Opinión

El legado de las hojas de otoño

El escritor y diplomático argentino Eduardo Porretti nos trae la historia de rebeldía y dignidad de Anne Hutchinson, en la Nueva Inglaterra del puritanismo. Su legado contra la intolerancia y el machismo sigue vivo. Las hojas del otoño en Nueva York y a lo largo del alucinante paisaje de Hutchinson River Parkway nos recuerdan que "siempre el coraje es mejor y la esperanza nunca es vana"

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Algunas metrópolis tienen su barón Haussmann, alguien que cambia una ciudad para siempre, del modo en que Georges-Eugène Haussmann reconstruyó París hace 160 años. Su figura aún despierta controversia: algunos reconocen su audacia para ordenar una ciudad superpoblada, otros afirman que amplió las avenidas de la Ciudad Luz para reprimir las revueltas populares.

La ciudad de Nueva York también tuvo su barón Haussmann: se llamó Robert Moses y fue quien transformó la ciudad –así como Long Island, Rockland County y Westchester County– de manera definitiva, cambiando su estilo y funcionamiento.

Oriundo de Connecticut y criado en una familia de judíos de origen alemán, graduado en jurisprudencia en Yale y con un doctorado en Ciencia Política en Columbia University, Moses fue tanto un inversor inmobiliario como un entusiasta del settlement movement, un movimiento reformista anglosajón partidario de la interconexión entre barrios de distintas clases sociales.

Idealista y muy conectado con los demócratas, Moses inició una carrera meteórica en el estado de Nueva York, desempeñando un rol clave en las reformas urbanistas en una época pletórica de presupuesto estatal y fuerte centralización administrativa, estableciendo un modelo para las políticas implementadas posteriormente por FDR en el New Deal.

El irresistible impulso del progreso

Lúcido para coordinar expertos y tan sagaz para acumular cargos (1) como para aprobar proyectos legislativos, Moses fue el hombre más poderoso en toda la historia de la ciudad y el estado de Nueva York. Durante casi medio siglo, con su gesto de hechicero de la modernidad, los puentes, las playas, los parques y las rutas se desplegaban en la realidad como por arte de magia. Durante su reinado, Moses construyó 13 puentes, 416 mil millas de autopistas, 658 parques y 150 mil casas, con un presupuesto equivalente a 150 mil millones de dólares actuales.

En medio de la fascinación estadounidense por el automóvil –como símbolo de la libertad e ícono de la modernidad (2)– sus inapelables decisiones favorecieron la construcción de autopistas sobre el uso del transporte público, creando modernos suburbios e influyendo sobre varias generaciones de ingenieros, arquitectos y urbanistas, que replicaron el modelo de ciudades-dormitorio por todo el país (3). Con el tiempo, la enorme acumulación de poder transformó al romántico idealista inicial –promotor de una ciudad rodeada de parques y playas– en un frenético impulsor de autopistas y barrios masivos, que dejaron paso a una ciudad gris, quebrada financieramente, inundada de automóviles y ahogada en smog.

En 1955, Moses propuso construir una autopista que atravesara Greenwich Village, lo que cambiaría la identidad del sur de la isla de Manhattan. El inconsulto plan de Moses (4) buscaba implantar una autopista –Lower Manhattan Expressway– en medio de un área densamente poblada, destruyendo espacios públicos, pequeños comercios y más de 400 edificios de significancia arquitectónica.

Jane Jocobs

Los residentes locales formaron una amplia coalición opositora que reunió vecinos indignados, colegios de arquitectos, inmigrantes, intelectuales y un naciente movimiento de periódicos alternativos (como The Village Voice), bajo la voz de una incansable activista local: Jane Jacobs (5).

Tras intensos debates y escaramuzas legales, el proyecto de Moses fue abandonado en 1964. El modelo de ciudad construido por Moses entró en crisis y –mientras Jacobs iniciaba una ascendente carrera como urbanista– su brillo político fue languideciendo, hasta que en 1968 el gobernador Nelson Rockefeller disolvió la pieza central de su reinado: Triborough Bridge Authority.

