Migración

Bitácora del Darién a Estados Unidos: un pintor se juega la vida con su hijo

Migrar jamás estuvo en los planes de Henry Martínez hasta que la crisis le dio el empujón para atravesar el Darién con su hijo mayor. Su testimonio es una bitácora de precios elevados y enormes riesgos que ayuda a entender lo que está en juego

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Pocos días después de llegar a Estados Unidos, Henry Martínez* ganó sus primeros 560 dólares. Lo hizo con su trabajo de siempre, con el oficio que conocía desde mucho antes de su asombro al poner pie en Columbus, la capital de Ohio.

Henry llegó a Estados Unidos sin saber el idioma, la dinámica social ni las reglas. Durante tres días -y tras dos meses y medio de cruzar fronteras– finalmente tuvo una certeza: solo tenía que pintar. Rápido y uniforme. Mezcló pinturas tal como lo hacía en casa. Comprendió los horarios y tenía claro cuándo y cuánto iba a cobrar. Se trataba de hacer lo mismo que le permitió avanzar en su país natal hasta hace pocos años.

Lo que ganó era menos de la mitad de los 1.300 dólares que le quedaron debiendo unos clientes por el último trabajo que hizo en Venezuela. Esperó por ese dinero durante meses y en ese tiempo, llevando a cuestas la insistencia de su hijo mayor para migrar, tomó la decisión: “Me voy de Venezuela”.

No dudó porque ya lo había intentado todo. Como pintor contratista buscó proyectos, pero nunca se concretaron o simplemente no salían. Vendió una de sus camionetas para invertir en un pequeño negocio de víveres y charcutería familiar, pero no prosperó. “Me lo comí. Se me fue en comida para mis chamos”, dice.

Henry trabajó durante muchos años en el área de albañilería, pero se especializó como pintor porque fue oficio que le enseñó su tío. Así pasó a ser pintor contratista en Venezuela, pero la crisis económica hizo que la frecuencia de las ofertas disminuyera significativamente. Antes de migrar, no facturó ni una sola vez. Ilustración: Daniel Hernández | @danielimagengrafica

Lo último que hizo fue poner las cosas de mayor valor a la venta: “Me tocó vender la camioneta que me quedaba para viajar y gran parte de mis herramientas. Dos compresores de aire, dos máquinas de soldar, cuatro esmeriles, 15 escaleras de diferentes tamaños, un hidrojet, dos bicicletas de montaña, dos taladros. Todo para cubrir los pasajes”.

Cuando Henry salió de Venezuela tenía 42 años. Durante su travesía migratoria cumplió 43.

Han pasado cinco meses desde entonces. Henry llegó a Estados Unidos junto a su hijo el 26 de septiembre de 2023. Ambos forman parte de las más de 266 mil personas venezolanas que entraron a este país durante el año fiscal 2023, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés).

De Venezuela a Colombia: el inicio de la travesía

Caracas, Venezuela.- Primer día de ruta: viernes 18 de agosto de 2023. Objetivo: salir de Venezuela.

Antes de dejar su casa en Turumo, una urbanización de la parroquia Petare, en Caracas, Henry reunió 2.400 dólares para hacer posible el viaje migratorio que emprendió con su hijo, Carlos.

Armó el plan con los testimonios y advertencias que le dieron familiares que viajaron un año antes de la misma forma. Un consejo se repetía: “Hay que estar pilas”.

Lo siguiente era comprar un pasaje de autobús que los llevara desde Caracas a San Antonio del Táchira, una ciudad fronteriza con Colombia. Cada pasaje les costó 40 dólares en el terminal de La Bandera, donde le “hablaron claro”: “Te explican que, con el mismo pasaje que uno paga se puede incluir un carrito por puesto que te cruza para Cúcuta. Te dan las dos opciones”.

Por supuesto, tomó el paquete completo y viajó más de 12 horas hasta su primera parada.

San Antonio del Táchira, Venezuela.- Segundo día de ruta: sábado 19 de agosto de 2023. Objetivo: moverse de Cúcuta a Medellín.

Henry bajó del bus en Táchira y cruzó a Cúcuta sobre las 2 de la tarde del sábado. No lo interrogaron ni le pidieron el pasaporte. Y mejor así, porque no lo tenía. Para conseguir este documento, un ciudadano venezolano debe esperar por lo menos tres meses por una cita en el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) y cancelar en bolívares el equivalente a 200 dólares, una cifra inalcanzable para miles de personas porque el salario mínimo mensual es de 3,60 dólares.

Desde octubre de 2022, Migración Colombia permite que venezolanos ingresen a su país solo con la cédula de identidad si van a permanecer poco tiempo en los municipios fronterizos. Aunque esta facilidad está dirigida sobre todo a los venezolanos que se mueven de forma pendular entre los países por razones laborales, comerciales o educativas, también es aprovechada por quienes planean migrar por la Selva del Darién.

