Migración

Adilem Díaz: La barquisimetana que vive y se presenta en Hengdian

Cada noche Adilem Díaz forma parte de un show llamado “el tour de las flores” que se presenta en un teatro de Hengdian, en China. Allí básicamente hace lo que comenzó a practicar desde los 8 años, el nado sincronizado

Adilem Díaz
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Cuando Adilem Díaz, atleta de nado sincronizado en Venezuela, decidió emigrar a China aceptó ir a una ciudad cuyo nombre nada le decía. Otras compañeras del mundo deportivo estaban allí, actuando en un espectáculo para turistas, principalmente. Terminó contactándole un primo que había emigrado antes.

La barquisimetana recibió de un solo golpe las dos noticias: sí había sido contratada y su viaje aéreo era en menos de 24 horas, pero ello no le impidió festejar y despedirse de sus amigos y familiares en Barquisimeto. De eso han transcurrido tres años. Literalmente mientras bailaba hizo las maletas.

Hengdian de China, la ciudad a la que llegó Adilem, es considerada la meca del cine de este país asiático. Allí está el que en este momento se considera el mayor estudio cinematográfico del mundo, pero ella no lo sabía entonces ni aquello influyó en su decisión. Ir con un trabajo asegurado, y la certeza de que gente que había conocido en Venezuela ya estaba instalada en aquellas latitudes, le bastó.

Cuando hablé con Adilem en la entrevista que le hice para Radio Migrante me dijo que todos los días y a lo largo del día se mantiene en comunicación constante con su familia en Venezuela. La mensajería de WhatsApp es la vía usada. Pese a la diferencia horaria tan ancha entre Hengdian y Barquisimeto, se mantienen al día con los “chismecitos” como los definió a esos intercambios familiares cotidianos.

“No me hagas llorar”, me dice al otro lado del teléfono durante la entrevista cuando le habló de las arepas. La comida venezolana es algo que extraña, aunque ha encontrado paliativos. Ella junto a sus compañeras también venezolanas llevan a la ciudad la anhelada harina de las arepas, con ellas también hizo hallacas en la primera navidad que pasó en tierras lejanas.

Cada noche Adilem forma parte de un show llamado “el tour de las flores” que se presenta en un teatro de la ciudad. Allí básicamente hace lo que comenzó a practicar desde los 8 años, el nado sincronizado. El show del cual forma parte, y que también incluye clavados que hacen otras nadadoras, es visto fundamentalmente por turistas.

Aunque ha resuelto el cómo hacer arepas, para esta barquisimetana aún hay una parte que le falta, el queso fresco para el relleno. Los quesos no son los mismos, no son tal como los conoció y saboreó en Venezuela. Hengdian es una ciudad pequeña, en comparación con las metrópolis chinas. En 2011 cuando despegaban los proyectos cinematográficos allí, The Wall Street Journal le definió como un pueblo.

Justamente la presencia de la industria cinematográfica, con grandiosas locaciones y réplicas de diversas edificaciones, han sido un atractivo turístico.

Unos cinco millones de personas pasan por Hengdian cada año. De esta industria del ocio se benéfica Adilem y las otras venezolanas que participan de los shows.

Cuando le pregunté por lo más exótico que había visto, entre los lugareños, en materia de alimentación me habló de las patas de gallina: “Te las encuentras por todos lados, las venden en paquete como si fueran papitas fritas”.

Antes de que la pandemia le cambiara la vida, como a todos en todo el planeta, Adilem y las otras venezolanas en Hengdian eran abordadas por los lugareños, quienes a través de señas les pedían tomarse fotos. Aquellas caribeñas resultaban llamativas entre los chinos: “Nos miraban como unas extraterrestres”, me contó.

La distancia social que se impuso luego de la COVID-19 le puso fin a estos intercambios que tenían lugar cuando visitaban el centro.

Adilem, al igual que otras personas que entrevisté con posterioridad, se decanta rápido cuando se le pregunta por el momento del año en el cual extraña más a Venezuela. Diciembre, la navidad, las reuniones familiares en esas fechas.

“Aun estando lejos, las hallacas están, eso no puede faltar”, sintetiza su apuesta navideña en estos tres años. Me contó que en el primer año ella y sus compañeras “compramos todo”. Con el paso del tiempo descubrieron la existencia de otra venezolana, dedicada a la cocina en una ciudad cercana. Se decantaron por las hallacas encargadas.

“En la última navidad me compré 10 para mi solita” y según me confesó cada día se fue comiendo una hallaca. Diría yo que fue administrando el sabor de la nostalgia.

Acá pueden escuchar la entrevista que le hice a Adilem Díaz:

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