Opinión

Los retos que enfrenta Venezuela tras la visita de Obama a Cuba

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, realizó una histórica visita a Cuba para reconstruir las relaciones con la Isla, después de casi sesenta años de Revolución.

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En su discurso en el Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso, Obama se pronunció en contra del embargo comercial a Cuba.

A los largo de más de medio siglo, la cruda realidad que afecta al pueblo cubano ha sido atribuida al bloqueo económico imperialista. Tanto así que el día de la llegada de Obama, el diario oficial Granma tituló en primera página: “El bloqueo es el principal obstáculo al desarrollo”.

Subrayando el terrible impacto que ha tenido el embargo comercial sobre la economía cubana y la calidad de vida de sus ciudadanos, también ha servido para justificar el anacronismo de un modelo económico basado en el absolutismo de la propiedad estatal que conculcó por décadas el derecho al emprendimiento individual por considerarlo el germen de la restauración capitalista.

Esto inhibió el desarrollo de las fuerzas productivas, burocratizó la fuerza de trabajo y desembocó en una de las principales causas de la crónica escasez que ha azotado al pueblo cubano.

El Partido Comunista Cubano se mantiene en el poder a través de una permanente exaltación de las conquistas de la Revolución cubana que marcaron logros sin precedentes en el acceso a la educación, salud, cultura y deporte en comparación con la exclusión social que marcó la dictadura de Fulgencio Baptista. Pero en materia de derechos económicos, políticos y civiles, Cuba luce rezagada en comparación con las conquistas históricas que exhibe el mundo de hoy.

Obama no fue recibido en el aeropuerto por el Jefe de Estado. Raúl Castro envió a su Canciller. Tampoco los cubanos molestaron al inusual visitante con consignas de “Cuba si, yanquis no”. Esta vez, el Presidente de la principal potencia del mundo no fue tratado como el enemigo imperial que tradicionalmente se ha encarnado en la figura del mandatario estadounidense.

Con esta visita, EE. UU. está dejando de ser para el régimen cubano el peligroso enemigo del Norte para convertirse de ahora en adelante en un país vecino con el que se puede coexistir.

Obama pasará a la historia como el Presidente de los EE.UU. que reinició las relaciones diplomáticas con Cuba e impulso el fin del bloqueo económico. Pero también trascenderá como el mandatario estadounidense que declaró a Venezuela como una amenaza extraordinaria e inusual.

¿Por qué Obama toma esta decisión después de reconocer que el empeño por aislar a Cuba durante más de 50 años, lejos de doblegar la Revolución, estimuló la solidaridad con el pueblo cubano y la condena de los EE.UU. en la ONU? ¿Acaso subyace en esta decisión la preocupación de Washington por la influencia que Venezuela pueda seguir ejerciendo en la integración latinoamericana, justo ahora cuando los precios del petróleo se han desplomado y el país atraviesa por la peor crisis económica de su historia reciente?

Lo cierto es que con el actual ingreso petrolero que no alcanza para cubrir las importaciones esenciales y a la vez mantener al día los pagos de la deuda externa, el Palacio de Miraflores tendrá limitaciones para mantener al mismo nivel los convenios de cooperación energética.

Y en tal contexto de restricciones financieras, la Casa Blanca despliega su nueva diplomacia con Cuba y aspira barrer con la petrodiplomacia bolivariana y erradicar la influencia que Venezuela ha tenido sobre los países que forman parte de PetroCaribe, Alba, Unasur y Celac.

La derrota del Kichnerismo en Argentina, de Evo Morales en Bolivia y la crisis política que amenaza la permanencia de Dilma Rousseff en la presidencia de Brasil, representan viento a favor para la aspiración de la potencia estadounidense de recuperar su debilitada influencia en América Latina.

Como el reinicio de las relaciones diplomáticas no significa el fin automático del bloqueo contra Cuba, el cual es un mandato de las leyes Torricelli y Helms-Burton que solo pueden ser derogadas por el Congreso, Obama quiere despejar las complicadas negociaciones con los republicanos que controlan la mayoría parlamentaria para levantar las sanciones contra Cuba, a cambio de sanciones más severas contra Venezuela. Por eso, ratifica y prolonga la vigencia del Decreto que declara a Venezuela como amenaza inusual y extraordinaria.

Los casos de corrupción que han escandalizado la opinión pública nacional e internacional vienen como anillo al dedo para presentar al Estado venezolano como un Estado forajido, con instituciones incapaces y corrompidas, cuya impunidad convierte al país en tierra de nadie, en territorio sin ley. Las sanciones impuestas serán presentadas por los medios internacionales no como castigo a unos funcionarios aislados, sino como evidencia de la descomposición que sufren las instituciones que ellos representan.

De no ser por este propósito, no habría sido necesario catalogar a Venezuela como una amenaza a la seguridad de los EE.UU.

Esta acción puede entorpecer la solución democrática de las tensiones internas. El Gobierno venezolano ha caído en la jugada al prorrogar el Decreto de Emergencia Económica que había sido rechazado por la Asamblea Nacional y que en sus primeros 60 días de vigencia no rindió ningún efecto.

Y ante el temor de tener que digerir una derrota mucho más aplastante que la sufrida por el oficialismo en las parlamentarias del 6 de Diciembre, crecen los rumores de la suspensión de las elecciones de gobernadores previstas para finales de este año 2016.

Así, la suspensión de las elecciones regionales sería aprovechada para desatar una campaña de desprestigio que aísle internacionalmente al Gobierno de Nicolás Maduro, toda vez que a todas luces sería una arbitrariedad que conculcaría los derechos democráticos de los venezolanos a elegir sus propios gobernantes, una vez que el período de estos se ha vencido.

Por el bien de la Nación, el gobierno no puede caer en la tentación de suspender las elecciones. En lugar de atizar un conflicto de poderes con la Asamblea Nacional, el Gobierno debería promover el diálogo político y convocar a la Asamblea Nacional para impulsar un Gobierno de Complementación y Unidad que impulse un Programa Básico de Estabilización Económica y una Agenda Legislativa Mínima para reactivar la inversión productiva.

Estas serían los pasos claves para impedir que a la crisis económica se le añada una crisis política que desemboque en una grave crisis de gobernabilidad. @victoralvarezr

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