Migrar fue una decisión que surgió de la necesidad de brindarles una vida mejor a sus hijos más pequeños, uno de 14 años y otro de 6, y a su esposa. Henry jamás se había separado de su familia. Ilustración: Daniel Hernández | @danielimagengrafica

Así fue como Henry tomó el por puesto que le prometieron en Caracas. Al llegar, fue directo a la terminal para comprar su pasaje a Medellín: pagó 25 dólares por cada boleto.

Luego se dio cuenta de que había perdido 300 dólares, una tragedia para su ajustado presupuesto: “Esa plata a mí se me perdió pagando los pasajes o la comida, no sé si me envolvieron o di plata de más”.

Como Henry aprende rápido, desarrolló una estrategia para evitar que algo así le volviera a ocurrir: “Yo agarré mi plata e hice rollitos de 400 dólares y encima le puse un billete de bolívar y papel, como un caramelo. Luego los metí en condones y en un pote de crema Nivea. Me quedé con lo que iba a gastar en el bolsillo”.

Salió de Cúcuta a Medellín a las 6:00 pm. Sin tráfico el viaje tendría que durar 12 horas, pero no fue el caso.

Medellín, Colombia.- Tercer día de ruta: domingo 20 de agosto de 2023. Objetivo: llegar a Necoclí.

Henry es parco con los detalles de su traslado hasta Medellín. Llegó a las 2 de la tarde del domingo y desde allí continuaría hasta Necoclí. En ese último punto lo esperaría Jhonson Reyes, el mismo hombre que guió a un amigo de un sobrino que ya estaba en Estados Unidos.

Contactaron a Reyes desde Medellín y por vía telefónica indicó los pasos a seguir: el primero era conseguir a otras personas que también quisieran cruzar el Darién, y enviar las fotos de las caras de cada uno y sus datos personales para meterlos en una lista de los que iban a viajar en la lancha de Necoclí al primer campamento. En su caso, se unieron cuatro jóvenes y juntos siguieron la ruta.

Atravesar el Darién: lo duro inicia después de Colombia

Necoclí, Colombia.- Cuarto día de ruta: lunes 21 de agosto de 2023. Objetivo: cruzar al campamento #1 en Acandí.

Henry, su hijo y el resto del grupo pisaron Necoclí el lunes a las 6:00 am y de inmediato llamaron a Johnson, quien los llevó a comprar comida y equipamiento para la selva.

Reyes explicó el procedimiento: cada migrante debía pagar 330 dólares por el paquete, que incluía un almuerzo, un desayuno y una cena. Transporte en lancha desde Necoclí hasta Acandí, con una parada para hacer trasbordo a otra lancha y finalmente arribar a puerto. También estaba el pago de un motocarro que los llevaría hasta el “campamento de bienvenida”, y otra carrera hasta el segundo campamento, donde se pernocta para entrar a la selva al siguiente día.

Además, el guía asignaba 100 mil pesos colombianos a cada uno para comer en el campamento base, donde otro guía los esperaría para tomarse una foto individual y confirmar a Reyes que estaban seguros.

“Claro, él (Jhonson Reyes) saca su parte y la otra plata se la da a otro guía en el muelle”, explica Henry.

Henry no chistó y pagó lo necesario: 660 dólares por él y su hijo. Aunque, según un reportaje de The New York Times publicado en septiembre de 2023, el presupuesto puede duplicarse dependiendo de las “comodidades” que ofrecen otros paquetes, como el traslado de bolsos individuales o el uso de caballos para movilizarse.

El viaje hasta Acandí duró una hora y 30 minutos: “Cuando te montas, te ponen un brazalete y cuando llegas al campamento te dan otro como constancia de que no te van a robar ni hacer daño”.

Sobre el segundo campamento hace esta descripción: “Este campamento es grande. Hay una carpa inmensa para instalar una carpa pequeña dentro. Ahí hay de todo… Pizzerías, restaurantes, mesas de pool, no hay bar porque no permiten bebidas alcohólicas ni drogas. Todo tipo de armas te las quitan y si te pillan, te devuelven”.

En este espacio fue donde Henry pasó la noche y calcula que había más de 300 personas esperando lo mismo que él: empezar a subir las lomas.

Acandí – Darién, Colombia.- Quinto día de ruta: martes 22 de agosto de 2023. Objetivo: superar primer día de selva.

6:00 am. Henry y su hijo recogieron su carpa y escucharon las recomendaciones de los guías, que llevaban camisetas identificadas según su rol: guía o mochilero. Luego entonaron el himno nacional de Venezuela y después inició la salida.

“Uno ahí va escoltado por 150 guías, que ellos lo que hacen es pararse en diferentes puntos para vigilar que lleves el camino bien o si te pasa algo, ayudar”, explica Henry.

Selva adentro, confirmó lo que le comentaban sus familiares y amigos: todo es un negocio.

