Espectáculos

Jorge Souki: De religioso a nuevo director estrella de RCTV

29 años de edad y ya dirige junto a Javier Vidal, la segunda novela que graba RCTV Producciones para el mercado internacional bajo la marca, el estilo y el diseño de proyecto que siempre han caracterizado a ese canal tan amado y extrañado por los venezolanos. Talentoso, amable, eficaz, pacífico, con una calidad humana que salta a la vista, Jorge Souki se ha ganado el respeto y la admiración del equipo de Corazón Traicionado.

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Fotografía: José Carlos Martínez (Checako) | @checako 

Acompañarlo en su jornada laboral es una experiencia que dista del aburrimiento. La mañana transcurrió entre la dirección de tres escenas en uno de los estudios del canal, en donde la camaradería y buena vibra de sus trabajadores es evidente  y la tarde culminó fuera, en exteriores, mientras se grababa uno de los momentos más importantes de la telenovela. Caridad Canelón y Cristóbal Lander demostraban su talento frente a cámaras.

Jorge Souki, delgado, con un look bastante europeo, jeans, botas negras y chaqueta de cuero, recorría de un lado a otro el lugar de la escena, pensando y pensando cómo dirigiría ese momento legendario que todos los televidentes recordarán. Mientras iba hacia el motorhome, allí estaba una de sus compañeras de trabajo, la actriz y protagonista del dramático, Yelena Maciel. Sin haberle hecho ninguna pregunta me comenzó a hablar de su Director: “Souki (como le dicen por cariño) es un amor, los dos somos escorpio y tenemos personalidades parecidas, creo que por eso nos hemos llevado tan bien y hemos entablado una bonita amistad, es maravilloso trabajar con él,al igual que con nuestro otro Director Javier Vidal, todos los admiramos y queremos mucho”. Antes de que la escena se empezara a grabar, Jorge se sentó a hablar con Caridad y con Cristóbal para darle algunas indicaciones sobre cómo debía desarrollarse ese momento. Al rato se escuchó la palabra ¡Acción! mientras Souki con un monitor enfrente y unos audífonos enormes evaluaba meticulosamente la escena. Se repitió dos veces, la tercera fue la vencida, quedó y quedó fenomenal. Ambos actores abrazaron con cariño y lágrimas en los ojos a su director, le dieron las gracias y alabaron lo bonito que había quedado el trabajo.

«¿Ana viste, te gustó?», él se había empeñado desde la mañana en decirme que yo no me podía ir sin ver esa escena que tanto le emocionaba dirigir. Le dije que no había llorado para no parecer la intrusa intensa, pero que la escena me había conmovido inmensamente. Mi día con Souki había culminado y no podía pedir un mejor final: con lágrimas en los ojos, Caridad Canelón demostraba porque tiene una trayectoria larga e intachable dentro del mundo de la actuación.

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Al comenzar la entrevista confesó que se sentía bastante extraño, estaba poco acostumbrado a hablar sobre él. Normalmente estaba habituado a estar detrás de un monitor y dejar que su trabajo hablara. “No es un territorio natural para mí. Me refiero al de la entrevista personal. Por mucho tiempo, he sostenido, como una certeza, que mi trabajo habla en buena medida de lo que soy. Por tanto, toda esta advertencia, seguramente innecesaria, tiene que ver con que daba por sentado que un director o lo que sea que soy, no habla demasiado de sí; espera que otros lo hagan, a través de unos textos, de unas estéticas, de unos personajes. Debe ser, tiene que ser más interesante lo que diga la actriz del momento en una magazine de farándula que lo que pueda decir un director”, aclara con humildad.

Sus recuerdos más importantes, tienen que ver con su paso por el Colegio La Salle La Colina. “Crecimos en medio de febrero de 1992 y, en el vórtice de nuestro bachillerato, al menos a mí, me signaron profundamente el deslave, la posterior tragedia de Vargas, el paro petrolero y el subsecuente golpe de abril de 2002. En medio de esa circunstancia contextual, dos tensiones jalonaron mis decisiones posteriores: pertenecer a un grupo teatral que me salvó, que me permitió forjar unas seguridades de las que carecía, que me ayudó a crecer con cierta precocidad y, por otro lado, recibir una educación que emplazaba a lo social, a un compromiso en deuda con el pobre, a una obligación, casi en contra de nuestra voluntad, de hacer algo por los demás. Con apenas 16 años, en una familia en pleno exilio a causa de persecuciones políticas, tras romper una relación de noviazgo que yo ponderaba profundísima e instado a decidir qué hacer al terminar el colegio, suspendí momentáneamente una promisoria carrera como director de teatro y me fui 7 años con los Hermanos de La Salle a hacer un trabajo voluntario de educación y promoción de comunidades populares en sectores del tercer mundo. Luego, estudié Ciencias Pedagógicas en la Universidad Católica Andrés Bello. Y circunstancialmente hice unos trayectos de especialización en un período que viví en Roma”.

