Nacer en La Guajira, en el extremo noreste de Colombia. puede ser una suerte. Los niños wayuu aprenden bailes y el pastoreo de chivos desde temprana edad, así como a montar burro y a sobrevivir en el desierto. Pero en los últimos años, los niños wayuu también han tenido que aprender a luchar con la falta de alimento y de agua. Sus ancianos les cuentan que antes había lluvias suficientes para la siembra y los chivos, que los wayuu podían sobrevivir meses en el desierto sin tener que adquirir nada de las ciudades cercanas.
Pero esos tiempos han cambiado. El cambio climático afecto profundamente las fuentes de agua, ya no llueve como antes, se redujeron los jagüeyes (lagunas) y las mineras locales contaminaron el único río de la región. La única opción son los pozos construidos por el gobierno hace décadas. En 2017, 45 niños wayuu fallecieron por causas relacionadas con la desnutrición y la falta de agua. Y otros 16 han fallecido en el primer trimestre de 2018 por la misma causa, según el Instituto Nacional de Salud de Colombia. A pesar de que el gobierno local destinó 213.000 millones de pesos para paliar la situación, el dinero parece no llegar a las familias que más lo necesitan.