Han pasado 14 días desde el inicio de la propagación de las llamas en el norte de California. Los desaparecidos pasaron de 870 a 563, una cifra que varió en los últimos días debido a la confusión por la búsqueda de cuerpos en la localidad de Paradise, arrasada por las llamas. Este número había incluso alcanzado los 1.276 el sábado.
Desde el 8 de noviembre 83 restos mortales han sido hallados entre los escombros que dejó el fuego.
El incendio se propagó por la intensidad de los vientos en la región montañosa de la Sierra Nevada que alcanzaron hasta los 84 kilómetros por hora.
La intensidad de los vientos fue un pésimo augurio para el departamento de bomberos forestales que no vieron una lluvia desde mayo de este año.
Desastre anunciado
El capitán Matt McKenzie del Departamento de Bomberos y Protección Ambiental en la sede de Jarbo Gap se despertó con el sonido de las agujas de pino en llamas golpeando el techo del edificio.
Desde allí pudo observar como el cañón del río, un lugar inaccesible y no pavimentado por donde se expandía el fuego, la última vez que se intentó llegar a un lugar similar a un camión le llevó una hora para avanzar una milla, enviarlo, pensó, sería una sentencia de muerte para todos los bomberos.
La propagación por el cañón era la pesadilla para lo que siempre había entrenado y advirtió: “Esto tiene el potencial de ser un incidente mayor”.
Mckenzie pidió la evacuación del poblado de Pulga y solicitó tanques de agua, maquinaria y equipo de respuesta contra incendios.
El viento cada vez más fuerte se levantó con el viento y amenazó varios poblados. McKenzie solicitó tanqueros, helicópteros y aviones que pudieran mitigar el fuego desde arriba. Le dijeron que debía esperar pues los transportes aéreos no vuelan sin la luz o si el viento es muy fuerte, y el incendio creció en el Campo Creek Road.
Las personas atrapadas en el enclave de Concow murieron y las casas en el tope de la montaña en Paraíso ardieron antes de que la flota de helicópteros y tanqueros pudieran levantar vuelo.
Para el atardecer 30 kilómetros habían arrasado la montaña y se había convertido en el incendio más destructivo y mortal en la historia de California. Concow y la localidad de Paradise ya no existen.
El caos tras las llamas
Según las autoridades un problema a las 6:15 am en la línea del alto voltaje de la compañía de Gas y Electricidad del Pacífico cerca de la represa Poe generó unas series de chispas que generaron un pequeño incendio que se reportó a las 6:29 am.
Los equipos de socorro se preparan ahora para fuertes lluvias previstas para el resto de la semana, lo que debe ayudar a apagar el incendio, pero podrían provocar repentinas inundaciones y arrastrar restos humanos.
El incendio bautizado “Camp Fire”, que destruyó 62.000 hectáreas y más de 13.500 casas desde el 8 de noviembre, estaba contenido en 85%.
Los sobrevivientes, las llamadas de emergencia y los testimonios de los oficiales demuestran el caos que vino con el incendio, un plan de evacuación que quedó corto, residentes sin preparación para escapar y rutas de salida que se convirtieron en trampas mortales con árboles quemados que cerraron vías y obligaron a cientos de personas a abandonar todo y huir del fuego a pie.
Las llamas se movieron tan rápido que muchas poblaciones fueron consumidas antes de poder informarle a la gente que debían dejarlo todo. Algunos ciudadanos no pudieron reaccionar, desde el momento que vieron las llamas hasta el intento de dejar sus casas que eran destruidas en menos de cuatro minutos.
Hoy McKenzie y los otros bomberos siguen luchando contra las llamas. Al volver solo quedan casas derruidas, plástico y goma quemada, metal doblado, madera chamuscada, restos de víctimas del fuego y muchos sueños rotos. Los bomberos se preparan para el próximo desastre mientras las llamas aún siguen sin dar tregua.
Con información de AFP y LA Times]]>