Los equipos de rescate lograron sacar a 11 personas con vida de los escombros, entre ellas un bebé, dos niños y un hombre de 33 años, quienes fueron ingresadas en hospitales de la región con heridas de diversa consideración. Un niño de tres años que fue rescatado en estado gravísimo pasó por una cirugía durante el día y se encontraba estable.
Algunos de los residentes de la comunidad resultaron heridos sin gravedad y recibieron cuidados médicos en el propio lugar y fueron liberados. No obstante, diez personas tuvieron sus vidas segadas después de que parte de la cumbre del Morro da Boa Esperança se viniera abajo y enterrara a seis viviendas que estaban habitadas en el momento del siniestro. Entre los fallecidos figuran un niño, dos ancianas, un hombre de 37 años, una mujer y un bebé de 10 meses.
El estado de Río de Janeiro, en especial la ciudad de Niteroi, se vio golpeado en los últimos días por fuertes lluvias y estaba en estado de alerta. «Llovió mucho en los últimos dos días. Niteroi estaba en estado de atención y alerta de acuerdo con el área y las comunidades estaban avisadas de esa situación, con recomendación de buscar locales seguros», resaltó Robadey.
Según un balance parcial de los bomberos, al menos cuatro personas seguían desaparecidas después de más de 15 horas de rescate, pero la corporación aún trabajaba con la posibilidad de encontrar supervivientes bajo los escombros. «Nosotros siempre trabajamos con esa posibilidad (de encontrar supervivientes).
Tenemos todo el cuidado de realizar el trabajo de rescate, que es realizado prácticamente casi todo de manera manual, contando con la posibilidad de encontrar personas con vida», expresó el comandante en una entrevista en directo a la cadena televisiva Globo News.
Entre bomberos, agentes de la Defensa Civil, asistentes sociales y voluntarios, más de dos centenares de personas ayudaban en los trabajos de rescate, que se extenderán noche adentro.
Tras la tragedia, el acceso a decenas de viviendas fue bloqueado por cuestiones de seguridad, por lo que fueron instaladas tiendas de campaña a los alrededores de la región y una base de apoyo fue montada en una escuela para acoger a los desabrigados, así como donaciones destinadas a quienes perdieron todo en el deslizamiento.
El alcalde de Niteroi, Rodrigo Neves, afirmó que el Morro da Esperança no era considerado un local de alto riesgo geológico, pero algunos de los moradores denunciaron que «todo el mundo sabía que eso iba a pasar». Rosemary Caetano da Silva, madre y abuela de al menos cuatro de los heridos, dijo a la televisión local que la «Defensa Civil llegó a bloquear las casas» y que «tomaría providencias», pero denunció que ninguna medida fue llevada a cabo.
Asimismo, el experto en gestión de riesgo, Gustavo Cunha Mello, destacó para la misma cadena televisiva que Brasil «aún no aprendió a solucionar ese tipo de tragedia» y subrayó que «existen soluciones» para ello, pero falta «acción» por parte de los gobernantes. Mientras en Río de Janeiro centenas de personas trabajaban contra el reloj para localizar y rescatar posibles supervivientes, en el estado de Espíritu Santo, también en la región sureste de Brasil, más de 360 personas quedaron desabrigadas por las fuertes lluvias que golpearon a 73 de los 78 municipios de ese estado.
Las tormentas son habituales durante la primavera y verano brasileños, por lo que, cuando sumadas a los desniveles del terreno geológico del país y a las construcciones irregulares en las cuestas de los montes, suelen producir corrimientos de tierra que, en muchas ocasiones, resultan ser fatales. En una de las peores catástrofes de ese tipo, en 2010, alrededor de 300 derrumbes en los cerros en Río acabaron con la vida de más de 250 personas, 48 de ellas en el Morro do Bumba, un antiguo vertedero sobre el cual se construyó una favela.]]>