Cuando en 1996, Michael Jordan apareció en el equipo de ensueño que Bugs Bunny reclutó para salvar el día, toda una generación de cinéfilos se enterneció. “Space Jam”, de Joe Pytka, asombró por repetir la fórmula de “Quién engañó a Roger Rabbit” (Robert Zemeckis—1988) pero a una escala distinta y en especial, con una sensibilidad nueva. Como si eso no fuera suficiente, agregó a la pandilla de personajes preferidos de Warner, a varios de los grandes deportistas y luminarias de la NBA.
El resultado fue un éxito mayúsculo que encumbró al osado experimento hacía algo por completo singular. Pero en especial, a una manera renovada de entender el cine para niños que también los adultos podían disfrutar. Convertida en un resonante éxito taquillero, con críticas amables y un grupo de fanáticos que crecieron para recordar el film con cariño, “Space Jam” se convirtió en un tesoro simple de la cultura pop.
Por supuesto, para Hollywood, repetir el rentable fenómeno se convirtió en prioridad. De modo que volvió a intentarlo en el 2003 en “Looney Tunes: De nuevo en acción”. Con Joe Dante a la cabeza, la película era una versión menor, mucho menos ingeniosa y definitivamente, mucho menos atractiva que “Space Jam”. Fue un rotundo fracaso.
Eso, a pesar de los intentos de Dante (conocido por “Gremlins”, de 1984) por brindar a la película un aire salvaje y psicodélico. Pero ya fuera porque el viaje a Las Vegas de los Looney Tunes no era otra cosa que simple artificio o porque el gusto por la mezcla de animación y live action había perdido interés, quedó claro que “Space Jam” era fruto de una combinación que difícilmente podría repetirse. Cualquier proyecto futuro relacionado con la premisa cayó en el olvido y Warner decidió no insistir.
Hasta que, de nuevo, la idea de reunir a un grupo de deportistas, referencias pop y personajes animados se convirtió en una posibilidad real. Ocurrió en mitad de una de las grandes reestructuraciones históricas de Warner, que incluye una nueva plataforma de streaming.
“Space Jam: Una nueva era”, de Malcolm D. Lee llega en un momento en que la industria del cine se ve obligada a cambiar forzada por la pandemia y también, cuando una nueva forma de disfrutar lo cinematográfico se prueba en tiempo real. De hecho, la película es otro de los tantos experimentos del estudio, que decidió lanzar la película tanto en salas de cine tradicionales como en su plataforma online.
La cualidad híbrida del film parece resumir un trayecto incómodo para los grandes estudios y quizás también explique la urgencia de Warner por crear un triunfo de taquilla y crítica prefabricado. Pero el resultado en pantalla resulta decepcionante y demuestra que Warner falló de nuevo en la forma y en el fondo.
Sí, pero no
“Space Jam: Una nueva era” se convirtió, sin embargo, en un éxito de taquilla. Incluso, destronó a “Black Widow”, de Marvel, de la preferencia del público en salas. Se trata de un logro de considerable importancia. La producción protagonizada por Scarlett Johansson es la primera de la franquicia marvelita en llegar a la pantalla grande en casi año y medio.
Además, la secuela de “Space Jam” asumió el riesgo de intentar repetir un acierto de la original: hacer que una película experimental que mezcla live action y animación, además de ídolos deportivos, resultara exitosa. Lo logró, en la medida rn que la película tomó los puntos más altos de la primera y los reversionó a una dimensión nueva. El regreso de los personajes de Warner en un universo de referencias cada vez más amplio y caótico, reverdeció el concepto central de la propuesta.
Pero la película resultó una decepción para buena parte de la crítica especializada y para la fiel audiencia que volvió a los cines. Aunque la premisa es la misma, hay algo artificioso y potencialmente confuso en la forma en que Warner desarrolló el nuevo argumento.