El servicio de caballo para quien no quiere caminar cuesta 100 dólares hasta la entrada de la última loma. Los mochileros de bolsos o niños cobran 100 dólares hasta la frontera con Panamá. Instalar una carpa tiene un valor de 10 dólares en los campamentos de las lomas. Una comida de los negocios activos va desde los 8 dólares. Si hay wi-fi, se cobran 1 o 2 dólares por hora -y este es el mismo precio para cargar la batería del celular-.

“No es tan difícil subir, pero hay que tener mucho cuidado. Yo soy un hombre adulto, pero una mujer, un niño, o un discapacitado, corren más riesgo de muerte. Una persona que tenga problemas o tenga sobrepeso también”, dice Henry sobre este recorrido, que en su opinión fue el menos complicado.

Sin embargo, toda la dinámica cambia cuando se llega al punto de la bandera, la última loma y la división entre el territorio colombiano y el panameño: “A 20 o 30 metros de llegar a la bandera, cada uno de los guías te corta el brazalete y te dice: “Bueno, de ahí para allá vas con Dios porque de ahí para allá ya estás en territorio panameño”. Te pueden robar los indios, las mafias panameñas. Ellos no tienen que ver contigo. Se acaba el paquete”.

Al pintor le explicaron que una vez allí lo que queda es seguir un camino de basura, en especial estar atento a unas bolsas azules que marcan la ruta segura: “Las bolsas rojas o negras que se ven al caminar marcan los caminos peligrosos, pero esas no [las bolsas las azules]”. Esas «pistas» las van dejando otros migrantes por el camino.

Si bien por muchos años la gente tardó entre tres o cinco días para cruzar este punto de la Selva del Darién, la realidad ahora es muy distinta. Por ejemplo, el primer día de travesía, él y su hijo lograron llegar al campamento de los guardias de Panamá tras 14 horas de caminata.

Una de las razones que explica la reducción de las jornadas es que el flujo de migrantes ahora es mayor y los habitantes de Acandí y Necoclí, que son las regiones más cercanas al lado colombiano de la selva, vieron que hacer la ruta menos compleja -que no significa menos peligrosa- podía asegurar mayores ingresos. Uno de esos cambios es que algunas lomas cuentan con escalones o mecates para apoyarse.

Los números que ha recogido la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de Panamá lo confirman: entre agosto y septiembre de 2023, 157.214 migrantes cruzaron el Darién, casi el doble de los datos registrados en 2022. Del total de personas, 80% eran venezolanas.

Darién, Panamá.- Sexto día de ruta: miércoles 23 de agosto de 2023: superar segundo día de selva.

El segundo día de selva Henry se topó de frente con la muerte: “Cuando arrancas, empiezas a ver muertos por aquí y por allá. Hay una parte que tiene una pared de roca con un mecate y tienes que treparte, agarrarte de un árbol, subir a un pequeño cerro y seguir por un caminito. En ese punto yo conseguí un niño muerto. Estaba recién muerto porque no olía feo. Estaba envuelto en una carpa y te podrás imaginar lo que siente uno, que es padre, al ver un niño tirado así”.

“Fue horrible. Igual que cuando vi a padres de familia que salieron a buscar una vida mejor, a trabajar, muertos. Sus familiares esperando saber algo de ellos. Son muchas cosas que pensaba en el camino. Uno ve los videos y es una cosa, pero arrecho es vivirlo. Yo creo que lo más difícil es eso, ver a la gente muerta”, dice.

Henry no solo vio el cadáver de un niño en la selva, sino el de una mujer embaraza cuyo cuerpo estaba en estado de descomposición. Los cuerpos los comenzó a ver luego de cruzar hacia el lado panameño del Darién. Ilustración: Daniel Hernández | @danielimagengrafica

Durante este paso no se paga nada a menos de que las mafias intercepten a los migrantes. De tantos casos de robos, amedrentamiento y violaciones sexuales reportados, quienes viajan ya conocen los horarios en que estos encuentros suelen ocurrir: a partir de las 2:00 pm el riesgo mayor.

Henry estima que ese día volvieron a caminar unas 12 horas hasta llegar a un punto de la selva que estaba más cerca de Bajo Chiquito, un pueblo indígena donde se toman unas piraguas hasta Lajas Blancas, el lugar donde funciona la Estación de Recepción Migratoria (E.R.M), mejor conocida como el campamento de la ONU.

Camino a Lajas Blancas, Panamá.- Séptimo día de ruta: jueves 24 de agosto de 2023. Objetivo: llegar al campamento de la ONU.

Un traslado en piragua tiene un precio entre 20 y 25 dólares por persona. No hay distinción entre niños y adultos, pero solo trabajan si el nivel del río está lo suficientemente alto para navegar. El recorrido dura unas cinco horas y se recomienda tomarlas temprano para evitar la insolación.