Los urbanistas desafiaron el concepto vigente de ciudad (con desigualdad urbana y segregación racial, basada en la privacidad paranoica y el fanatismo por el automóvil), por la ciudad abierta de Richard Sennet (donde los extraños se pueden encontrar), el manhattanismo creativo de Rem Koolhaas y las ciudades apropiadas por sus vecinos, con gente interactuando en las veredas, como reclamaba Jane Jacobs.

Pero el legado de Moses es inconmensurable, contradictorio, y recientemente ha comenzado a ser revalorado.

La ruta del otoño

Aunque su idea de progreso por momentos arrasaba con lo humano, su energía inagotable legó también obras magníficas. El diseño, el ritmo de obra y la perfección constructiva de las rutas que unen la ciudad de Nueva York con los suburbios norteños son admirables.

En 1936, Robert Moses rediseñó Hutchinson River Parkway –una tímida ruta iniciada en 1924, que terminaba en Lincoln Avenue, Mount Vernon– y la extendió hacia el norte, desde el Bronx hasta la frontera entre Nueva York y Connecticut. Con los años, la sometió a varias reformas para adaptarla a los nuevos automóviles: enderezando curvas y alargando carriles de aceleración.

Conducir en esa ruta es tan fascinante que los albaceas que leyeron en 1950 el testamento de Hetty Green –una excéntrica millonaria con una casa en Manhattan y otra en Greenwich, Connecticut– encontraron en su testamento una insólita cláusula: legaba U$D 10.000 a Robert Moses por el placer de manejar por la HRP.

El atrevido diseño de Moses se mantiene y la sensación de manejar un automóvil en la HRP –bordeando parques con frondosa vegetación local y pasando bajo centenarios puentes de piedra– es única. En la curva que sigue a la salida a Pelham, rumbo a New Rochelle, la ruta informa que su nombre es un homenaje a Anne Hutchinson, una irreverente líder religiosa.

La ciudad sobre una colina

La mayoría de los inmigrantes que arribaron inicialmente a Nueva Inglaterra pertenecían a las llamadas iglesias no conformistas (calvinistas, bautistas y congregacionalistas), que habían escapado de Europa por persecuciones religiosas. Si bien los colonos buscaban libertad espiritual, también crearon una sociedad de profundas convicciones religiosas, dispuestos a luchar por sus principios.

Los puritanos eran –en teoría– miembros no separatistas de la iglesia de Inglaterra, pero se mantuvieron alejados de Inglaterra y de su iglesia oficial, al igual que otros grupos que fueron poblando la bahía de Massachusetts. Otras devociones más radicalizadas, como los cuáqueros o los anabaptistas, tenían todavía menos respeto por las formas oficialmente organizadas de la religión.

Para tener una idea gráfica de la cuestión, podemos visualizar esta división ubicando a los puritanos en el medio de un espectro, la iglesia anglicana y católica en un lado, y los cuáqueros por otro.

El mundo puede ser reformado

Por fuera de múltiples denominaciones, los puritanos coincidían en un aspecto: el mundo es un lugar corrupto, pero puede ser reformado. Así, la empresa puritana jugó un papel de extraordinaria importancia para la sociedad estadounidense. Como lo señala Jim Cullen, la fe en la reforma devino un legado central del protestantismo americano y la piedra angular del «sueño americano».

La disputa era sobre cómo reformar la especie humana, rechazando la postura católica de la Doctrina de las Obras, reconocimiento divino a la conducta en la vida terrena. Esta singular combinación de exigencia puritana, mesianismo político y vocación reformista, (basamento de lo que luego sería la excepcionalidad estadounidense), tiene un momento fundacional en el célebre sermón «Un modelo de caridad cristina», pronunciado por John Wintrhop el 6 de junio de 1630 a bordo del Arbella, como líder de la Massachusetts Bay Company, cuando se dirigían a América. El elemento clave de ese discurso, afirma Robert Cruden, era que su futura sociedad tenía un convenio colectivo con Dios.

