera cruzado en su camino. “Un director, o líder de grupo o profesor sólo obtendrá resultados si manifiestan y reparten tanto amor como entusiasmo como disciplina”. La reflexión da una idea de cuán enérgico, homofóbico y molesto resulta este personaje que entra por la puerta grande en la industria pop con su inmortal frase: “Not quite my tempo”.
No obstante, donde Simmons consigue su nota más alta no es mientras insulta a sus dirigidos ni cuando muestra sus definidos bíceps para establecer el orden del mando en el Conservatorio. No. Nos pesca cuando le da espacio a la humildad. Ese pequeño detalle –Twist ending lo llaman en el cine- mueve un pie para el giro perfecto. Allí queda en evidencia que ninguno de nosotros, realmente, estuvimos en su tempo.

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