Medio Ambiente

Orugas venenosas: hay en toda Venezuela y erradicarlas causaría desequilibrio ecológico

Expertos indicaron que no se trataba Lonomia obliqua, sino de una Dirphia sp, que también es tóxica. En esta nota indicamos por qué son importantes para el ecosistema megadiverso de Venezuela y cómo podría mejorarse la convivencia con estas especies

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Durante los últimos días ha saltado a las matrices de la opinión pública caraqueña una suerte de alarmismo local en torno a la proliferación de una oruga venenosa que puede llegar a intoxicar a quienes tengan contacto directo con ella, causando síntomas que se agravan según la condición de las personas expuestas.

Los primeros reportes en las redes sociales mostraron fotografías de la especie y hasta asomaron una clasificación taxonómica errada. La Lonomia obliqua –también conocida como el gusano de la muerte– creó una atmósfera local de miedo, conmoción y desinformación en algunas personas sustentada en el radiobemba y nada más.

Pero inmediatamente los expertos en el área apagaron la alharaca con argumentos y bases fundadas en años de investigación. Voces como las de la ONG Provita o el Museo del Instituto de Zoología Agrícola “Francisco Fernández Yépez” de la Facultad de Agronomía de la UCV (MIZA UCV) ofrecieron detalles que dieron luces sobre lo que realmente ocurre y calmaron las aguas.

¿Hay una oruga venenosa en Caracas?

No hay una sola y no están solo en Caracas, se emplazan y distribuyen a lo largo y ancho de todo el país, y las más venenosas, clasificadas como Lonomia achelous, se concentran principalmente en el sur y el oriente del país, según un estudio de Belsy Guerrero, bióloga del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

Presencia de Lonomia Achelous en Venezuela.

Pero la realidad con respecto a la matriz de opinión surgida en los últimos días, causante de una alarma local en la ciudad capital y especialmente en las redes sociales, es que no hay indicios de una situación emergente asociada a alguna cepa de gusanos venenosos que demanden suero antiveneno lonómico polivalente en grandes cantidades.

En principio, la especie que tanto revuelo causó y que fue caracterizada como Lonomia obliqua no era tal, sino otra que expertos como MIZA UCV clasificaron como Dirphia sp., también tóxica, y sobre la que el infectólogo Julio Castro señaló que “hasta el momento no hay evidencia de que esté ocurriendo algún fenómeno fuera de lo normal”.

Pero esta matriz de opinión sirve para ofrecer algunos comentarios generales sobre los ecosistemas urbanos venezolanos y la forma en que la sociedad ha alterado su dinámica natural.

Venezuela megadiversa

Venezuela es un país tropical y, al mismo tiempo, megadiverso; esto significa que sus procesos atmosféricos están regidos por patrones de precipitación casi permanentes y que las temperaturas promedio no presentan estacionalidad como en las latitudes medias septentrionales y meridionales.

Asimismo, el carácter megadiverso hace de Venezuela un territorio acreedor de una amplia gama de especies bióticas que enriquecen su escenografía paisajística. Las orugas y gusanos forman parte de la biodiversidad venezolana y constituyen distintos eslabones de las cadenas tróficas. Erradicarlas de forma masiva a causa de una matriz de opinión basada en rumores implica dejar a los controladores biológicos que se alimentan de ellas sin suministros dietéticos, y esto implica una alteración del equilibrio ecológico y de los patrones de comportamiento de la biodiversidad, especialmente de la avifauna urbana.

Para Luis Fernando Navarrete, herpetólogo del Instituto de Medicina Tropical de la UCV, es importante que exista una divulgación adecuada con respecto a estas especies, tanto por la amenaza que pueden representar para los seres humanos como por los posibles usos que se les puede dar, y especialmente por los servicios ambientales que ofrecen, pues es un cuadro similar al que existe en torno a las serpientes y escorpiones en Venezuela¹.

Por su parte la doctora Carmen Faviola Sánchez, bióloga de la Universidad de Los Andes, considera que una proliferación de orugas y gusanos venenosos en la ciudad respondería al avance desproporcionado y no planificado de la mancha urbana que invade cada vez más ecosistemas.

“Se ha perdido un gran porcentaje de bosques secos, bosques siempreverdes y arbustales secos, que son el hábitat natural de estas especies, además la luz por faros también incrementa su presencia en zonas residenciales”, comenta Sánchez.

El cambio climático como agravante

Las prácticas de deforestación que se suscitan en varias ciudades del país, especialmente en Caracas², alteran el equilibrio del medio físico e intensifican los procesos de desplazamiento de algunas especies a otros espacios que no son su hábitat natural. La deforestación en espacios urbanos provoca islas de calor y esto altera el comportamiento no solo de las orugas y gusanos venenosos, sino de controladores biológicos como los murciélagos (Rhynchonycteris naso) y las zarigüeyas (Didelphis albiventris), dándole margen de maniobra a especies invasivas consideradas plagas que pueden representar un problema para las personas.

El cambio climático, traducido en el aumento generalizado de las temperaturas e intensificado con los niveles de reflectancia y absorción de calor de la infraestructura gris, aumentan exponencialmente esta realidad y la solución ante ello pasa por la puesta en escena de prácticas ecológicas como el saneamiento de cuencas intraurbanas, incorporación de infraestructura verde y fomento de la movilidad peatonal y en bicicleta.

Por otra parte, algunas técnicas que pueden ayudar a mantener alejadas a las orugas y gusanos venenosos de espacios frecuentados por personas son el cambio de luces foco amarillo por luz blanca con paragua apuntando hacia abajo y prácticas de control lumínico, uso de mallas en los exteriores de las viviendas, reforestación intensiva y, en casos extremos, erradicación controlada. Pero el principio que debe privar ante todo es la educación ambiental.

Parte de la educación ambiental a la que debe someterse la sociedad venezolana incluye la desestigmatización de especies como las orugas y gusanos venenosas.

Un ejemplo de ello es el geoportal³ de iNaturalist y CONABIO, el cual funciona como un mapa interactivo gestionado por los mismos usuarios, quienes al toparse con algún ejemplar de oruga o gusano tienen la posibilidad de fotografiarlo y compartirlo en la plataforma, para que los expertos lo inventaríen y le den orden taxonómico. Prácticas como éstas robustecen la cultura ambientalista que tanto necesita Venezuela.

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