Historias íntimas

Alida Acosta, rodando carrucha a los 64 años

Esta vecina de El Retiro, en Altagracia, muestra la importancia de conservar los juegos tradicionales, aunque se crean en el olvido. A su edad, su alma joven sigue prefiriendo un raspón adrenalínico a una vejez sin incentivos

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Daniel Hernández

Con voz dulce, pausada, y «64 años rodando» Alida Acosta no tiene miedo de lanzarse por las curvas de El Retiro, en la parroquia Altagracia, y ser emblema de una tradición que ya poco se practica como lo son las carruchas.

Son muchas las historias que renacen cuando se escucha hablar de las competencias de carruchas. Automáticamente la gente revive la experiencia de cerrar una calle y lanzarse a medianoche, luego de las misas decembrinas, por las bajadas destinadas para tales fines. Son muchas las historias y sus orígenes se remontan a hace más de medio siglo. Algunos aseguran que nació en Los Andes venezolanos, sin embargo, en todo el país hubo quien construyó y montó carruchas. Y lo cierto es que el alma joven de Alida Acosta aún prefiere un raspón adrenalínico a una vejez sin incentivos.

La primera vez que Alida Acosta se lanzó en una carrucha tenía seis años. Hace nueve se reencontró con este juego y desde entonces no se ha bajado de la tabla. Fotos Daniel Hernández

Alida Acosta, quien tiene dos hijos y tres nietos, dos de los cuales están bajo su tutela, recuerda que hace casi 60 años su papá la llevaba a casa de su abuela donde guardaba la carrucha que ella y sus hermanos usaban para lanzarse por las calles de Petare.

“Hace, uff, cincuenta y picote de años uno se lanzaba en carruchas, con la tabla, cuatro rolineras y su mecate. Yo me acuerdo que yo tenía 6 años y me llevaban para Petare, que no era la población que es ahorita. Allá vivía mi abuela y había una carrucha porque mi papá nos la escondía para que nosotros no nos lanzáramos aquí (en Altagracia) por los carros y el peligro. Yo me lanzaba en Petare. Tenía seis años, ni estaba en la escuela. Yo era chiquita y recuerdo que mi tía me bajaba de la carrucha y me metía a regañadientes».

Alida es la que guía la carrucha y va al frente, porque sabe frenar

Y recuerda que cada cual hacía sus carruchas. «Mi papá les hacía las carruchas a mis hermanos. Era como algo muy personal. Quien no tuviera una carrucha o unos patines Winchester no estaba en nada. Los patines Winchester eran de metal que se adaptaban al pie. Uno le ponía cartones o papel periódico y se lanzaba. Cuando esos patines se dañaban, que era difícil que se dañara un patín, pero cuando se dañaba, la gente lo guardaba y con eso se hacían carruchas”, explica Alida.

¡Allá va Alida!

Hoy por hoy, cada diciembre, y desde hace 9 años ya, Alida Acosta compite en la “Calle de los Niños” en las carreras de Carruchas El Retiro en la parroquia Altagracia, organizadas por Edwin Acevedo, quien durante todo el año se encarga de construir las carruchas y las guarda en su casa hasta el día de la competencia.

Para Alida, los dolores articulares, ni las penas, ni su edad, son impedimento para hacer algo que le llena el corazón de alegría, la vida de sonrisas y de sanas enseñanzas que siembra en sus nietos.

Para Alida, su día más especial del año es el de la competencia de carruchas. Además de la adrenalina es la oportunidad de reencontrarse con personas con las que creció en El Retiro

Sin miedo y con resolución, Alida cuenta que primero se crearon las competencias para los niños, pero después empezaron por categorías. “Entonces cuando las hicieron para adultos estábamos varias adultas, no tan adultas como yo, pero había muchachas de otoño, pues, y nos entusiasmamos”, comenta con especial gozo porque no sólo tuvo el ímpetu para probar esta actividad nuevamente sino que asegura que se divirtió.