Henry, su hijo y el resto de migrantes tuvieron que hacer ese tramo a pie hasta Bajo Chiquito, porque el río estaba casi seco: “Caminamos seis horas”.

Una vez llegan a Bajo Chiquito, los migrantes dan sus datos personales ante la ONU, quienes llevan un registro de cuántas personas cruzan la selva a diario. La estimación es que más de 1.500 migrantes llegan cada día a esta comunidad, para luego trasladarse al campamento de la misma organización ubicado a unas cinco horas de distancia en piragua.

Aunque para cientos de migrantes llegar a este poblado indígena es una alegría que indica que han logrado cruzar la selva, para los que sufren robos no lo es tanto: Bajo Chiquito se puede convertir en una larga estadía cuando no hay dinero para seguir.

Ahí cualquier servicio es caro: cargar el celular o conectarse a internet cuesta 2 dólares. Bañarse tiene un precio de 2 dólares. Dormir y comer son 7. Quienes sacan dinero en las casas de cambio del lugar deben pagar entre 18% y 40% de tasa de interés.

Los elevados precios en Bajo Chiquito se justifican por el hecho de que se trata de un poblado remoto, donde cualquier recurso debe traerse de ciudades más grandes. Sus propios pobladores han explicado a la prensa que deben usar plantas eléctricas para tener energía y no cuentan con agua potable.

Fue en Bajo Chiquito donde Henry agradeció haber metido su dinero en el envase de crema Nivea: “Porque ahí fue donde lo pude sacar”. Además corrió con suerte: ese mismo día pudo llegar al campamento de la ONU.

Centroamérica: con dinero, cruzar es más sencillo

Lajas Blancas, campamento de la ONU.- Octavo día de ruta: viernes 25 de agosto de 2023. Objetivo: salir de Panamá hacia Costa Rica.

El pasaje para salir de Panamá hasta Costa Rica cuesta 50 dólares y los autobuses parten desde el campamento de Lajas Blancas.

A partir de este tramo del viaje, las cosas se hicieron menos complejas para Henry y su hijo: “Costa Rica es relajado y estuve dos días en ese país porque a mi hijo le salió un absceso en el pie y lo atendieron de primera en un hospital público. Nos hospedamos en una habitación donde cobran 10 dólares por persona y éramos cuatro. Luego seguimos a Nicaragua y Honduras en un carro, ahí hay una parada donde están unos guías estafadores que ofrecen llevarte por 200 dólares seguro, pero nosotros fuimos hasta el terminal porque sabíamos”.

Durante las entrevistas, Henry afirmó múltiples veces que los peores tratos los recibió en el tramo Guatemala – México. Durante esta etapa de la travesía sufrió robos y abusos por parte de las autoridades guatemaltecas y también vivió episodios de extorsión derivadas de las amenazas de los carteles mexicanos a los transportistas. Ilustración: Daniel Hernández | @danielimagengrafica

El tránsito entre estos países duró cinco días. Henry cree que se debió a que son países pequeños, pero hay que pasarlos en múltiples viajes cortos. Recuerda que cada pasaje iba entre los 30 y 40 dólares, y que en Nicaragua tuvo que hacer trasbordo dos veces.

El 30 de agosto entraron a la capital de Guatemala, donde la situación volvió a complicarse: “Los policías de allá son unos muertos de hambre, se montan en el carro y te hablan claro: “Si no tienen 20 dólares por persona o 200 quetzales ($15), los devuelvo”. Te dicen que te agaches tres veces para ver si te los metiste en el rabo”.

Ciudad de Guatemala.- Décimo tercer día de ruta: jueves 1 de septiembre de 2023. Objetivo: llegar a la frontera con México y seguir avanzando.

Henry salió para Tapachula, estado fronterizo de México, el 1 de septiembre en un autobús. Esa fue la primera vez que habló sobre su viaje para este reportaje y lo primero que contó mediante una nota de voz fue que la policía de este país le había robado todo el dinero que le quedaba: “Me quitaron 200 dólares”.

Pudo comprar los pasajes porque otras personas que conoció en el Darién le prestaron 50 dólares, un dinero que pagó después porque su familia en Venezuela le envió 200.

Dice Henry que no contó más los días porque estaba enfocado en el tránsito para llegar a Ciudad México, y en evitar posibles encuentros con las mafias que controlan el sur: “Ese país es grande. Yo me fui de pueblo en pueblo porque era más seguro. El bus que sale de Tapachula a Ciudad de México valía 1.000 pesos [mexicanos] el pasaje (casi $60), pero me contaron que muchas veces lo secuestran y me daba miedo. Así era más económico entre 40 ($2,38) y 60 pesos ($3,58) por pueblo, pero llega un punto en que las combis son 150 ($8,95) o 200 pesos ($11,49) y debes pasar en dos o tres combis, o un mototaxi o taxi”.