Esa sociedad asentaría, según la conocida expresión, una ciudad en la colina, frase esencial para entender el proyecto civilizatorio estadounidense: debemos ser como una ciudad sobre una colina, los ojos de todos están sobre nosotros; si tratamos a Dios con falsedad, nos convertiremos en fábula y objeto de escarnio para el mundo entero, dice Wintrhop.

Libertad y obligación

Los puritanos descienden de la rama calvinista del protestantismo, lo que significa que son predestinarios, es decir, creen que su destino individual ha sido sellado en el momento de su nacimiento. ¿Cómo entender los signos divinos, cómo saber si se está llevando una vida apropiada?

Para resolver ese dilema, los puritanos desarrollaron lo que se conoce como la Doctrina del Preparacionismo, una posición intermedia entre la Doctrina de las Obras y el Convenio de Gracia, posición doctrinal en la que no existen signos del futuro de nuestro espíritu. En el preparacionismo –afirma Jim Cullen– se articulan dos facetas claves: el concepto de libertad y la obligación comunitaria.

Los conflictos religiosos dominaban la vida de los inmigrantes en Nueva Inglaterra: la rebelión liderada en Massachussetts en 1631 por Roger Williams (quien fundara luego la Primera Iglesia Bautista de América en Rhode Island) fue seguida por la Crisis del Antinomianismo, protagonizada, entre otros, por Anne Hutchinson.

Nacida en Lincolnshire en 1591 como Anne Marbury, hija de una maestra y de un predicador anglicano, casada con el comerciante de telas William Hutchinson, Ann Hutchinson estuvo fuertemente imbuida de principios religiosos desde su infancia. Estricta seguidora de la Doctrina de la Gracia y ferviente opositora a la autoridad de la Iglesia de Inglaterra y su Convenio de las Obras, fue seguidora del reverendo John Cotton, su mentor, quien le inculcó aún mayor desconfianza hacaia la religión organizada.

Apenas arribó a Massachusetts, organizó encuentros antinomianistas, desafiando la autoridad de los ministros puritanos, atizando la libertad de expresión y fomentando un iconoclasta pensamiento feminista, gracias a su magnetismo personal, sus lúcidos discursos y su erudición de los textos bíblicos.

Libertad en cuerpo y alma

La controversia político-confesional protagonizada por Anne Hutchinson (exigiendo tolerancia religiosa, activismo social y con un inusitado enfoque de género) pronto mostró los límites de la tolerancia puritana, que la llevó a juicio por temor a las consecuencias anarquistas de las múltiples interpretaciones confesionales.

El juzgado estuvo presidido por el mítico John Winthrop quien criticó la insolencia de Anne y condenó su arrogancia por corregir a hombres en público, algo impropio de una mujer (6). Lejos de amilanarse, Anne citó de memoria pasajes bíblicos, ridiculizó a sus jueces por sus errores teológicos y le negó autoridad al tribunal eclesiástico sobre su cuerpo y su alma. En 1636, Anne Hutchinson y sus seguidores fueron acusados de herejía. Ella fue apresada y, dos años después, Anne, su esposo y sus quince hijos fueron expulsados de Boston.

Hutchinson migró hacia Rhode Island, uniéndose al proyecto de Roger Williams. Pero a la muerte de su esposo en 1642, se mudó a Long Island Sound –bajo control holandés– buscando tolerancia religiosa. En la zona se había iniciado uno de los primeros conflictos bélicos entre colonos y nativos: la Guerra Kieft/Wappinger, con ataques sucesivos entre los inmigrantes holandeses y los indios Lenape y la Nación Algonquian.

Una gran roca llamada Split Rock

En agosto de 1643, un grupo de indios Siwanoy, de la Confederación Wappinger, liderados por el Sachem (jefe) Wampage I, atacó el caserío de la familia Hutchinson, en lo que hoy es Pelham, al borde de la actual HRP. La masacre fue total: 6 niños y 9 adultos fueron asesinados. Los cadáveres, el ganado y las pertenencias fueron quemados hasta desaparecer.

