Opinión

El fútbol del “todo vale y todo pasa”

La realidad supera la ficción, no lo dude. El fútbol criollo cuenta con mayores emociones y más enredos que cualquier película que llegue a nuestras salas de cine. Lo único que por ahora no nos enseña es un final feliz, pero, ¿cómo pedirle eso a semejante conducción que no conoce ni la alegría ni la planificación? “Me parece un poco gracioso y a la misma vez un poco triste que los sueños en los que muero son los mejores que he tenido”. Sólo una expresión así sirve para explicar las razones por las que vale la pena luchar por un fútbol mejor.

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Le propongo hacer un corto ejercicio: repasar los acontecimientos vividos en el fútbol criollo durante la semana comprendida entre el 30 de Enero y el 06 de Febrero. Enumeremos juntos los acontecimientos:

– Estudiantes de Mérida sufrió un accidente de tránsito que le impide jugar sus próximos encuentros. Luego de agradercerle a Dios, Elvis Presley o el Negro Primero, el país conoció una nueva muestra de indolencia y desprecio de la directiva del equipo académico por sus empleados, los cuales se tuvieron que enfrentar a semejante percance sin una póliza de hospitalización que garantizara el mejor tratamiento posible.

– El entrenador de Carabobo renunció a su cargo por tercera vez en menos de un mes, situación que uno supondría nace en el hastío y la ausencia de fuerzas para cambiar el rumbo del equipo, pero no, después de confesar su urgencia para abandonar su puesto, el mismo director técnico firmó una renovación de contrato con esa misma institución, justificando su cambio de parecer en el amor por los colores, asegurando además que el dinero no fue importante en su nuevo cambio de parecer.

– El Aragua F.C., equipo que vive de la gobernación del Estado y del gusto por esta actividad del gobernador, inscribe a ese mismo funcionario como refuerzo del conjunto, bajo la promesa de participar en algún encuentro de este equipo profesional.

– La sub-20 hizo un papelón en el Sudamericano -con pelea final, para que no quedara duda de la incapacidad y la bravura criolla-, y el principal valedor de ese proceso se desmarca, acusa a Montescos y Capuletos y denuncia una persecución de «personajes dañinos de la prensa». No olvidemos que este es el mismo señor que, entre otros señalamientos, acusó al goleador de la selección Sub-17 de no ser venezolano y de mentir sobre su edad, denuncia que luego no tuvo el peso suficiente como para excluir al mismo futbolista, un año después del proceso sub-20.

– En segunda división apuñalaron a un jugador, al mejor estilo del malandraje y el cine criollo, cuando intentaban robarle sus pertenencias durante la realización de un match de fútbol.

– La selección Vinotinto mayor, la que queremos ver en un mundial, no pudo concentrar en el CNAR de Margarita, entre otras razones, porque no hay internet.

– Honduras, su rival en los partidos amistosos del mes de Febrero, habrá cumplido con 20 entrenamientos y otro encuentro amistoso para darle minutos a todos los integrantes de su plantilla. Su viaje a suelo criollo será en la comodidad de un vuelo chárter.

Todo esto que aquí enumero sucedió en siete días, ¡siete días!, y mientras usted sonríe -porque hay sonrisas que nacen del asombro- piense en los futbolistas criollos y todo lo que sufren para ejercer su profesión. Recuerdo al jugador venezolano sencillamente por que es él quien soporta las consecuencias de tanta incapacidad junta.

Pienso en este fútbol y la imagen que me viene a la mente es la del abuelo de las comedias norteamericanas, aquel que en la cena de navidad se hace notable por ser viejo, estar ebrio y parecer perdido. Pero rápidamente recobro el contacto con la realidad y recuerdo que el fútbol venezolano ha perdido –desconozco si alguna vez lo tuvo- el espíritu deportivo que debe caracterizar a esta actividad por ser justamente un deporte. ¿A qué hago referencia? A que el deporte es una ocupación, una labor que nos muestra y enseña los valores más importantes del ser humano, entre ellos la importancia de competir y el respeto por el contrincante. En el deporte no hay enemigos y no se permite la trampa, porque en él, la gran lección es que nada es para siempre y que la vida es un conjunto de oportunidades para superarnos y hacerlo mejor.

Repase los hechos que componen esta columna y recuerde que éstos sucedieron en apenas siete días. Puede que exagere y quien realmente esté viejo y perdido sea quien escribe estas líneas mientras recorre la Autopista Regional del Centro, camino a su casa, luego de presenciar un nuevo desastre arbitral, pero pregúntese por un momento si todo lo que aquí planteo, y toda esta locura, no es más que la aniquilación del balompié criollo como deporte y su posterior transformación en un simple espectáculo; uno de muy mal gusto y con peores protagonistas.

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