El dramataurgo, actor y ganador del Pulitzer Sam Shepard falleció el pasado 30 de julio a los 73 años. Tres días después, Neymar da Silva Santos Júnior, uno de los mejores jugadores de la historia actual de fútbol, renuncia al Barcelona. ¿Qué une a estos disímiles personajes?La respuesta es... nada. Al menos que hilemos muy fino y recordemos que Shepard escribió el guión de la laureada Paris,Texas (1984) y que el brasileño va a jugar en la capital de Francia. Aunque la París del filme de Wim Wenders está ubicada en el sur de Estados Unidos. Pero realmente la idea de unir a los dos nombres llegó tras un largo insomnio, en el que repasé mentalmente las películas que había visto de Sam y tras unas charla informal con mi amigo Alexis Correia sobre cómo debíamos entender la decisión del delantero.
Shepard hizo de los secundarios un arte. «Nunca he querido ser una estrella de cine porque tu privacidad muere. Y yo soy un escritor, necesito privacidad. No soy una estrella de Hollywood. Quizá ellos puedan soportarlo, yo no», dijo en una entrevista a El País. Su carrera adelante y detrás de las cámaras habla de un hombre que no despreció la televisión (casi una veintena de productos tienen su nombre), los dramas de lágrima fácil (Diario de Noah) o las superproducciones bélicas (Black Hawk Down).
Se conoce su nominación al Óscar por The Right Stuff (1983), traducida como Elegidos por la gloria. El filme es una adaptación de la obra de Tom Wolfe, que consiguió un nombre más digno en español: «Lo que hay que tener». Shepard interpretaba a Charles Elwood Yeager, un hombre clave en la historia de Estados Unidos como piloto de pruebas, que no pudo ser astronauta porque en su curriculum no habían títulos universitarios. Yeager, como muchos otros personajes contradictorios que encarnó Shepard, pertenecen a esa América profunda, la que creció bajo la leyenda del madeitself y el patriotismo que muy bien describió Joe Bageant en «Crónicas de la América Profunda». «No hay nadie que logre hacer visible como él la América Oculta», dijo Wenders cuando colaboraron en la adaptación del libro de L. M. Kit Carson.
Aunque no era amigo de las entrevistas, en diferentes encuentros con medios de comunicación, Shepard hacía referencia al alcoholismo de su padre y cómo encontraba en los conflictos familiares el alimento para muchas de las obras que escribió, interpretó o dirigió. Él mismo fue víctima de los excesos. «Mi padre murió conduciendo borracho cuando tenía mi edad. Yo aspiro a vivir unos cuantos años más», dijo hace seis años atrás. Y al hablar viene a la mente MUD. MUD es un filme de 2012, protagonizado por Matthew McConaughey, quien estaba en esa euforia de meterse en la piel de perdedores y delincuentes que le alejasen de su recorrido como niño lindo, lo que le valdría un Óscar por Dallas Buyers Club (2013). Shepard aparece poco y habla menos, pero lo suficiente para que su rostro no se nos olvide. Luce un corte de soldado y sus arrugas se pronuncian de tal manera que no dudamos sobre su puntería cuando debe empuñar un rifle para proteger a, según entendemos, su hijo adoptivo. Tal vez fue esa claridad para apartarse de la gran pantalla, que Shepard no envejeció como Robert De Niro o Dustin Hoffman. No protagonizó tantas cintas como ellos, lo que, sospecho, jugó a su favor. Afortunadamente no lo vimos en comedias escatológicas de familias norteamericanas que cada verano intentan hacernos reír. Su recorrido está más cerca de Christopher Walken o John Malkovich, aunque estos últimos han transitado los caminos de la autoparodia.
A diferencia de los «abuelos» De Niro y Hoffman, las familias de Shepard eran más oscuras, como los Weston, protagonistas del formidable drama Agosto. Allí, Sam es el padre de tendencias suicidas; un poeta cuya misteriosa desaparición desata los demonios que por años acumuló la castrante Violet (Meryl Streep). ¿Cómo es la familia de Neymar? El Mundo de España realizó un perfil en el que, si hacemos caso, el progenitor ha usado a su hijo como una inversión en Wall Street, desde los 6 años. «Por mi propia experiencia sabía lo que era una mala carrera futbolística. Con Juninho (como le dice de cariño)quise hacer las cosas bien», dijo en otra entrevista Neymar da Silva Santos. Hasta la transferencia del nombre habla por sí sola.
Las declaraciones oficiales, sin embargo, hablan de una relación agradecida. En todas, Neymar Júnior celebra su crianza. «Siempre hay que mejorar. Desde pequeño, mi padre me dijo que terminara una sesión de entrenamiento agotado y es lo que hago en la actualidad. Siempre se puede mejorar en el tiro con el pie izquierdo, el marcaje, la definición, cabeceo, lo que sea, yo siempre trabajo para mejorar y no puedo parar». Al igual que el jugador, el actor recibió el nombre de su padre: Samuel Shepard Rogers. Pero el ganador del Pulitzer por «Buried Child» (1979) eliminó el Rogers en su apelativo artístico. «Él tuvo una influencia tan fuerte en mí. Supongo que era inevitable. Para mí era profundamente misterioso, probablemente mucho más de lo que represento en el escenario en cualquiera de los personajes extrapolados de él. Hay un misterio sobre él que todavía me exaspera y me intriga», confesó al New York Times. Shepard contó que sufría de insomnio de pequeño. Por lo hilarante de sus respuestas inconscientes, que sus padres le contaban al día siguiente, una vez fingió caminar dormido solo para tener otro tipo de comunicación con sus padres. En el libro «Motel Chronicles» hay una referencia a ello. A veces son los gestos, las acciones, las que establecen los vínculos entre los seres queridos. Tal vez por eso el jugador ha seguido los irregulares pasos de su padre-apoderado, sin importar las consecuencias. Famoso es el caso de cómo acordaba con el Barcelona mientras el Madrid hacía los chequeos médicos.
O, simplemente, se trata de que, además de la montaña de dinero, Neymar necesita estar lejos de Messi para continuar en su proceso de evolución. En palabras de Shepard, el eterno Cowboy que conquistó a la preciosa Jessica Lange: «Sin búsqueda no hay creación. Si sientes que has encontrado las respuestas se acabó. Ya no hay razón para hacerlo. Ocurre en todas las artes. Lo interesante es mantener ese martilleo porque no tienes respuestas o porque siguen surgiendo preguntas».]]>
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