Su primer trabajo formal, por el que devengó un sueldo, se lo dio su casa de estudios. “No tengo estudios sistemáticos ni académicos que tengan que ver con el escenario, en ese sentido, me considero un empírico. Por las características del trabajo que hice en La Salle, fui maestro de escuela por varios años. Pero mi primer trabajo en el que devengué un sueldo  fue en la UCAB, como profesor contratado, dándole clases a estudiantes del primer semestre. Después y, en paralelo, suspendí aquel hiato existencial que empecé a los 16 años y trabajé en la asistencia de dirección de Luis Fernández y, también, de mi primo, Juan Souki. En un punto, entendí que era importante para mí y para un grupo de amigos, independizarnos laboralmente y empezar con nuestras propias producciones, creíamos que era importante darle trabajo a otros y, así lo hicimos, hasta que me  llamaron de Radio Caracas Televisión”.

Un fortuito corte de pelo

 Corazón Traicionado, el dramático en el cual se desenvuelve actualmente como director, escrito por Martin Hahn y protagonizado por Cristobal Lander y Yelena Maciel, que tiene una trama troncal basada en Hamlet. Es el drama del protagonista que quiere vengar la muerte de su padre, la épica de una madre “capaz de hacer cualquier cosa por su hijo”, tal cual reza el plotline de la historia.

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Cuenta como su entrada al canal fue totalmente fortuita pero poderosa, pues lo hizo desistir, al menos por un tiempo, de sus planes de irse fuera. “Sin duda, es una anécdota curiosa mi llegada al canal  (RCTV). Yo estaba por irme del país a estudiar en una escuela de cine catalana y fui a cortarme el cabello en una barbería que no es mi habitual. En la silla contigua a la mía estaba José Simón Escalona y nunca me di cuenta. Quedé en conseguirme con la persona con quien estaba saliendo en ese momento en esa barbería y, al salir, me reclamó porque no había saludado a José Simón. Yo, insisto, nunca me di cuenta que estuvo ahí. Así que me devolví a saludarlo para que no pensara que era un desplante de mi parte. Y, como si él también estuviera en búsqueda, me dijo que pasara por su oficina en RCTV al día siguiente, lo demás son trámites (….) Es una oportunidad que no dejo de agradecer y que dejó a mi futuro en Barcelona en suspenso, al menos por un buen tiempo”, recuerda.

Para este joven apasionado, los días son largos: “soy más bien nocturno”. La oscuridad de la noche, esa que alerta del cercano amanecer, le inspira, le permite crear. “Es una costumbre que tengo del teatro y que, a veces, no va bien con la televisión. Sé que no puedo llegar después de las 8:00 am. al canal”. Como respuesta al problema, confiesa haber desarrollado la pericia de calcular los tiempos de la actriz que esté apuntada para la primera pauta de la mañana: “dependiendo si es tal o cual, sé que puedo trasnocharme más o menos tiempo”.

Y claro que las jornadas son largas, 24 horas se quedan cortas para Souki:  “dirijo un promedio de 20 escenas diarias lo que significa que casi siempre salgo a las 6:00 pm. del canal. Luego, me toca el trabajo creativo por las noches. En paralelo, escribo para una serie que se está rodando en Miami y trabajo sobre dos guiones cinematográficos. Uno de ellos lo escribimos en un equipo que se reúne todos los miércoles en las noches sin horario de cierre para los encuentros. Por otro lado, voy armando e investigando propuestas de dirección para un conjunto de espectáculos teatrales próximos. Duermo poco en la semana. Eso sí, las mañanas de los fines de semana no existo. Y no dejo de ver teatro. Suelo ir a casi todo”.

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A pesar de las adversidades, Jorge apuesta por el país hasta el punto de pausar proyectos en el extranjero, por fortalecer la industria del entretenimiento dentro de sus fronteras: “Quizá por conclusiones biográficas, personales… los temas que me interesan están en Venezuela”.

«Más que como creador o como artista o como lo que sea en lo que se circunscriba mi oficio, mi situación como hombre está amalgamada estrechamente con la historia, con la vida, con la gente y con el cotidiano de este país. Casi en contra de mí mismo, tengo la urgencia de interpretarnos e interpretarme dentro de este contexto. Prácticamente son las preguntas que acompañan mi trabajo: ¿qué somos? ¿qué queremos? No sé si pudiera tener una materia para la creación en otro sitio. Es decir, respuestas a esas preguntas en el extranjero. Irme de Venezuela era, de nuevo, una escapatoria, una presión circunstancial dadas las pocas posibilidades de construir mi trabajo acá. Me gusta interpretar que cuando me llamaron de Radio Caracas, se estaba fraguando una cierta retribución por mi sesudo empeño de trabajar en Venezuela. No hay arrepentimientos. Como insistía Charles Péguy, ‘la esperanza siempre es pequeña… pero siempre será mi pequeña esperanza’”.

Jorge no se cree grande ni exitoso. La falta de fe se debe quizás a un abuso de las ambiciones o al mero romanticismo. “Que no se me tome por soberbio ni por carecer de capacidades para estar agradecido. En todo caso siento que, si hay tal éxito o tal grandeza, todavía se trata de una empresa individual y no compartida”. Su naturaleza lo acerca a proyectos colectivos, al trabajo en equipo.

“Cuando evalúo los momentos en que he tenido las mayores satisfacciones en mi trabajo, todos han tenido como común denominador: el obstinado trabajo en función de un objetivo, de un tema o varios temas de los que me convenzo que vale la pena hacer algo o decir algo, casi como si se tratara de un asunto vital. Luego, pasado el tiempo, te das cuenta de que, quizá, lo logrado no era tan importante y es, entonces, cuando sé que debo empezar de nuevo”.

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