Pero alguien sobrevivió. Susanna, una niña de nueve años que estaba recogiendo arándanos en las cercanías y pudo esconderse en la grieta de una gran roca llamada Split Rock. Cuando los indios la descubrieron le perdonaron la vida por una razón: nunca habían visto a nadie con cabello rojizo. Susanna fue nombrada Autumn Leave, Hoja de Otoño, mantenida cautiva y luego rescatada por los colonos de Boston, años después.

La roca iba a sera dinamitada para construir la autopista interestatal I-95, pero la Sociedad Histórica del Bronx logró que el trazado de la ruta se moviera unos metros al norte. En 1904, la legislatura estatal aprobó la colocación en la roca de una placa de bronce que reza:

ANNE HUTCHINSON

Banished from the Massachusetts Bay Colony in 1638

Because of her Devotion to Religious Liberty This Courageous Woman

Sought Freedom from Persecution in New Netherland

Near this Rock in 1643 she and her Household were massacred by Indians.

Bien mirado, Anne Hutchinson y sus hijos sucumbieron y –al mismo tiempo– sobrevivieron a la masacre. Ella y casi toda su familia murieron por una causa habitual en la historia humana: la combinación de colonialismo, machismo, intolerancia política y fanatismo religioso.

Así, Hoja de Otoño fundó una dinastía que llega hasta las más importantes familias estadounidenses. Anne Hutchinson y los suyos pagaron el precio por su rebeldía y su dignidad, pero nos dejaron un legado contra la intolerancia y el machismo.

Si uno conduce un automóvil por la Hutchinson River Parkway en el otoño boreal, podrá ver las hojas rojizas de los arces –coloreados asombrosamente con un pigmento llamado antocianina– bordeando la ruta. Sugiero bajar la velocidad, abrir la ventanilla y preguntarnos de dónde viene tanta belleza.

Yo creo saberlo y por eso se los cuento: son las hojas de otoño que nos dicen, como afirmaba un escritor ciego y derrotado por el desamor, que siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana, mientras aceleramos hacia Connecticut y, quizás, rumbo al futuro.

Notas

(1) Robert Moses acumuló 12 cargos de enorme peso político: Long Island State Park Commission (President, 1924–1963), NY State Council of Parks (Chairman, 1924–1963), NY Secretary of State (1927–1928), Bethpage State Park Authority (President, 1933–1963), Emergency Public Works Commission (Chairman, 1933–1934), Jones Beach Parkway Authority (President, 1933–1963), NYC Department of Parks (Commissioner, 1934–1960), Triborough Bridge and Tunnel Authority (Chairman, 1934–1981), NYC Planning Commission (Commissioner, 1942–1960), NY State Power Authority (Chairman, 1954–1962), New York’s World Fair (President, 1960–1966) y Office of the Governor of New York (Special Advisor on Housing, 1974–1975).

(2) La posibilidad de ser móvil, de desplazarse de un punto a otro, constituye uno de los logros más relevantes de la modernidad. Alfaraz, Claudio, Cultura y tecnología: el caso del automóvil y sus valores asociados

(3) “Moses displayed a genius for using the wealth of his public authorities to unite behind his aims banks, labor unions, contractors, bond underwriters, insurance firms, the great retail stores, real estate manipulators – all the forces which enjoy immense behind-the-scenes political influence in New York. Caro, Robert, The Power Broker: Robert Moses and the Fall of New York, 1975, Vintage Books.

(4) Su arrogancia era mítica: «There is nobody against this plan, but a bunch of mothers», afirmó, en una consulta popular.

(5) Jane Jacobs v Robert Moses, battle of New York’s urban titans, The Guardian, 28 de abril de 2016.

(6) teaching men in public as not fitting for your sex. Los archivos del juicio han sido preservados y la discusión de Anne con el tribunal es antológica.

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