Internacionales

Sombras sobre la Ciudad Luz y sobre el mundo

Lo que sucedió en París es asunto de todos quienes vivimos en este planeta. No sé si ya estamos en guerra mundial, o si está a punto de empezar.

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Mi abuelo Raphaël Branger Semidei era ciudadano francés, aunque nació en Venezuela. Hizo servicio militar y estudió en Francia y siempre se sintió muy orgulloso de su origen galo. Cuando yo era una niña, siempre me hablaba de París, donde vivió varios años. Me enseñó a cantar La Marseillaise con la mano puesta en el corazón. Recuerdo la emoción que sentí la primera vez que visité Francia, la misma emoción que he sentido cada vez que he regresado.

Pero hoy no quiero hablar como descendiente de franceses. Quiero hablar como ciudadana del mundo. Porque lo que sucedió en París es asunto de todos quienes vivimos en este planeta. No sé si ya estamos en guerra mundial, o si está a punto de empezar.

El fundamentalismo (no solo islámico) ha cobrado infinidad de vidas en todas las épocas. Pero es increíble que en pleno siglo XXI continúen con esas posturas extremas. La Europa civilizada de hoy está llena de musulmanes con creencias y costumbres de ayer. Por supuesto, no se puede decir que todos los musulmanes son malos, ni fundamentalistas. También hay europeos y de otras nacionalidades convertidos al Islam que militan en ISIS y en otros grupos radicales como Al Qaeda, Al Nusra, Hezbollah, Hamás y otros. Pero… ¿cómo reconocer si un musulmán es fundamentalista?

Hace menos de un mes asistimos a dos ponencias magistrales del Profesor Gabriel Ben Tasgal, experto en temas árabes y del Medio Oriente. Contrario a lo que piensa la mayoría de las personas –el tema es harto complicado- para los musulmanes el principal problema no es Israel. Su principal problema lo tienen entre ellos mismos y radica en si son suníes o chiíes. Los suníes y los chiíes se odian. La pelea, que comenzó hace mil años, es por el poder en el mundo islámico: si descienden de Mahoma (línea de sangre, los chiíes) o si son descendientes de los miembros del clan de Mahoma, los suníes.

Explicaba el Profesor Ben Tasgal que para un musulmán mentir en beneficio del Islam no es una falta, porque Mahoma durante su vida mintió tres veces. ¿Cómo saber entonces si es o no verdad lo que dice un musulmán? Es imposible saberlo. Europa está llena de musulmanes y es la única población creciente en muchos de sus países. Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, expulsaron a los moros de España. Hoy no solo es España. Europa entera está invadida por musulmanes.

Con los sucesos de Francia se ha sabido que hay otros objetivos, como Washington, Roma y Londres. Que “recuperarán” Andalucía y cualquier otro territorio que haya sido ocupado por el Islam, pues estos forman parte de la «Casa de Dios» o «Morada del Islam». Lo que no es parte de esa “Casa de Dios” es la «Morada del Demonio» o la «Morada de la Guerra”. Geopolíticamente, el Islam divide el planeta entre estas dos moradas, sin zonas de neutralidad. Ante esa división de la raza humana, hay poco o nada que se pueda negociar, porque para ellos este punto no es susceptible de transacción. Para los no islámicos, la opción -si hubiera una invasión o toma por parte de los grupos islámicos radicales- es convertirse o morir.

Encima, los radicales islámicos son suicidas, de manera que los atentados de bombas humanas pueden suceder en cualquier lugar, en cualquier momento. ¿Qué hacer? Ya Francia bombardeó Raqqa, la capital del Estado Islámico en Siria. Parece que la única solución es violenta. Que Dios nos agarre confesados. Aux armes citoyens, formez vos bataillons…

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