El canciller ruso, Serguei Lavrov, consideró que la administración de Trump, que reconoce a Juan Guaidó como presidente interino, busca un pretexto para una intervención armada, como el de activar un canal humanitario.
«Trabajamos con todos los países preocupados como nosotros por la idea de una injerencia militar», declaró en Wuzhen (este de China), durante una reunión trilateral programada desde hace tiempo con sus homólogos chinos e indio.
«Creo que Estados Unidos debería escuchar lo que piensan los países de la región», añadió Lavrov.
Washington declaró que no descarta ninguna opción, incluida la militar. Y el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, dice estar «seguro» de que «los días de Maduro están contados».
Unos cincuenta Estados reconocieron hasta ahora a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Nicolás Maduro cuenta por su parte con el apoyo de Rusia y de China. Esta última puede temer que un régimen dirigido por la oposición no reembolse los miles de millones de dólares que Pekín prestó a Caracas.
Washington pedirá esta semana el voto en el Consejo de Seguridad de la ONU a una resolución que permita la entrada de la ayuda humanitaria. Rusia debería utilizar su veto.
Esta ayuda comprende toneladas de alimentos y medicamentos, enviados esencialmente desde Estados Unidos a petición de Juan Guaidó.
Pero los camiones cargados de estos productos de primera necesidad tuvieron que dar media vuelta el sábado, ante un bloqueo en la frontera ordenado por el gobierno y que terminó degenerando. Al menos cuatro personas murieron y varios cientos resultaron heridas.
China, tradicionalmente a favor de una política extranjera basada en la no injerencia, se abstuvo de tomar partido en la actual crisis política que sacude el país latinoamericano.
«La cuestión venezolana es por naturaleza un problema interno en Venezuela», declaró el miércoles Wang Yi, el ministro chino de Relaciones Exteriores, haciéndose eco de los comentarios de su homólogo ruso sobre una posible intervención militar.
Además llamó a respetar las «normas de base de las relaciones internacionales» y de la «soberanía» de los Estados.