Cultura

Que alguien mate ya a Jack Sparrow, el personaje no da para más

Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar debería servir de epitafio para el personaje que representa Johnny Depp. Ya sea porque el guión no se lo permite, por el natural cansancio de un rol que repite una y otra vez (recordar a El Llanero Solitario) o por los líos económicos con su agente, el actor parece entregado a su destino y sin ganas de reclamar que tres veces fue nominado al Óscar.

Publicidad

Antes de comenzar la función, en los tráilers se anunciaban las nuevas entregas de: Star Wars, Transformers, Thor y Cars, ¿Casualidad? No. Así anda la industria del entretenimiento, sacándole el jugo a cuanta franquicia quede por allí, a sabiendas de que el público tiende a dejarse seducir por lo seguro antes que por lo original. Eso sí, para que cuelen las secuelas, la promesa deber ser más espectacular. Es allí cuando entran los efectos especiales y la suma de actores que complementen los fuegos pirotécnicos. Esto último es precisamente lo que sucede con Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar.
Walt Disney Pictures y Jerry Bruckheimer Films decidieron darle el proyecto a Joachim Ronning y Espen Sandberg, un dúo dinámico que tiene en su haber una cinta fenomenal sobre barcos en el agua: Kon Tiki. Fue nominada a Mejor Película Extranjera. Si no la han visto, corran a hacerlo. Tal vez por ese aire descontaminado que desprenden estos dos noruegos, recibieron tamaña responsabilidad después del agotamiento de Gore Verbinski, creador de la saga, y el resbalón de Rob Marshall (Piratas del Caribe: En mareas misteriosas).
La calidad de la franquicia decrecía con cada entrega y es tan mala la de 2011, que La Venganza de Salazar podría competir como la mejor secuela, después del estreno en 2003 de la fabulosa La Maldición de la Perla Negra. Ronning-Sandberg lo consiguen repitiendo, sin mucho rubor, los elementos de la original. Pero el tiempo pasa y nos vamos volviendo viejos, como cantó Pablo Milanés cuando le daba por ser revolucionario. Lo cierto es que Johnny Depp ya no es el mismo, tampoco el público. A principios de siglo no habían tantos Avengers ni ligas de la justicia. Estamos saturados de efectos especiales y si la historia no es sólida, rápidamente se descubrirá que todo es humo, como la Constituyente de Nicolás Maduro.

El argumento, como decimos, no es nada original. ¿Qué se repite en esta nueva entrega? Una pareja con mínima química y romance forzado. Henry Turner (Brenton Twaithes) y Carina Smith (Kaya Scodelario) son los Will Turner (Orlando Bloom) Elizabeth Swann (Keira Knightley) del pasado; escapes de verdugos, maldiciones, enfrentamientos entre el más allá y el más acá y una piecita, como aquel medallón de Elizabeth, que será muy importante en la solución del conflicto. Podría seguir con la lista y mostrar en una sala de edición las similitudes en diálogos y escenas, pero eso sería acabar con la sorpresa del espectador. ¿Cuál es entonces el acierto de los directores nórdicos? Pues que le imprimen la acción que este tipo de filmes requiere, recordando al mejor Verbinski.
El gran problema de la Venganza de Salazar es que no toma partido por sus protagonistas. Es la consecuencia cuando no se la juegan y esperan que mucho barullo haga mucha bulla. El relleno excede la propuesta y la duración, aunque es de las más cortas hasta ahora. Entonces, tenemos un poquito de Depp, otro tanto de los jovenzuelos Twaithes-Scodelario, un mínimo de Geoffrey Rush (Barbosa) y la introducción de un villano que promete mucho pero se queda en el aparato: Javier Bardem (Salazar). Para quien escribe, es el mejor personaje de esta cinta y es un error que no se haya trabajado mejor la naturaleza de sus motivaciones.
Bardem tiene en sus manos a un personaje muy interesante, un villano a medio camino entre Darth Vader y Hans Landa (Christoph Waltz en Malditos Bastardos). Sin embargo, la perdida de tiempo en gags y comedia de situación que personifica Depp, siempre recordando a Buster Keaton, impide que el actor español nos deleite con su mala leche.
Sí, hay un par de escenas que pueden resultar cómicas, sobre todo una que tiene que ver con «el invento recién llegado de Francia», pero en ningún momento invitan a la carcajada. De hecho, el inicio de Depp es bastante flojo por culpa de una escena que a todas luces intenta crear un golpe de efecto. Sin embargo, reiterar en el alcohol y las mujeres, sin ningún ingrediente novedoso, subraya el agotamiento de su Sparrow.
El cierre o el último cuarto de hora de la película es realmente caótico. Es allí cuando se nota la mano de Bruckheimer (Pearl Harbor, Black Hawk Down, CSI, Armagedon, Con Air). Los efectos especiales asumen todo el protagonismo. Del despilfarro de dinero nos quedamos con unos tiburones muy simpáticos que generarán unas cuantas burlas. En ese torbellino generado en pantalla verde y ordenadores, nos queda un Sparrow sarandeado y triste, una caricatura de un personaje entrañable, una de las grandes creaciones de Depp que se han ido agotando como sus buenas películas.]]>

Publicidad
Publicidad