“Cae el sol… etc. Y cada vez que vuelvo un mismo final afuera el mundo sigue soy uno más buscando en el mar” (Soda Stereo) La ocurrencia de cada eclipse, termino griego ekleipsis, que significa abandono, fracaso, omisión o defecto, no deja de ser un hecho maravilloso, más allá de lo científico o lo esotérico, lo romántico o supersticioso. Las cámaras, los telescopios, los lentes, los ojos miran al cielo para confirmar nuestra pequeñez. En promedio anualmente tienen lugar 4 eclipses. Las estimaciones de los astrónomos registran que entre el año 2000 AC al 3000 DC el planeta tierra experimentará 11.898 de ellos. Cuando comenzó a registrarse la frecuencia de los eclipses, por Asirios y Babilonios, y muchos siglos después a explicarse científicamente su proceder, no se extinguió totalmente la magia, y el sentido atávico que deriva de los mismos. Imaginemos por un momento, los primeros hombres pre-científicos y todas las generaciones siguientes, mirando al cielo. Repentinamente, la luna se oscurece (eclipse lunar), o el sol se oscurece (eclipse solar), cuando se interpone la tierra, o la luna, respectivamente, y aparece el aro esplendoroso, el anillo lumínico en el momento cumbre del eclipse. Durante la duración del mismo, el miedo se desata, el fin se acerca. ¿que tal si la oscuridad permanece? ¿y si las fuerzas demoniacas y oscuras vencen a las de luz, y las sombras y la inconsciencia reinan eternamente? Seguramente pensaban, que algo se hizo incorrectamente y el castigo no esperaría. El dios sol, o quien esté detrás de él, desataría su furia. Después, de nuevo toda la calma regresa, todo vuelve a ser como antes, o quizás no, porque hubo un aprendizaje. El sol perdonó. La vida sigue, hasta el próximo sobresalto, hasta repetir de nuevo los errores, ponerse en vilo, al borde del abismo y vivir de nuevo el ciclo. El sol siempre ha sido el rey de la simbología. Representa la vida, la realización, la fortaleza, fertilidad, energía, el éxito, el poder, la paternidad y mil cosas más. También contiene una mecánica de fusión nuclear que mediante reacciones termonucleares transforma cada segundo, 564 millones de toneladas de hidrogeno en 560 millones de helio. Mediante esa dinámica, de esa y otras estrellas, se crearon todos los elementos conocidos, inclusive nosotros mismos, polvo de las estrellas, aunque algunos se pavoneen y actúen creyéndose el sol, y actuando en forma correspondiente, no para iluminar, sino para quemar. Algún día, en cinco mil millones de años, aproximadamente, esa dinámica desaparecerá para nuestro sol, mientras otras estrellas continuarán con los lapsos interminables o quizás no, de vida y muerte. Del sol se ha apoderado todo el mundo. Astrónomos y astrólogos. Religiosos y políticos. De estos últimos, algunos liberales y conservadores, otros nazis y comunistas han hecho lo propio. Inclusive algunos países lo usan en sus banderas. De los eclipses como símbolo, no se apodera casi nadie. El eclipse simbólicamente surge como consecuencia natural de nuestras carencias, del exceso de ego, de la falta de ilustración. ¿Y después del eclipse, que viene? Pues muy sencillo, la luz, que durará hasta que se repita la dinámica cósmica o terrenal. “La luz estuvo aquí antes ¿Por qué habría de volver la oscuridad? Tuvimos la mañana. Tenemos que actuar ahora como si la luz hubiese regresado. Alexander Dubcek” (1989)]]>
El Estímulo
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