Opinión

La vida es un carnaval

Aquí ya sabemos que lo que nos viene es represión pareja, la única forma de mantenerse en el poder… por ahora.

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¡Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, es más bello vivir cantando!

Contaba mi abuela de una señora francesa que llegó a Caracas a principios del siglo XX un viernes de Carnaval. Se hospedó en una pensión cerca de la Plaza Bolívar. Esa noche hubo fiesta. El sábado hubo fiesta también, esa vez todo el día y buena parte de la noche.

El domingo sucedió otro tanto. Cuando el lunes –que ella pensaba que ya se habría acabado el fin de semana y la gente se dispondría a trabajar- hubo fiesta nuevamente, la señora se preguntó a qué clase de país había llegado. Esperando que el martes todo se calmaría, cuando sucedió todo lo contrario, decidió irse de este “país de locos”. El miércoles, finalmente, todo amaneció calmado.

Otra francesa que regresó de Macuto y se hospedaba en su pensión le explicó que se trataba del Carnaval y que aquí se celebraba así. Pero no es del todo verdad. El carnaval es una cosa y vivir la vida como si fuera un carnaval, es otra. Aquí todo es carnavalesco.

Panem et circenses  dice una locución latina para describir “la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas” (Wikipedia). ¿Suena familiar, verdad? Lo que pasa es que como ahora escasea el pan, hay puro circo: payasos, equilibristas, domadores y animales. Esos son los disfraces de nuestro eterno carnaval.

Los payasos hablan disparates. Tratan de explicar lo inexplicable, como con el cuento de por qué no subían la gasolina y ahora sí hay que subirla, o del frustrado golpe cuando el dueño del circo, como si nada, se entretenía manejando un autobús. Esos payasos inventan historias que no tienen sentido. Eso sí, las dicen como si estuvieran dictando cátedra. Aparentemente, es lo que más gracia hace.

No hablan jamás de cosas serias, como por ejemplo, sobre dónde carajo están los veinte mil millones de bolívares que desaparecieron de Cadivi. Balbucean, dan traspiés y siempre, siempre, hacen el ridículo.

Los equilibristas son los economistas del régimen, caminando sobre una cuerda floja. Buscando fórmulas que les permitan precariamente caminar, sin darse cuenta de que la cuerda se les va a reventar porque no calcularon el peso que ésta soportaba. Equilibristas también somos nosotros los ciudadanos de a pie, haciendo magia para no caernos. Y abajo no hay malla.

Los domadores son los represores. Los militares y las fuerzas “del orden” público. Aquí ya sabemos que lo que nos viene es represión pareja, la única forma de mantenerse en el poder… por ahora. Y los animales… todos los conocemos. Son quienes nos han llevado a este caos de escasez y estanflación. Son quienes han repartido armas indiscriminadamente hasta convertirnos en el país más peligroso del mundo. Son quienes han saqueado la nación, destrozado nuestro aparato productivo y encima, quieren acabar con lo poco de bueno e institucional que nos queda.

¡Ay, sí hay que llorar, que la vida no es un carnaval y las cosas no se resuelven montando un circo!

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