En realidad, en condiciones normales, hay una decena de paradas para llegar a la capital mexicana, pero actualmente el intercambio de transporte es mayor debido a las amenazas de los carteles.

Así lo explica: “Ellos dicen que hay un convenio con los carteles y que solo pueden trasladarnos hasta un punto. Rodaban 20 minutos y me decían que hasta ahí era y automáticamente estaba otro taxi esperando, por eso algunos optan por caminar”.

Para seguir la ruta, él y su hijo se guiaban por una lista que le enviaron otros migrantes que especificaba tiempos en carretera, precios en pesos y los puntos de control de las autoridades mexicanas.

No obstante, fueron más carreras; tantas que perdió la cuenta.

De todos los traslados que pagó, el más caro fue el que lo dejó en la capital mexicana: “En Oaxaca de Juárez sí agarré un autobús directo al DF que me costó los 1.000 pesos por persona, lo mismo que me costaba desde Tapachula. La verdad es que de Tapachula a Ciudad de México costó mucho dinero, creo que fueron como 6.000 pesos”.

Para entonces, los primeros días de septiembre, este monto era equivalente a poco más de 350 dólares.

México y “La Bestia”: la única forma de aligerar costos

Henry no recuerda la fecha exacta en que entró a Ciudad de México, pero sí lo que primero que hizo: tomar el metro hasta la estación La Raza y retirar un dinero que le enviaron sus familiares en un Oxxo, una tienda de conveniencia que forma parte de una cadena comercial mexicana. Allí retiró otros 200 dólares.

“Cuando salí, un venezolano se me acercó y me dijo que un hombre me estaba tomando fotos y que eso era para secuestrarme y que lo mejor era moverme”, relata.

Tras la advertencia, Henry encontró de imprevisto a unos vecinos de Turumo, el lugar donde vivía en Caracas. Ellos le dijeron que tomarían “La Bestia”, el ferrocarril de la compañía Ferromex que suele cruzar a los migrantes hasta la zona norte de México. Para no estar solos y ahorrar dinero, Carlos y él se unieron al recorrido.

Juntos se trasladaron a Huehuetoca, un municipio del estado de México donde compraron comida para luego ir a “el basurero”, un lugar donde cientos de migrantes deben caminar 40 minutos para llegar al punto exacto en el que pueden subir al tren para ir a la zona norte del país.

Henry calcula que más de 1.000 migrantes pueden abordar «La Bestia» para moverse a la zona norte de México, donde se ubica la frontera con Estados Unidos. Subir es un riesgo para la vida de cualquiera, pero también una oportunidad para ahorrar dinero y tiempo. Ilustración: Daniel Hernández | @danielimagengrafica

“Nos recomendaron hacer un grupo y llevar piedras y palos. Éramos como 200 personas, pero iban muchas mujeres y niños. Cuando tú estás en ese punto, te las estás jugando todas. Otro miedo era que nos detuviera la migración, pero cuando íbamos caminando llegó el tren”, cuenta.

Henry pasó dos días viajando a más de 200 kilómetros por hora. Durante la primera noche, estuvo expuesto al frío del desierto porque iba sobre el tren. Al amanecer, cuando “La Bestia” hizo una parada, pudieron acondicionar un vagón: “Estrictamente éramos puros conocidos de Turumo. Les decíamos a los querían entrar: ‘Hermano, dele por ahí’. Claro… Tienes que sacar el Petare que hay en ti [hace referencia a que debes ser valiente, como debe serlo en la zona popular mencionada]. Yo no me iba a dejar malandrear por nadie, pero había riesgos de secuestro en las paradas. Un día vimos unas motos que iban duro y agarramos piedras para lanzarlas, pero eran unas almas de Dios que nos dieron agua”.

“El tren para mucho por el camino, pero un día pasamos como medio día en un pueblo de México, hay caseríos y mucha gente buena. Ahí llegan personas de dinero a repartir comida, agua, ropa, juguetes para niños, de todo… Hasta plata. Nos dieron tantas cosas que cuando llegamos a Torreón había otro tren full de migrantes que iban a Monterrey y les dimos comida, ropa y sábanas. Arroz con cerdo y frijoles; arroz con pollo y frijoles, burritos (…)”.

Torreón es una ciudad ubicada en el estado de Coahuila y fue donde Henry decidió bajar para asearse y pasar al menos una noche en un hotel. La fecha de ese día sí la recuerda: era el 12 de septiembre y cumplía 43 años. A pesar de las circunstancias, su hijo y otro amigo migrante lo acompañaron a celebrar la vida.

Torreón, México.- Vigésimo sexto día de ruta: martes 14 de septiembre de 2023. Objetivo: salir a Monterrey y conseguir un trabajo.

Tomar el tren hasta Monterrey le tomó a Henry 24 horas, aunque la distancia de Torreón a esta ciudad es de unas cuatro o cinco horas. Llegó el 14 de septiembre y decidió buscar trabajo para reunir más dinero y cruzar finalmente a Estados Unidos.

