Opinión

No hay voluntad para frenar la violencia en el fútbol venezolano

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El foro se llamaba «Violencia en las gradas». Era diciembre de 2011, participaron representantes de la Federación Venezolana de Fútbol, gerentes, militantes de algunas barras, sicólogos, sociólogos, expertos en seguridad, abogados y autoridades policiales. Lo promovía el diario Líder, medio en el que trabajaba. Reconocer la existencia del problema fue un paso. De allí salieron buenas ideas que, lamentablemente, no tuvieron permanencia en el tiempo. Todo quedó en una buena intención. Tres años después, estamos contando cadáveres.

La única medida que ha permitido cierto orden es contranatura: impedir el acceso de barras visitantes. Un partido enfrenta a dos equipos rivales. Por antonomasia, deberían existir opuestos en las gradas. Cuando no es así, cuando solo se le permite a un bando estar presente, es una derrota de la civilización. Aceptamos que hay unos ganadores y unos vencedores y esos ganadores son los que se dedican a agredir al contrario. Se premia al criminal.

Que lo que sucede en los recintos deportivos es un reflejo de la violencia nacional tiene sentido. Puede ser. Vale la pena hacer la reflexión sociológica. Pero mientras los investigadores hacen su labor, las autoridades deben ocuparse de lo práctico. Una cancha es una infraestructura, con entradas y salidas que necesitan ser resguardadas antes, durante y después del encuentro. Se conocen los modus operandi de los violentos. Se sabe cuáles son las barras más peligrosas. Entonces, este tipo de conducta es previsible y débil ante la planificación.

En Venezuela solo hace falta una cosa  para frenar la violencia: voluntad. No ha existido, ni de parte de la FVF ni de las autoridades gubernamentales ni de los equipos ni de los hinchas. En algunos casos porque los delincuentes se camuflan con los seguidores y son temidos por la mayoría pacífica. Incluso por los propios policías. Estos grupos irregulares han encontrado en el fútbol una vía para ganar dinero con la reventa de entradas, alcohol y drogas, que también consumen. La anarquía igualmente les sirve para realizar robos menores. Un detalle para nada menor es que las barrasbravas, como ha sucedido en Argentina y Colombia,  se han convertido en grupos de choque, con conocimiento de los propios dueños o gerentes de los equipos.

Por supuesto, la  voluntad debe complementarse con dinero. No basta con personal de seguridad y coordinación policial. Vean el ejemplo holandés, para entenderlo. ¿Ahora bien, cómo se puede invertir si la liga es deficitaria y todos los equipos venezolanos terminan con números en rojo? La respuesta es obvia: no se puede. Lo primero, entonces, es cambiar el modelo, lo que implica trabajo y ese verbo es aborrecido en la FVF.

Recién Rafael Esquivel salió de su ostracismo para mostrarnos el Centro de Alto Rendimiento más caro de Suramerica, una obra con 13 años de demora. También se le vio firmando un contrato con una compañía telefónica, que patrocinará a la selección nacional. Ojalá también lo haga para explicarnos por qué a su terrible gestión de casi 30 años, ahora se le suman muertos.

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