Poco después del ataque, ocurrido cerca de una zona residencial chií, docenas de jóvenes chiíes se manifestaron en Quetta exigiendo más seguridad a las autoridades y la detención de los responsables del atentado.
«Parece que el objetivo era la gente de la comunidad (chií) hazara”, explicó el jefe de policía Abdur Razzaq Cheema, señalando que algunos heridos presentaban un pronóstico crítico.
Según Mir Ziaullah Langau, el delegado del gobierno en la región, el suicida llegó caminando al mercado y acabó con la vida tanto de suníes como de chiíes.
Ningún grupo se atribuyó de inmediato la autoría del ataque en el vecindario de Hazarganji, pero insurgentes suníes reclamaron en el pasado la autoría de actos similares contra chiíes, a quienes consideran apóstatas que merecen morir.
Entre los fallecidos había al menos ocho chiíes, además de un soldado paramilitar y otras siete personas, dijo el jefe policial. Cuatro paramilitares que custodiaban el mercado de fruta y verduras resultaron heridos.
Imágenes de la televisora local mostraron varias tiendas dañadas y al menos un vehículo paramilitar. Un hombre herido contó a reporteros desde la cama de un hospital que escuchó una fuerte explosión antes de recibir el golpe.
El líder de la comunidad hazara, Qadir Nayil, pidió al gobierno una mejor protección para los chiíes.
«Una vez más, nuestra gente era el objetivo y, una vez más, tendremos que enterrar a nuestros seres queridos”, manifestó. “Exigimos al gobierno más seguridad y que todos los implicados en el acto terrorista de hoy sean encontrados y castigados”.
El primer ministro de Pakistán, Imran Khan, y el presidente, Arif Alvi, condenaron el ataque en sendos comunicados y reiteraron que esto no debilitará “la determinación de la nación en la lucha contra el terrorismo”.