Por fortuna, él y su hijo Carlos consiguieron un empleo envasando chiles y jalapeños. La jornada empezaba a las 4:00 am y terminaba a las 4:00 pm con media hora de descanso. Por esa labor recibían 2.400 pesos, unos 140 dólares.

Durante esos días, Henry solicitó múltiples veces la cita de asilo mediante la aplicación CBP One, una plataforma que lanzó la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU para que los migrantes busquen vías legales y seguras para entrar a su país.

La condición para pedir la cita es que el migrante esté ubicado en el centro o norte de México y una vez tenga la fecha de entrevista, se acerque a una Puerta de Ingreso (POE, por sus siglas en inglés) de migración en cualquiera de las siguientes ciudades fronterizas: Nogales, Brownsville, Eagle Pass, Hidalgo, El Paso, Calexico y San Ysidro.

“A causa de ese beneficio es que está migrando más gente, esperanzados, porque sí sale. Pero me han comentado que sale haciéndola entre grupos grandes, ocho o diez personas. Yo estoy con mi hijo y la hemos hecho solos y no sale. Tengo panas que tienen hasta tres meses esperando por la cita”, dice Henry.

Monterrey, México.- Trigésimo tercer día de ruta: miércoles 20 de septiembre de 2023. Objetivo: programar la salida a Piedras Negras.

Después de días de espera por la cita de CBP, Henry compartió sus nuevas intenciones por una nota de voz: “Estoy pensando en entregarme porque yo no estoy para estar aquí dos meses esperando. A mí me están esperando allá para trabajar y así solventar mis necesidades. Trabajo hasta el sábado, 23 de septiembre, y el domingo me voy a tomar tren para Piedras Negras”.

Henry y su hijo no obtuvieron respuesta a su solicitud de asilo. 43 mil migrantes sí fueron recibidos ese mismo mes a través de las POE tras pedir la cita por la aplicación, según indicó CBP.

Monterrey, México.-Trigésimo séptimo día de ruta: domingo 24 de septiembre de 2023. Objetivo: abordar La Bestia.

El domingo, cuando Henry llegó al lugar donde se aborda «La Bestia», se enteró de que Ferromex había suspendido temporalmente el servicio de 60 trenes para evitar posibles muertes o lesiones de migrantes. En su comunicado, publicado el 19 de septiembre de 2023, la compañía de Grupo México explicaba que días previos había registrado caídas de personas que terminaron amputadas.

Aunque el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que algunos trenes seguían activos un día después, para los migrantes la disminución de ferrocarriles se tradujo en la saturación de los puntos de abordaje. Henry cuenta que había más de 1.000 personas a la espera y el tren no llegó sino hasta el lunes al mediodía.

Monterrey, México.-Trigésimo octavo día de ruta: lunes 25 de septiembre de 2023. Objetivo: llegar a Piedras Negras.

A las 5:00 pm del lunes partió el tren hacia Piedras Negras, pero antes Henry presenció cómo autoridades de migración detuvieron a varias personas. Eso generó presiones violentas de parte de los viajeros, que fueron auxiliados por unos sacerdotes: “Decían que solo éramos migrantes y no estábamos haciendo nada malo, que no nos íbamos a quedar en México, sino en Estados Unidos”.

Dos horas de recorrido después, en medio del desierto, el tren se detuvo y despegaron la locomotora de los vagones donde estaban los migrantes: “Nos dejaron botados en pleno desierto bajo una tormenta eléctrica. Nos refugiamos todos debajo del tren. Teníamos miedo”.

Ante el pánico, unas 200 personas caminaron de regreso a Monterrey, pero fueron detenidas por migración: “Ese era el truco, nos lo dijeron los que se escaparon”.

“En la madrugada, llamaron de la compañía y pegaron otra vez la locomotora. Pero llegando a Piedras Negras nos bajaron y nos tocó caminar horas para así cruzar el Río Bravo. En ese momento hasta ganas de llorar me dieron. Me sentía mal. Me preguntaba: “¿Qué coño hago yo aquí si pudiera estar en mi casa viendo televisión con mis hijos?.

Empezaron a caminar a las 7:00 am y llegaron a Piedras Negras a las 4:00 pm, donde tuvieron que caminar una hora más para estar frente a la entrada fronteriza de Eagle Pass.

“Cuando llegas ahí, los dueños del Río Bravo te cobran 200 pesos para dejarte cruzar, pero en realidad es para no robarte”, dice Henry sobre los coyotes que controlan la zona.

Desde ese punto veía todo: el alambre de púas, el puente fronterizo entre EEUU y México y muchos policías de migración esperando el movimiento de cualquier persona.

