El papa Francisco presidió este domingo el Jubileo de los presos, en el que tildó de hipócrita considerar la cárcel como «único camino» para quien «se equivoca» y reclamó a las autoridades «un acto de clemencia» para reinsertar a algunos reos.La segunda jornada de este Jubileo dedicado a los reclusos comenzó en horas de la mañana de este 6 de noviembre con una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano, en la que participaron mil reclusos de doce países acompañados por familiares, capellanes y personal penitenciario.
Ante ellos Francisco denunció la hipocresía que a menudo lleva a considerar la prisión como única alternativa para una persona que se ha equivocado y ha delinquido.
«A veces, una cierta hipocresía lleva a ver solo en vosotros personas que se han equivocado para las que el único camino es la cárcel. No se piensa en la posibilidad de cambiar de vida, hay poca confianza en la rehabilitación», dijo en su homilía.
Esa conducta, a juicio del pontífice, hace que las personas olviden que «todos somos pecadores» y, en muchas ocasiones, «prisioneros sin darnos cuenta» de prejuicios y de lo que denominó «ídolos de un falso bienestar».
«Cuando uno se mueve dentro de esquemas ideológicos o absolutiza leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad no se hace otra cosa que estar entre las estrechas paredes de la celda del individualismo y de la autosuficiencia, privados de la verdad que genera la libertad», advirtió.
Por esa razón, apuntó que «señalar con el dedo a quien se ha equivocado no puede ser una excusa para esconder las propias contradicciones».
El pontífice se dirigió a los presos para recordarles que ante Dios «nadie puede vivir sin la certeza de encontrar el perdón» por lo que les instó a «no encerrarse en el pasado».
«La historia pasada, aunque lo quisiéramos, no puede ser escrita de nuevo. Pero la historia que inicia hoy, y que mira al futuro, está todavía sin escribir (…) Aprendiendo de los errores del pasado, se puede abrir un nuevo capítulo de la vida», afirmó.
No obstante, llamó a los detenidos a no perder la esperanza, que puede «iluminar con su luz el presente, muchas veces turbado y ofuscado por tantas situaciones que conllevan tristeza y dolor».
Pero sobre todo subrayó la importancia de la fe, que según explicó, ha permitido pronunciar la palabra «perdón» incluso en medio de «condiciones humanamente imposibles».
«Personas que han padecido violencias y abusos en sí mismas o en sus seres queridos o en sus bienes. Solo la fuerza de Dios, la misericordia, puede curar ciertas heridas», sostuvo.
Y agregó: «Donde se responde a la violencia con el perdón, allí también el amor que derrota toda forma de mal puede conquistar el corazón de quien se ha equivocado».
Terminada la eucaristía en el interior de la basílica, Francisco presidió como cada domingo el rezo del Ángelus mariano en la plaza de San Pedro, en la que también estuvieron presentes los presos -25 de ellos españoles- y sus acompañantes.
El pontífice, asomado a la ventana del apartamento papal, reclamó «una justicia penal que no sea exclusivamente punitiva» y llamó a las autoridades civiles competentes a llevar a cabo «un acto de clemencia» para que algunos reos puedan ser reinsertados en la sociedad, siempre y cuando su condición penal lo permita.
«Someto a la consideración de las autoridades civiles competentes la posibilidad de cumplir, en este Año Santo de la misericordia, un acto de clemencia hacia aquellos presos que sean considerados idóneos para gozar de esa medida», dijo tras el Ángelus.
También realizó un llamamiento «a favor de las condiciones de vida en las cárceles, para que se respete plenamente la dignidad humana de los detenidos».
Una reclamación compartida por los organizadores de una manifestación que, convocada por el Partido Radical, recorrió las calles del centro de Roma para pedir una amnistía que descongestione las cárceles italianas y que hizo acto de presencia en la plaza.
Con este acto, uno de los últimos del Año Santo Extraordinario, que tocará a su fin el próximo 20 de noviembre, el papa ha expresado su preocupación por una realidad que le preocupa, la que se vive en las prisiones de todo el mundo.
Muestra de ello fue la confesión que hizo durante su homilía en la misa: «Cada vez que entro en una cárcel me pregunto por qué ellos y yo no».
«Todos tenemos la posibilidad de equivocarnos, todos», zanjó.
El Estímulo
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