“Yo me lancé y me divertí como nunca. Esa adrenalina que tú sientes cuando vas en esa bajada y, ajá y ahora qué. Yo no sabía como frenar y, sin embargo, me metí ahí contra un carro. Metí los pies y quedé con los pies pa’rriba y eso fue apoteósico. Una se divirtió y todo el mundo gozó, y no me pasó nada. Yo estortillada de la risa, le agarré el gusto y dije ‘tengo que aprender a frenar’. Entonces empecé a practicar en El Panteón y enseñé a mis nietos a frenar. Ahora me lanzo sin miedo”, sentencia.

Alida le enseñó a sus tres nietos a lanzarse en carrucha «y ninguno le tiene miedo», asegura

Alega que, aunque las carruchas solo salen en diciembre por el ruido, ella se “caletea” su carrucha y se va para El Panteón o la Cota Mil y le enseña a sus nietos la proeza de montarse en ella.

El mural de Alida y su carrucha

El año pasado, Alida fue seleccionada para ser la imagen de la Fundación Carruchas El Retiro. Ella dice que no lo entiende, pero esa casualidad de la vida y el ojo del fotógrafo que logró captarla en una de esas carreras, con uno de sus nietos, ha sido un gran aliciente para ella. Cree fielmente que en estos tiempos, donde la tecnología si no se usa adecuadamente puede ser dañina e invasiva, los juegos tradicionales como las carruchas, las perinolas, los trompos y el pisé pueden ser aliados beneficiosos de la infancia moderna.

“La foto la promocionaron para los 10 años de las carruchas El Retiro. Pusieron varias fotos, las llevaron a votación y gané yo, pues. Entonces me hicieron un mural aen la casa que guarda las carruchas. Bien bonito. Bello. Y me pintaron las medias del mismo color”, dice. Comenta que es algo que los llena de orgullo y alegría cada vez que pasan por el mural y se ven pintados ahí.

El mural de la casa de las carruchas muestra a Alida con uno de sus nietos

Para Alida, las carruchas y los juegos tradicionales son una forma de mantener el vínculo especial que ha creado con sus nietos y aunque la primera vez que se lanzó le quedaron “ los glúteos como una berenjena” no se detiene, pues es una actividad que para ella tiene un valor más humano que cualquier otra cosa.

Asegura que el día que se realizan las carreras de carruchas los vive a plenitud, deja todo preparado desde el día anterior y disfruta de la oportunidad de ver a sus nietos competir, de hacerlo ella así llegue en segundo lugar, de bailar con los grupos musicales, de compartir y volver a ver la unión entre todas las personas con las que ella creció y que algunos, que ya no viven en la zona, se reencuentran ese día.

“Este año fue lo único bueno que me pasó. En mi casa hubo covid, hubo pérdida física, hubo mucha depresión, hubo mucha soledad. Yo perdí a mi papá este año y a los 21 días perdí a mi hermano más querido. Fue muy fuerte. Entonces las carruchas fueron como drenar muchas cosas, como liberar todo. Ese día, compartimos con gente que tiene mucho tiempo sin ver, que se ha mudado de aquí pero vienen a ver el evento. Es gente con la que me crie, así que aprovecho de compartir y recordar. Eso pasa una vez al año y  yo no me lo puedo perder porque es como decir que ese es mi día, independientemente del mural y de la propaganda. Yo trato de que sea un día para mí, un día muy especial”, sentencia compungida.

Alida asegura que estos juegos no pueden perderse y quisiera que cuando ella ya no esté, sus nietos puedan mantener viva esa herencia cultural.

“Yo quiero que ellos recuerden que eso se los enseñó su abuela. Los tengo a mi cargo porque mi hija no está en Venezuela y trato de enseñarles los pocos juegos que puedo, los pocos que recuerdo. Al frente hice un pisé y todo el que pasaba brincaba el pisé. Nosotros nos reímos. Eso da alegría y emociona mucho verlo. A mí me emociona ver que mis nietos se lanzan en carruchas y que ninguno tiene miedo”.

Alida con dos de sus nietos en la puerta de su casa
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