Opinión

FVF: hágase responsable y encuentre soluciones

Venezuela en el último lugar de la clasificación en Suramérica. Tercera derrota consecutiva y desazón. ¿Quién le responde a los fanáticos que se ilusionan en cada juego de la Vinotinto? Es hora de ofrecer soluciones que vayan más allá de designar a un técnico

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La selección de Venezuela tiene una enfermedad que se llama irresponsabilidad federativa. Eso es lo que tendría que mejorar para que pueda competir en Suramérica. Contratar técnicos extranjeros y llamar a jugadores con experiencia en el fútbol europeo no son más que pañitos calientes ante la metátasis que se vive puertas adentro.

Basta ver los siguientes números de la cuenta de datos futbolísticos de Soccer Data Venezuela, antes del partido contra Paraguay, para comprender por qué a la Vinotinto le cuesta tanto sumar alegrías en las eliminatorias rumbo a Catar 2022:

Mientras desfilaban técnicos y se acumulaban derrotas, las oficinas de Sabana Grande vivían su propio Juego de Tronos. Tras la detención de Rafael Esquivel por corrupción, quedó una presidencia dividida en funciones entre Laureano González y Jesús Berardinelli. Se retiraría el primero por salud, dando pie al interinato del segundo.

En una seguidilla de hechos desafortunados, Berardinelli murió por complicaciones asociadas a la covid-19 mientras era investigado por falsificación de documentos. Regresó González al mando de la Federación Venezolana de Fútbol, bajo la figura de Junta Normalizadora.

En este contexto de novela latinoamericana, el «vacío de poder» fue ocupado por Jorge Giménez, quien fue escogido en una proceso cuestionado, en el pasado mes de mayo. Hombre supuestamente de negocios, de pasado dirigencial en el fútbol venezolano con el Deportivo Lara, rápidamente enfrentó lo que significa ser el presidente de la FVF: dar la cara por deudas pasadas. Por incumplimiento de contrato (14 meses sin recibir un euro), Jose Peseiro dio la espantada.

Justo o no, así quedó bautizada la administración de Giménez. Respondió con el nombramiento de su amigo, Leo González, como interino y la promesa de un técnico de experiencia internacional para más adelante. ¿Con el cambio de nombres en la dirección técnica se solucionará la enfermedad de la selección venezolana? De ninguna manera.

En Venezuela, la pirámide está invertida. La gente siente como fútbol lo que ocurre con la Vinotinto y no así con el torneo de los equipos que representan a cada región y de dónde al final de cuentas salen hombres como Eduardo Bello, del que tanto se habla después del partido contra Paraguay y el propio Yeferson Soteldo, solo por mencionar a los dos más destacados del último choque. Pero también Oscar González, un lateral natural, posición que tantos dolores de cabeza había generado a otros estrategas.

Entonces la conclusión es obvia: para que salgan más jugadores que se conviertan en soluciones para los técnicos que han de llegar, se debe potenciar ese campeonato. Sin embargo, con equipos endeudados, como Trujillanos, Zamora, Mineros, Atlético Venezuela y un largo etcétera, es imposible que un torneo sea competitivo y sin un torneo competitivo, es imposible que los jugadores pulan los defectos para que, en un futuro, sean «elegibles» para la Vinotinto.

Cuando hablamos de ser competitivos no es solo que el torneo sea de menos y mejores equipos, es que cada franquicia desarrolle sus categorías inferiores como se exige en el fútbol de elite: con canchas adecuadas y entrenadores formadores que influyen en la manera como un jugador, por ejemplo, baja un balón, pasa, se asocia, o se perfila de cara al arco.

¿Un ejemplo a seguir? Independiente del Valle, un equipo que con apenas 12 años en la primera división de Ecuador, suma un título internacional (Copa Sudamericana de 2019) y dos subcampeonatos (Copa Libertadores de 2016 y Recopa Suramericana de 2020). Adquirido por un multimillonario Michel Deller, el modelo del club se basa en la estructuración de las categorías base y la adquisición de la totalidad de los derechos de los futbolistas que ya estaban en la institución.

Y no es solo el primer equipo, la categoría inferior ha estado en las cinco ediciones de la Copa Libertadores sub-20, con un título (2020) y un subcampeonato (2018). El apoyo incluye programas de entrenamientos, capacitaciones para entrenadores y asesoramiento en dinámicas de formación. Esto le ha valido que los muchachos quieran formarse aquí y no en los tradicionales Nacional, Liga de Quito y Emelec, por ejemplo. El mediocampista Gonzalo Plata, una de los últimas joyas que aprovecha la selección, salió de aquí.

El equipo cuenta con residencias para los muchachos, canchas para entrenar, nutricionistas y todas las comodidades para que se concentren en lo importante: jugar. Esta realidad choca con la de los equipos venezolanos, acostumbrados a vivir con las cuentas en rojo. De hecho, si un jugador se queja por incumplimiento de pago, regularmente pasa al ostracismo en Venezuela. Es una especie de pacto entre los clubes.

A la par de mejorar la liga, la FVF tiene que revisar qué se está haciendo mal con su principal producto: la Vinotinto. En una charla en la que participé hace poco, el analista Ignacio Benedetti contaba que en el ente federativo no se lleva ningún registro de los talentos juveniles que participan en las selecciones menores. «Ni una carpetica», explicaba.

Hacer seguimiento a los talentos jóvenes te permite potenciar su trayectoria. Si no sabes quién es tu próximo Salomón Rondón, ¿cómo esperas que no llegue con deficiencias para rematar, marcar o asociarse una vez que llega al equipo absoluto? El talento silvestre es de admirar, pero de corta trayectoria si no se corrige.

El Centro de Alto Rendimiento fue una buena idea, mal ejecutada. No es necesario un monstruo faraónico para que los jugadores entrenen. Solo necesitan canchas en buen estado. Entre más existan en el país, no solo habrán más jugadores sino espacios para que las selecciones puedan trabajar según lo que les exija cada fecha (altura, calor, frío, etc).

La revisión de la FVF tiene que ser profunda. ¿Funciona el comité que evalúa los procesos de los estrategas de las selecciones menores y mayores? Si es así, ¿qué dicen? ¿Cómo es posible que cada vez que hablan de buscar un estratega aparecen nombres y estilos tan disímiles? ¿Hay semejanzas entre Miguel Ángel Russo, Sebastián Beccacece o Jorge Sampaoli, los técnicos de antes y ahora que sonaron para la selección? Es más, ¿a qué se quiere que juegue la selección nacional?

Todas las preguntas anteriores deben formar parte de una amplia discusión. Se hace imperativo tener un horizonte. ¿Qué se quiere? ¿Para qué? y ¿cómo? Hasta ahora, todos los presidentes han convertido a la FVF en una caja chica. Se imponen gustos personales para escoger a los técnicos o se aceptan intermediarios que ofrecen estrategas con condiciones, por decir lo mínimo, que rayan en la ilegalidad. Giménez tiene la oportunidad de acabar con esto. De esto, y de ofrecerle, por primera vez en la historia de la especialidad, una hoja de ruta a los venezolanos que se ilusionan con cada fecha FIFA, a pesar de los malos resultados.

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