Lo que en 1996 parecía un audaz experimento sin demasiadas pretensiones, terminó por convertirse en un estilo propio. Había algo de inocente en la forma en Pytka mezcló a los queridos Looney Tunes, con un equipo de estrellas deportivas. El resultado fue satisfactorio para todos los gustos y logró ganar identidad propia, a pesar de la posibilidad de que la multiplicidad de referencias fuera contraproducente.
Sin embargo, la película tenía algo a su favor: la originalidad. El ejercicio sencillo de combinar dibujos animados con los astros de la NBA, tuvo un resultado ingenioso. De modo que “Space Jam: Una nueva era”, tenía el extraño compromiso de mantener vivo ese espíritu. Además, agregar todo un acelerado recorrido por las mitologías modernas y disfrutar de la libertad de mostrar nuevos ángulos de una historia conocida.
No solo no lo logró, sino que el resultado parece ser artificioso y desagradable al punto de que tuvo críticas negativas casi unánimes. Las más amables insisten en que la película es una “mala copia” de la original. Las más agresivas señalan que el exceso de referencias terminó por destruir la dinámica de chistes y buen humor de su predecesora. ¿En qué falló la película? Más bien, cabría preguntarse cuál fue el error en un delicado equilibrio que parece incapaz de sostener en esta ocasión.
Una caída al desastre
Lo sorprendente de la lluvia de malas críticas que ha recibido “Space Jam:Una nueva era”, es el hecho de que todas apuntan a que el problema es la ruptura de algo fundamental: la inocencia.
“Space Jam: Una nueva era” es un monstruoso experimento que falla a todo nivel. Siguiendo la usual tendencia de Hollywood de doblar la apuesta en las secuelas, es más ruidosa, costosa y larga que la original. Aumentar el universo de Warner hasta niveles imposibles, al parecer ha creado una versión más relacionada con el éxito corporativo. Y por extraño que parezca, allí radica su fracaso.
Porque lo que fue en 1996 una jugada magistral e inesperadamente brillante de referencias de todo tipo, en el 2021 es un juego cargado de trampas. “Space Jam: Una nueva era” se esforzó hasta el límite por crear una experiencia en la que Warner se convierte en el centro del argumento. Tanto, como para traer todo tipo de rostros, voces, guiños, pero sin la tensión o el ingenio suficiente para resultar divertido.
Lo más desconcertante: la película carece de humor. O al menos, no el humor trivial, hilarante y accesible de su primera parte. El film es una promoción descarada y sin límites a la propiedad intelectual de Warner Bros. Como ocurrió en “Ready Player One”, de Steven Spielberg, el excesivo uso de material de referencia diluyó a la película en una mezcla inconsistente de información. De gran celebración a la cultura pop, “Space Jam” se convirtió en una simple colección de clichés sin demasiado interés.
Nada que aportar
Los críticos también comentaron que a diferencia del deslumbrante, encantador y amable Michael Jordan de la original, la leyenda de la NBA LeBron James carece de carisma. De hecho, el equipo entre Looney Tunes y celebridades deportivas, en esta ocasión sabe a poco.
Es la crítica de The New York Post, la que parece poner el dedo en el lugar sensible de este fracaso monumental: “Mientras LeBron recluta a su equipo, Warner Bros. nos hace ver un largo anuncio de HBO Max, Mad Max, Austin Powers, Rick y Morty, Batman, Harry Potter, Casablanca y más aparecen en la pantalla en un montaje. Una manera de presumir sobre el extenso catálogo del estudio. Es una de las muchas estrategias del director Malcolm D. Lee para evitar desarrollar personajes o tener escenas divertidas”.
¿Cuándo la meta referencia y los guiños a la cultura pop son demasiados? Al final, con su 32% de críticas positivas en Rotten Tomatoes y una calificación de 3,7 / 10 en IMDb, la película es un fracaso de crítica. Pero también, una lección. A veces, demostrar el poder que tienes en Hollywood puede ser una forma de romper un delicado diálogo con el público. Y ese parece haber sido el caso de “Space Jam: Una nueva era”.