Se desconoce si el agresor se suicidó o fue muerto por la policía en el hospital Mercy en el sur de la ciudad, dijo un portavoz policial.
“La ciudad de Chicago perdió a un doctor, a un asistente farmacéutico y a un agente de policía, quienes se ocupaban de sus asuntos diarios, haciendo lo que amaban”, dijo el alcalde Rahm Emanuel mientras intentaba contener el llanto. “Es desgarrador para el alma de nuestra ciudad. Es el rostro y las consecuencias de la maldad”.
La serie de eventos que dieron lugar al tiroteo comenzaron con una discusión en el estacionamiento del hospital entre el agresor y una mujer con la que tenía una relación sentimental, dijo la policía.
Cuando un amigo de la mujer intentó intervenir, “el agresor se levantó la camiseta y mostró una pistola”, dijo Eddie Johnson, jefe de la policía de Chicago.
El amigo de la mujer corrió al hospital a pedir ayuda y segundos después comenzaron los disparos: el agresor mató a la mujer con la que discutía, a la que Johnson se limitó a describir como una empleada del hospital.
Cuando llegaron los agentes, el sospechoso abrió fuego contra la patrulla y corrió al hospital. Los policías iniciaron la persecución.
Dentro del hospital, el agresor intercambió disparos con la policía y “le disparó a una pobre mujer que salía del elevador” antes de ser muerto a balazos, comentó Johnson.
El policía fallecido fue identificado como Samuel Jimenez, quien se integró al departamento en febrero de 2017 y recién había completado su periodo de prueba, dijo Johnson.
No se difundieron de inmediato las identidades de las otras víctimas ni del agresor.
Las tomas de televisión mostraron a varias personas, incluidas algunas con bata blanca, que caminaban por un estacionamiento con los brazos en alto.
Jennifer Eldridge estaba trabajando en una farmacia del hospital cuando escuchó tres o cuatro disparos que parecían provenir del exterior. En segundos colocó una barricada en la puerta, según lo había practicado en los simulacros por si hay un atacante activo. Luego hubo seis o siete disparos más, ahora mucho más cerca, justo afuera de la puerta.
“Podía captar que él ya estaba dentro del vestíbulo. Se oían gritos”, recordó.
La puerta se sacudió, y Eldridge creyó que era el agresor que intentaba entrar. Unos 15 minutos después, calculó, un miembro de un equipo especial de la policía tocó en la puerta, ingresó y se la llevó. Miró al piso y vio sangre, pero ningún cadáver.
“Tal vez fueron 15 minutos, pero parecieron una eternidad”, le dijo a un reportero.]]>