No le quedó más que pagar el monto de los coyotes para lograr cruzar el río con el agua por la cintura: “Nos dejaron metidos dentro del agua durante cuatro o tres horas. Se nos hizo de noche y en un momento les dije a las personas, vamos a caminar más adelante, y cuando lo hicimos, arrancamos los tubos de la cerca y le caímos a palos a los alambres de púas hasta tumbarlos”.

“Alguien que cruzó después me dijo que lo que tumbamos duró un rato abierto ahí. Como te digo, uno tiene que ser decidido, no puedes achicopalarte en ese punto, entras o entras, por las buenas o las malas”.

Uno a uno fueron pasando, arrastrándose sobre una alfombra que encontraron dentro del río para no lastimarse más. Así llegó el 26 de septiembre, el día en el que Henry y su hijo oficialmente se entregaron ante la CBP.

Frontera Piedras Negras (Coahuila) – Eagle Pass (Texas).-Trigésimo noveno día de ruta: martes 26 de septiembre de 2023. Objetivo: entrar a Estados Unidos.

“Ustedes han llegado a los Estados Unidos de Norteamérica y están detenidos porque están cruzando ilegalmente”, escuchó Henry.

A los migrantes los separaron por sexo y nacionalidad. La fila más larga era la de los venezolanos. Quienes llevaban bolsos recibieron una etiqueta para ponerle su nombre. Los que solo llevaban objetos pequeños, una bolsa para meter sus cosas.

Después los subieron a un autobús para trasladarlos a un centro de detención de inmigrantes: “Eso es una nevera [refiriéndose al frío que hace dentro de las instalaciones]. Te dan una hoja para que pongas la dirección a la que vas y el número de tu contacto en Estados Unidos. Te toman huellas, color de ojos y piel. Hambre no se pasa, te dan comida: burrito y sandwich, papas Lays, galleta, jugo, barritas energéticas de Kellogs, agua”.

Horas después los pasaron a una cárcel con delincuentes comunes: “Te mueven porque hay demasiados migrantes y te hacen el proceso más rápido. Yo me asusté porque pensaba que nos iban a deportar, pero no, ahí me hicieron el papeleo y nos dejaron ir”.

Primero, Henry y su hijo fueron trasladados a un refugio en Texas. Luego, considerando sus datos, les indicaron que los llevarían a Chicago el 30 de septiembre de 2023: “Era un viaje humanitario, gratis, en bus”.

Ese viaje en autobús forma parte de la Operación Lone Star, impulsada en 2021 por Greg Abbott, el gobernador repúblicano de Texas, que ha buscado generar presión ante el Gobierno de Joe Biden como rechazo a sus políticas migratorias.

Meredith Brown, abogada y activista especialista en migración consultada para este reportaje, explica: “Es una maniobra política de Abbot para decir que ese no es su problema, sino de estados liberales, como Nueva York, California y Chicago. Es como decir: ‘Ahí te van’. No hay coordinación, no hay nada y son las iglesias o grupos de caridad quienes apoyan, pero varios quedan en alojamiento temporal hasta conseguir la reunificación familiar”.

Esa es la razón por la que miles de migrantes llegan a estos estados.

Chicago, Estados Unidos.- Cuadragésimo primer día de ruta: lunes 1 de octubre de 2023. Resultado: Henry se reúne con su familia.

“En Chicago nos recibieron mi hermano y mi sobrino porque los llamamos. Fue emocionante, emotivo, porque veníamos cansados, hediondos, chivúos y pelúos, como los propios locos, como cuando sales de la cárcel. Llegamos y estaban esperándonos”, dice Henry sobre su reencuentro familiar.

Antes de bajar del autobús, dos policías vestidos de civil les dijeron que los refugios estaban saturados y que si no tenían familiares, debían dormir en las estaciones de policía, pero durante el día no podían quedarse allí.

“Chicago es muy bonito. Tomé fotos. Pasamos por el estadio de los Medias Blancas de Chicago, pasamos por el Chicago Center Arena, me emocionó bastante”, cuenta sobre sus primeras impresiones.

Ese mismo día se trasladó a Columbus, la capital de Ohio, donde hasta ahora reside.

Migrar aún con los riesgos; el saldo es a favor

Henry descansó pocos días, pero justo antes de empezar a trabajar le dio tiempo de sacar cuentas de lo que había gastado durante su travesía migratoria: “Fueron 3.300 dólares por el viaje entre mi hijo y yo, pero yo conozco gente que ha gastado 2.500 dólares individualmente. O 3.000 cada uno. Por eso la opción siempre fue subir al tren”.

Con los 560 dólares que recibió Henry por pintar una casa durante su primera semana en Columbus, se compró ropa: “Gasté 100 dólares. Me compré dos pantalones, un mono, un kit de boxers, franelas y una gorra del equipo de Ohio State… No tenía nada”.

Esos días le pasó algo que no se esperaba: “Varios clientes de Venezuela me llamaron para decirme: ‘Negro, venme a pintar la casa’. Y yo solo pensaba…Que te la pinte otro, yo me vine pa’l carajo”.

