Espectáculos

Episodio 707: Game of Thrones se queda sin misterios

Todas las teorías, todas las hipótesis, todas las filtraciones se cumplieron, incluso aquellas que se comentaron en esta serie de El Estímulo, en el capítulo final de la séptima temporada. Un episodio que sirvió para terminar los arcos argumentales que han impulsado las tramas hasta ahora, a sabiendas que viene la Gran Guerra y nuevos escenarios.

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No es casual que el director haya sido el mismo Jeremy Podeswa, el realizador de la primera entrega de este año que, decíamos, fue presentado como una pieza de una estructura más grande, como la base para lo que vendría.
En este caso, se trata de un cierre de temporada largo que buscó resolver deudas narrativas y limpiar el panorama para el futuro. Un trabajo bien logrado que volvió a mostrar las falencias del capítulo anterior (¿de dónde salieron las cadenas de los muertos para sacar al dragón?), y se diferenció de otros finales de temporada en algo fundamental: no dejó un cliffhanger claro, sino un anuncio de lo que viene.
Los finales de temporada más impactantes de la serie han dejado incluso en suspenso si personajes emblemáticos viven o mueren, como Jon Snow en su momento. Ahora apenas Tormund y Beric se anotan allí… y lo lógico sería que aparecieran con ojos azules la próxima vez que los veamos.
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Lo mejor del episodio fueron las escenas en Dragonpit, con todos los personajes importantes juntos en un solo lugar. Una ocasión única hasta ahora en la serie, y quizá irrepetible. Unas secuencias que también mostraron un ritmo distinto al habitual, pues era necesario mostrar las reacciones en los rostros de cada protagonista luego de cualquier frase o evento. Ello hizo tartamudear la cadencia del relato, pero era necesario. Por ejemplo, el gesto de orgullo de The Hound al escuchar sobre Arya, o Brienne dejando a un lado el compromiso con la lealtad, su bandera desde que la conocimos, en aras de algo mayor. Una evolución estruendosa para ella en apenas unas líneas.
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El episodio además confirmó una narrativa que se impuso esta temporada: “hay que poner a todo el mundo en el lugar preciso para lo que viene después”… y “esto es televisión”. Los productores David Benioff y D.B. Weiss ya no tienen libros de dónde sacar historias, tan solo la narración que George R.R. Martin les proveyó. Entonces, les ha tocado crear la historia, definir situaciones, y se nota que hacen televisión: tienes unos puntos argumentales que hay que cubrir y conectas unos con otros en seguidilla, incluyes comentarios que son guiños a la audiencia (Jon Snow llamando “Dany” a su reina, por ejemplo) y pierdes la necesidad de que haya demasiada verosimilitud en ciertos momentos.
Por eso no importa de dónde salieron las cadenas. Por eso no importa a qué velocidad están volando los cuervos. Por eso no importa si Gendry tiene un GPS en la nieve que nunca ha visto antes. Por eso no importa si Bran se vio todas las temporadas de la serie y sabe lo que el espectador sabe, pero necesita que Sam le dé una pista antes de descubrir el siguiente giro argumental.

También, como lo habíamos asomado, el último complot de Littlefinger terminó con su garganta desparramando sangre. Gracias a Bran. Así, se cierra la historia de uno de los personajes más interesantes de Game of Thrones, el que justamente pudiera ser quien bautizó a toda la trama.
Donde hay poder, hay mentiras. Sí, la rebelión de Robert Baratheon se montó en una falsedad, pero también la guerra de los Cinco reyes que inició en la primera temporada y duró hasta la tercera. Con Bran en la fórmula, el asunto va perdiendo peso. ¿Podrá el Cuervo de tres ojos descubrir las artimañas de Cersei?
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Por cierto, Lena Headey mostró por qué debe ser considerada la mejor actriz de todo el reparto. Su capacidad histriónica está fuera de toda duda, la mirada, el silabeo de cada palabra, el odio contenido, el horror de ver a un zombi, la actitud frente a los dragones y al retraso de Daenerys, las miradas a Brienne cuando ella ve a su hermano/amante, y hasta la revelación de cuándo ha mentido y cuánto la frenan ciertas verdades. Peter Dinklage también, pero Tyrion debe encontrar qué hacer pues esta fue su temporada más pobre.
Lo que viene
Será una octava temporada de mucha guerra. El Rey de la Noche tiene un dragón y aprendió a dispararlo. Su ejército crece con todos los muertos en Eastwatch. Y se dirige a Winterfell.
Allí, la alianza entre Jon y Daenerys debe solidificarse, y no le faltan retos pues deberán escuchar verdades: Jon Snow es Aegon Targaryen, nieto del Rey Loco, hijo legítimo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark y, por tanto, heredero del Trono de Hierro. Él es el Dragón y el Lobo –el título del episodio–, como también lo es la unión que mostró en pantalla por primera vez a sus padres, como también lo es el coito marítimo entre sobrino y tía.

Los Targaryen se la han llevado bien con el incesto antes, así que quizá ese sea el menor de los problemas. Pero las alianzas militares sí lo serán, y las prioridades por el poder. Él puede tomar los dragones, es verdad. Pero es ella quien los comanda. Ella es su madre.
También, veremos las consecuencias de que Cersei se quede cada vez más sola. Con dinero, ejército y la capital, pero más nada. Y si la profecía se cumple, ni siquiera con cuarto hijo. Jaime Lannister ahora se alista en las filas de los Targaryen –o de los que quieren seguir vivos y ya–, confirmando que ese es el lado con la mayor cantidad de protagonistas.
Pero cuidado, en Game of Thrones no hay buenos ni malos. Hay búsqueda del poder. No olvidemos que Sam deberá enterarse de que Daenerys rostizó a su padre y su hermano, por ejemplo. ¿Cersei es la mujer indicada para ser reina? Conoce el poder, sabe manejarlo, entiende las implicaciones económicas y de alianzas, y hasta ahora no se ha visto que “el pueblo oprimido” quiera alzarse contra ella. Pero no tiene dragones, vaya cosa.
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Apuntes
El último episodio de la séptima temporada mostró el impactante trabajo de vestuario, particularmente en el personaje de Lena Headey y su ejército, también un manifiesto: ya no son armaduras doradas de capa blanca las que protegen al monarca, sino hombres de negro y plata de cara cubierta. Las SS de Westeros.
Además, confirmó el estupendo aporte de Ramin Djawadi, el compositor que ha creado la banda sonora impresionante de cada capítulo. En este caso, uno de los más acertados.
De lo peor, sin duda, Theon Greyjoy y su triunfo en pelea por no tener bolas (atención, políticos venezolanos).
Ahora, a esperar hasta 2018… o más allá. Nicolás Maduro diría que será, como las presidenciales, “cuando lo decida la Constituyente”.
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