Opinión

San Gocho

¿Recuerdan la época cuando pensábamos que Carlos Andrés Pérez era lo peor que nos había pasado? Yo crecí en una familia antiadeca, antiadequísima. Mi bisabuelo materno Melchor Centeno Graü fue ministro de Gómez y cuando llegaron los adecos se tuvo que exilar. El hecho fue imperdonable para mi abuela y sus hermanos. Hablar de los adecos en mi casa era anatema. Si mi abuela quería insultar a alguien, decía que era adeco.

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Mi familia paterna, aunque copeyana (mis abuelos Jaimes Berti fundaron Copei en el Táchira) tenían buenas relaciones con la familia de Carlos Andrés Pérez, pues también eran de Rubio. Y para los gochos, más importante es ser gocho que militante de algún partido.

Conocí a Carlos Andrés Pérez en 1984 cuando yo cursaba estudios de postgrado en Harvard, que vino invitado por el Kennedy School of Government a dar una charla. Yo estaba reticente a asistir, pues lo culpaba de haber iniciado el despelote venezolano. Un profesor me convenció de que fuera: “no vas porque te guste o no, sino porque eres venezolana”. En un cocktail posterior a la charla, CAP me dijo que mi abuela Jaimes era la persona que más pellizcos torcidos le había dado en su vida, porque no se aprendía el Catecismo. Yo le respondí “y los que le faltaron”, y él se rio a carcajadas.

Pero hoy, a la luz de la historia de estos casi dieciséis últimos años, me siento obligada a reinvindicar a CAP ¡Si hasta provoca prenderle velas! No será el primer gocho (tachirense) a quien se le rece y quien sabe si hasta haga milagros: la tumba del General Gómez en Maracay está llena de placas agradeciendo al Benemérito por favores recibidos.

Este horror que vivimos ha hecho que la Venezuela Saudita y sus escándalos de corrupción sean lejanos recuerdos que no pararon en nada, en parte gracias al voto de José Vicente Rangel, uno de los factótums de la revolución, que lo absolvió del caso Sierra Nevada. Y del segundo gobierno hay mucho que debe rescatarse, sobre todo la descentralización que tanto bien hizo a las regiones y que hoy pende de un hilo por la férrea recentralización a la que nos ha sometido este régimen.

Este desmadre me hace pensar que a pesar de los defectos, culpas y responsabilidades de Carlos Andrés Pérez –que no solo los tuvo, sino que él mismo los reconoció- la historia terminará por absolverlo y hasta ensalzarlo.

Carlos Andrés Pérez enfrentó con valentía dos golpes de estado de quienes hoy nos gobiernan. Tuvo la sapiencia y la humildad de acatar una decisión controversial e injusta y se fue cuando tuvo que irse, a pesar de que su defenestración fue una de las causas del desastre que vivimos hoy. Se retiró sin odios porque jamás los incentivó. La PDVSA que nació bajo su primer gobierno y que fue orgullo de todos los venezolanos, hoy es un nido de ladrones y oportunistas, una empresa maltrecha y desvalijada. El Presidente Pérez siempre sostuvo que había que transitar la vía democrática y no violenta.

De manera que como el fondo no tiene fondo, hoy CAP me parece un santo y evoco su memoria con simpatía. San Gocho, ¡ruega por nosotros!

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