Ese pensamiento tuvo más sentido antes del 20 de octubre, la fecha en que cobraría su primer cheque y explicó su nueva dinámica laboral: “Aquí el trabajo de pintar es un poco distinto porque se usan herramientas sofisticadas, de las que no hay en Venezuela. Es más rápido el ritmo. Pego a las 7 am y me escapo a almorzar, y luego sigo hasta las 10 de la noche. Me están pagando la hora a 16 dólares. Estoy trabajando en un Walmart”.

En Venezuela, por pintar un apartamento de 80 metros, ocasionalmente podía cobrar 1.500 dólares y debía dividir la ganancia entre sus ayudantes.

De los meses que lleva en Estados Unidos, solo en noviembre no facturó porque el clima modificó las condiciones laborales en su área.

Para enero de 2024, Henry trabaja como security y espera retomar su oficio en poco tiempo: “Ya me dijeron que me van a llamar para pintar”. Su hijo trabaja como repartidor. Ambos fijaron su residencia en Columbus antes de cumplir los tres meses en EEUU.

Henry ha tenido varias citas de presentación en la corte de Chicago, que sirven para garantizar ante el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) que está cumpliendo con las normas y se mantiene en su estado de residencia. Durante una visita, un funcionario le explicó que no podía esperar más para introducir su asilo: “Por eso contraté un abogado y estoy invirtiendo 2.000 dólares en eso. Así puedo sacar mi licencia de conducir y una cédula de Ohio”.

Henry llegó a Estados Unidos con una oferta laboral relacionada con su labor de toda la vida. Parte de lo que ganó lo envió a su familia en Venezuela. Su motivación es ahorrar para tener sus documentos en regla y conseguir la reunificación familiar. Ilustración: Daniel Hernández | @danielimagengrafica

La abogada Brown explica que este problema es muy común: “Ellos no saben que deben aplicar inmediatamente al asilo. Si esperan un año o más no van a tener la oportunidad en Estados Unidos porque las leyes lo dicen”.

Algunas de las excepciones que se revisan para reconsiderar una petición de asilo son los cambios de las condiciones en el país de origen o en las leyes estadounidenses aplicables. Brown agrega que también se puede evaluar las afectaciones psicológicas detrás de la espera para solicitarlo.

El miércoles 14 de febrero, Henry tuvo su primera presentación ante la Corte Suprema de Cleveland por su solicitud de asilo.

Brown dice que los casos de venezolanos pueden avanzar rápido y en positivo debido a las razones por las que emigran, que casi siempre son políticas: “En la audiencia deben demostrar ante un juez si tienen miedo creíble, basado en su raza, religión, opinión, nacionalidad o afiliación social”.

La próxima corte de presentación de Henry ante ICE es en abril, también en Columbus. El 12 de junio debe comparecer ante la Máxima Corte para el asilo, en Cleveland: “Ahora sí me puse pilas”.

Después de ser uno de los 520.000 migrantes que cruzaron el Darién en 2023, según cifras de los Gobiernos de Panamá y Colombia, y haber atravesado Centroamérica, Henry no tiene dudas de lo que hará para reunirse con su familia: “El plan es contactar a unas personas en Estados Unidos que te cobran por el parole 5.000 dólares por persona. Para traerme a mi esposa e hijos en avión debo reunir 15 mil dólares y eso es lo que pienso hacer, trabajar duro para eso”.

Según el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (USCIS por sus siglas en inglés), el parole o permiso de permanencia temporal le permite a una persona que de otra manera resulta inadmisible o inelegible para ser admitido a Estados Unidos, viajar y permanecer en Estados Unidos por un periodo temporal.

Este proceso, que es gratuito y otorga hasta 30 mil autorizaciones de viaje al mes para no ciudadanos de EE.UU, beneficia especialmente a personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. El requisito indispensable es tener un patrocinador económico residente en el país y cumplir con los requisitos que especifica la web.

La meta de Henry es clara, igual que lo aprendido durante su travesía migratoria: “La enseñanza más grande es que no hay nada como estar en tu país con los tuyos. Migrar es algo duro y doloroso. Lo más duro de esto es estar lejos de mis hijos pequeños. Los extraño demasiado. Y la otra experiencia es que la gente pierde la vida buscando un mejor futuro porque culpa de un mal gobierno que estamos viviendo”.

Nota del editor: Henry Martínez es un nombre ficticio para no afectar el proceso legal migratorio del entrevistado.

Este trabajo fue realizado en el marco de la formación para periodistas «Cambiar la mirada. Nuevas narrativas sobre migración», convocada por la Oficina Regional para América Central y el Caribe de ONU Derechos Humanos, en colaboración con el Departamento Medios, Comunicación y Cultura de la Universidad Autónoma de Barcelona, y el Centre d’Estudis i Recerca en Migracions.

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