Internacionales

La coartada

Justo en la noche en la que el público general lo reconoce, “al fin habló como un Presidente de todos”; el día en que tranquilizó a la opinión pública, “tuvo un tono inspirador y no insultó a nadie”; en su primer discurso frente al Congreso estadounidense, del cual salió más airoso que nunca: esa noche dio la muestra.Más allá de la criminalización de los inmigrantes y la falsificación de cifras, más allá de las políticas nacionalistas que quebrarán más temprano que tarde la economía, incluso por encima de esa obsesión con diabolizar lo foráneo (“las empresas de otros países abusan de nosotros”, “los extranjeros vienen a gastarse la plata de los contribuyentes”, “los refugiados terminan siendo los protagonistas de los ataques terroristas”). Escondido en la grandilocuencia de esa América que se cree predestinada para la grandeza, al final se dejó escuchar.

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trump
Texto: Julio Tupac (@juliotupac) / Foto: AP / Jim Lo Scalzo

“From now on, America will be empowered by our aspirations, not burdened by our fears –-inspired by the future, not bound by the failures of the past –- and guided by our vision, not blinded by our doubts”.

Uno o dos minutos antes de culminar, cuando su discurso se edulcoraba con verdades pseudo religiosas y patrióticas, Trump anunciaba que “de ahora en adelante, Estados Unidos se empoderará por sus aspiraciones, no cargado de nuestros miedos, sino inspirados en el futuro; no limitados por los fracasos del pasado, y guiados por nuestra visión, no cegados por nuestras dudas”.

Parece una nimiedad, pero no lo es. Parece retórica, pero ahí está la gran amenaza frente a la que nos enfrentamos: la ejecución de la duda. Parece una frase poética, pero hay más que lírica en ella. Trump no convive, no tolera, no bienviene, no conoce la duda.

Su punto de vista es el que es. Cuestionarse le parece un anatema. Lo que él llama “habilidad para negociar”, es la imposición del más fuerte o, lo que es peor, el truco del más vivo.

Pero dudar nunca. Para él, bien lo ha dicho, la duda es ceguera, es oscuridad. Ahí está el peligro. El peligro de la democracia y de la libertad, el peligro de la civilización.

No dudan los tiranos, los ignorantes, los militares, los religiosos. Pero de la duda nace el conocimiento. De preguntarse si no será todo lo que vemos, sabemos y conocemos, distinto de lo que pensamos. De la duda nace prestar oído a lo que piensa el otro. De la duda nace sentirnos iguales.

Un Presidente que le promete a su país un futuro sin dudas, es un presidente que promete la paz de lo predecible, el orden del fuerte, no uno que llama a la creatividad en la libertad, donde las contradicciones, la beligerancia y la diferencia nos hace repensarnos permanentemente.

Por eso no acepta la mirada de la prensa. Porque quien dude de él, no está en su bando. Quien ponga en cuestionamiento lo que él ve, es que no ve.

De modo que lo que Trump vende como la raíz, el tercer ojo, la esencia de su fortaleza, es, en sí, el mayor riesgo para quienes viven en Estados Unidos, sin contar con las consecuencias en el planeta. Responsabilidad ésta, por cierto, que ayer Trump se negó a aceptar. “Yo soy el líder de Estados Unidos”, dijo, “no del mundo”. Lo que sin malicia puede traducirse en: como le vaya a los demás, nos importa poco. Una postura deleznable para quien preside el país más potente del orbe.

Pero ¿quién lo convence de lo contrario? Dudar, como en la Edad Media, ya no forma parte del glosario del poder en Estados Unidos.

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