Trump exacerba campaña antichina tras revelaciones de Bolton
En su libro "La habitación donde ocurrió", John Bolton divulga información que el gobierno estadounidense considera "clasificada". Por tal razón, el Departamento de Justicia demandó al ex asesor de Seguridad Nacional. La querella “Estados Unidos de América contra John Bolton” fue presentada ante un tribunal federal en Washington, por violación de acuerdos de confidencialidad. Por Víctor Álvarez R. y Davgla Rodríguez A.
El exasesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, narra en su libro recién publicado el encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping durante la cumbre del G-20 en Japón, en junio de 2019. Revela que mientras los dos líderes estaban dialogando, Trump «sorprendentemente dirigió la conversación hacia las próximas elecciones presidenciales en EE UU, aludiendo a la capacidad económica de China y rogándole a Xi que le ayudase a ganar». Bolton afirma que Trump «hizo énfasis en la importancia de los granjeros y en el impacto electoral que tendría un aumento de las compras de soja y trigo por parte de China».
Durante ese encuentro, añade Bolton, Trump respondió a la defensa que Xi hizo de los campamentos de reeducación de Xinjiang, diciéndole que era «exactamente lo que había que hacer». Trump negó esta información en una entrevista con The Wall Street Journal, luego de firmar la Ley de política de derechos humanos Uigur, dirigida a “defender” los derechos de las minorías étnicas uigures (musulmanas) en la región de Xinjiang, al noroeste de China. La ley ordena la identificación de los responsables de los supuestos abusos para su posible sanción bajo los términos de la Ley Global sobre Responsabilidad de Derechos Humanos.
China reacciona
El Ministerio de Exteriores cuestionó dicha la ley por «difamatoria e injerencista», al tiempo que advirtió que si EE UU no rectifica, responderá con «represalias contundentes». Advierte que se trata de una injerencia flagrante en los asuntos internos de China: «Los problemas en Xinjiang no tienen nada que ver con los derechos humanos, el origen étnico o la religión, sino con la lucha contra la violencia, el terrorismo y el separatismo».
¿Qué pasa en Xinjiang?
A principios del siglo XX, los uigures (musulmanes) declararon su independencia. China recuperó el control de la región en 1949. Oficialmente, China considera a Xinjiang como una región autónoma, una situación muy parecida a la del Tíbet.
En 2009 ocurrieron en la capital de la provincia, Urumqi, manifestaciones que se tornaron violentas y terminaron en fuertes enfrentamientos con la policía local. Las autoridades acusaron a los separatistas en el extranjero de patrocinar los disturbios, mientras que estos culparon a las fuerzas policiales por la represión y aseguran que Beijing ha exagerado la amenaza de los separatistas, para justificar su estrategia de diluir la influencia uigur promoviendo la migración masiva hacia la región de chinos Han, el mayor grupo étnico del país. Actualmente, 40% de la población de Xinjiang está compuesta por personas de la etnia Han, mientras que 45% son uigures.
El gobierno chino denuncia que separatistas uigures atizan una campaña violenta por un Estado independiente, mediante la colocación de bombas y otras acciones de sabotaje, creando terror y malestar cívico. Tras el atentado de las Torres Gemelas, el gobierno chino acusó a separatistas uigures de colaborar con al-Qaeda. Según China, activistas uigures reciben preparación y adoctrinamiento en Afganistán. Más de 20 uigures fueron capturados por militares estadounidenses tras la invasión de Afganistán, pasaron seis años prisioneros en la cárcel de Guantánamo y luego fueron puestos en libertad. ¿Qué hacen ahora?
Violencia aplacada
Xinjiang sufrió los estragos del terrorismo separatista, situación que obligó a tomar medidas drásticas en el marco de la Estrategia global de las Naciones Unidas contra el terrorismo y del Plan de acción para prevenir el extremismo violento. Ocasionalmente, se registran ataques a objetivos chinos, lo que revela que las fuerzas separatistas uigures continúan siendo una fuerza, pero las medidas aplicadas en la región han frenado las acciones terroristas y han protegido la integridad física y los derechos de los grupos étnicos. En los últimos tres años, no ha habido un solo caso de terrorismo violento en Xinjiang, cuyo PIB se ha duplicado, la tasa de pobreza se redujo a 6 % y la matrícula en la escuela primaria llegó a 99 %.
Tema electoral en EE UU
El terrorismo y el extremismo son enemigos comunes de la sociedad humana y la lucha de los países contra esta amenaza no debe ser distorsionada para encubrir intereses subalternos. A raíz de las revelaciones de Bolton en su libro, Trump ha intensificado la campaña antichina, para revertir su declive en las encuestas electorales. Un reciente sondeo realizado por Reuters-Ipsos, arroja que 58 % de los estadounidenses desea que John Bolton declare sobre el apoyo que Trump pidió a China para ganar las elecciones. Por eso, Trump contraataca responsabilizando a China de la propagación de la covid-19, la acusa de prácticas comerciales desleales, robo de tecnología y destrucción de empleos, y ahora arremete con esta ley que exacerba los sentimientos contra China entre el electorado estadounidense.
La llamada Leyde política de derechos humanos Uigur, promulgada por Trump, encubre los hechos y distorsiona la verdad. Busca estigmatizar las medidas del gobierno chino contra el terrorismo, el separatismo y la radicalización, y aplica dobles estándares en la lucha contra el extremismo violento. La ley deja en claro la mala intención de Trump de socavar la soberanía y seguridad de China, sembrar la discordia entre los grupos étnicos de ese país y perturbar la prosperidad y la estabilidad de la nación asiática.
Deterioro bilateral
Aunque el discurso antichina de Trump logre sembrar entre sus seguidores una visión negativa en contra del gigante asiático, esta retórica no le garantiza al mandatario estadounidense poder remontar la creciente ventaja que le está sacando Joe Biden en las encuestas. Sin embargo, Trump está socavando gravemente las relaciones de amistad y cooperación entre ambos países. Ojalá el racismo y la xenofobia puedan atajarse a tiempo y no expongan a los ciudadanos chinos –o con rasgos asiáticos– a los acosos y actos violentos de los que ya han sido víctimas en varias ciudades del mundo.
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